Después de Galicia

Papeletas en las elecciones gallegas del pasado domingo.

Papeletas en las elecciones gallegas del pasado domingo.

Manuel Alcaraz

Manuel Alcaraz

FRACCIONAMIENTO.- Una de característica principal de nuestra época es el fraccionamiento de la política, aunque sobren políticos clásicos y analistas de fácil verbo empeñados en no apreciarlo y que confían en que todo, pronto, volverá a esquemas fáciles de leer e interpretar. Con lo que la cosa se complica más: a la complejidad real suman una presunta ortodoxia irreal. Ese fraccionamiento se verifica en demandas de la sociedad y en ofertas de las candidaturas. Unos machacan un único clavo hasta hacer desaparecer el contexto. Otros sólo imaginan la política como un mosaico: infinitas teselas, repetidas hasta el infinito. Esta tendencia se reproduce en las contiendas electorales, que, cada vez más, adoptan una personalidad propia mejor definida, relacionada con las demás, pero, en ocasiones, no tan dependiente como para poder extraer de sus resultados consecuencias claras y caminos seguros a practicar. Así las Elecciones en Galicia. No creo que sus resultados sean extrapolables y no creo que la epiléptica política española haya determinado sobremanera sus resultados. Hay ganas de ver un horizonte nítido, la repetición clarificadora de tendencias. Pero el arquetípico horizonte brumoso de Finisterre también se instala, borrando certidumbres.

PARAR A LA ULTRADERECHA.- Si se repasan las páginas de la Historia, se aprecia que a los movimientos fascistas o de ultraderecha, suelen pararlos fuerzas conservadoras… los mismos que, a veces, les ponen la alfombra roja hasta el poder. Por eso los gritos de izquierdistas con pocas lecturas que presumen de antifascismo a la primera estupidez que dice un Vicepresidente Autonómico, es algarada sin estructura ni sustancia, desahogo estético todo lo más. ¿Estoy diciendo que la izquierda no debe oponerse a Vox? Claro que debe hacerlo. Pero quizá teniendo en cuenta: A) Ciertas propuestas, más ideológicas que políticas, más identitarias que razonadas, más nostálgicas que actuales, más imprudentes que sabias, pueden producir efectos de rebote de los que se beneficiará la extrema derecha. Rebote que no depende de la acción de Vox, sino de segmentos de la sociedad a los que hay que seducir en lugar de dar órdenes o decirles lo equivocados que están. B) El papel de la izquierda, en situaciones así es condicionar fuertemente a las derechas tradicionales para que deban pagar altísimos precios si deciden apoyar a la ultraderecha. Porque ahí está, ahora, como lo estuvo en el pasado, la madre del cordero: si dejamos que confluyan derecha y ultraderecha ésta acabará siendo hegemónica en muchos aspectos que tienen que ver con el retroceso de valores progresistas. Por eso las izquierdas no pueden contemplarse como adalides en lemas sino guardianas de la democracia realmente existente. No es para ello el mejor de los caminos la escenificación perpetua de sus diferencias. O peor: inventar diferencias sutilísimas para justificar las quiebras en las que pone los huevos la serpiente de la ultraderecha y los gritos desaforados las derechas clásicas asustadas y olvidadas de sus mismos principios. En Galicia el PP ha sido capaz de tener esto en cuenta. Una buena parte de las izquierdas no.

LOS NACIONALISMOS Y LA IZQUIERDA.- Decir que no se puede ser nacionalista y de izquierdas es soberana –nunca mejor dicho- tontería. La Historia está llena de ejemplos en contra. Y la Historia, en España, ha definido unos senderos abruptos con esta cuestión que a muchos les parecen insoportables. Pero eso no significa que no puedan y deban estudiarse sin ira y con paciencia las diferencias entre las regiones y nacionalidades en la constitucional España. Otra cosa es que la izquierda deba intentar restañar las desgracias infringidas al cuerpo social por el nacionalismo español de derechas o el nacionalismo catalán de derechas. Otra cosa es que alguien piense que el resultado del BNG es exportable a cualquier lugar. No lo es. Porque los actores son distintos, porque las correlaciones de fuerzas varían mucho y porque la base cultural de las poblaciones no se parece en nada.

SUMAR O LA QUIMERA DEL CARISMA.- Yolanda Díaz estuvo más tiempo “a la escucha” para conformar su partido/coalición/confederación/movimiento que el que ha precisado para agotar su carisma. Lo que quizá sea bueno. Porque el problema es que la idea originaria de Sumar era repetir Podemos sin su sangre avinagrada y sin la brillantez de sus locuras suicidas. Pero es que el tiempo camina muy rápido. Una confusión: una cosa es el carisma personal, pre-racional, fuerza que arrastra al que oye y al que escribe y al que vota en función de una esperanza abstracta y otra el prestigio bien ganado con una oratoria que invita a la confianza y, sobre todo, por la enorme vitalidad y eficacia en un Ministerio bien administrado, mientras otros/as jugaban a la retórica de los tenores huecos. Y es que el modelo que salió de la crisis del 2008, de las plazas llenas de críticas y del agotamiento del bipartidismo, ha concluido. Podemos, Mareas, convergencias, etc. son parte de la Historia. Y es una buena Historia que cambió inercias y metió en las agendas nuevas prioridades. Hay mucho legado para el futuro. Pero ya no sirve la idea de que “eso” era líder(es) incontestable(s), arremolino de siglas, desarme de estructuras y generosidad de improvisación en las redes. No sirve guerras en las fronteras, con las seguridades de la UE por los suelos, con un bipartidismo de nuevo tipo –largo Gobierno de izquierdas y Gobiernos autonómicos y locales en manos de las derechas-, con un giro a la preferencia a los problemas territoriales. Si Sumar persevera en copiarse a sí misma –la inmensa mayoría de su dirigencia es la que fabricó Unidas Podemos- y a vivir de sus cuentos, tan bonitos, ni hará política ni irá más allá de 10%, el voto que tiene la izquierda a la izquierda del PSOE desde 1977, menos la estrella fugaz de Podemos y compañía. O Sumar se convierte en un partido fuerte y respeta absolutamente a las formaciones similares en las Comunidades en que existan, o va a provocar un problema de mayor cuantía cada vez que haya Elecciones. Y a Compromis y a IU ya les vale: que digan de una vez qué quieren ser de mayores. Por si quieren volver a hacer política, digo. Y por estar en el mundo de los vivos porque definir su futuro diciendo “a ver qué hace Sumar” es muy triste, muy poco carismático.

PSOE SIN ESPEJO.- O el PSOE es capaz de adaptar el discurso de renovación política que promueve Pedro Sánchez al interior del partido y deja de alimentarse de piezas de ajedrez comidas al compañero o los 8 o 12 años de derrotas en muchos ámbitos no se los quita nadie. Y que dejen de confundir, también ellos, entre líderes empáticos, preparados y abiertos con la espera de mesías iluminados.

PARTIDOS.- El mejor análisis, el más sintético, que he escuchado sobre los comicios gallegos fue de Antón Losada: han ganado los que tienen partidos de verdad, están organizados en el territorio y conocen la realidad. ¿Es tan difícil de entender?