La monarquía bien, gracias

El rey Juan Carlos I saliendo del brazo de su hijo, el rey Felipe VI, del funeral por Constantino de Grecia en el Palacio de Windsor, este martes.

El rey Juan Carlos I saliendo del brazo de su hijo, el rey Felipe VI, del funeral por Constantino de Grecia en el Palacio de Windsor, este martes. / EUROPA PRESS

Valentí Puig

Valentí Puig

No deja de ser peculiar el comportamiento protocolario del actual presidente de la Generalitat cuando Felipe VI visita Cataluña. Consiste en hacer todo lo que sea para no salir en la foto con el monarca. Es un republicanismo más bien arcaico –especialmente si se compara con la actitud tan distinta de Josep Tarradellas- y sobre todo carente de sentido institucional. Si en una monarquía parlamentaria un republicano puede ser presidente de la Generalitat y tener la representación del Estado, la lógica institucional –por no hablar de las formas más elementales- requiere respeto a la Jefatura del Estado. Tanta insolvencia institucional daña directamente la estabilidad en Cataluña.

El actual presidente de la Generalitat no está en la puerta principal para saludar al Rey: entra por otra puerta, llamémosle trasera, y así no se hace la foto confiando en no quedar del todo mal con el monarca sin que la militancia republicana le llame traidor. Ha ocurrido tantas veces, especialmente en Girona y Barcelona, que ver la repetición de la jugada en otra entrega de despachos a los nuevos jueces o en la inauguración del Mobile World Congress es como una escena de cine mudo. Todo sea por mantener la virginidad republicana aunque la cuestión república-monarquía no sea una prioridad para la sociedad catalana. Es más: siendo cierto que, cuando la intervención del Rey ante la declaración unilateral de independencia, los índices de aceptación de la monarquía tuvieron un bajón, la recuperación es muy significativa y no es casual que ya no queden lazos amarillos del “procés”. Conviene recordar hasta qué punto –después de aquella intervención en un momento de tanta gravedad- el secesionismo urdió una inmensa ficción político-mediática.

Las visitas del Rey a Cataluña son frecuentes, muy calibradas y con efecto. También la figura de la Princesa de Asturias ha encajado de forma muy directa en el imaginario popular, cuyo baremo emocional y simbólico se distanció ya del secesionismo a pesar de que exista en Cataluña un frente digital que se supera todos los días en la infamación de la Familia Real. En realidad, la monarquía cuesta mucho menos que la presidencia de la República Federal de Alemania o la francesa. La monarquía más cara es la noruega.

En momentos críticos se constata que la monarquía garantiza estabilidad y continuidad al Estado. Por su capacidad simbólica actúa como amortiguador cuando la nación vive fases de alta tensión. No hace falta usar un telescopio para comprobar en qué medida las monarquías parlamentarias –en Europa, por ejemplo, o en Japón- han sido útiles para la evolución democrática. Así fue en España a la muerte de Franco. Está escrito en la Constitución de 1978, ampliamente votada en Cataluña. El protagonista fue entonces el Rey Juan Carlos, cuyos desaciertos privados posteriormente le obligaron a abdicar. La institución monárquica se recuperó con presteza, como se ha recuperado del intento secesionista. En fin: para el actual presidente de la Generalitat el riesgo es que de tanto entrar por la puerta trasera eso acabe siendo la más principal de sus atribuciones.

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