Opinión

Una habitación propia y un edificio compartido

Hoy es un día para reivindicar a todas aquellas mujeres que con su impulso nos han permitido estar donde estamos, poner en valor el trabajo de quienes a lo largo de los siglos reivindicaron la igualdad, conquistaron derechos y fueron pioneras en determinados ámbitos. Desde las grandes pensadoras que se replantearon el papel de las mujeres en la sociedad y sus derechos, hasta aquellas que simplemente fueron ocupando espacios. Muchas de ellas no pretendieron mejorar la situación femenina ni romper con los discursos socialmente hegemónicos pero su mera presencia ayudó a visibilizar y normalizar la participación de la mujer en espacios tradicionalmente masculinos.

Pero el 8 de marzo debe tener también una mirada al futuro para que no demos ningún paso atrás, para que los avances no perpetúen desigualdades ni generen nuevas discriminaciones para las mujeres.

Virginia Woolf reivindicaba una habitación propia para las mujeres, apuntando la necesidad de independencia económica y un espacio de emancipación. Su obra es un manifiesto sobre el papel de las mujeres en una sociedad diseñada por y para los hombres. Han pasado casi 100 años de esto y, a pesar de que han existido muchos avances, las estructuras patriarcales siguen permaneciendo en nuestra sociedad. Perdura esa construcción realizada por y para los hombres a la que las mujeres hemos accedido en cierta medida, pero en la que encontramos serias dificultades para progresar. Al tratarse de estructuras construidas sobre valores tradicionalmente masculinos se siguen reproduciendo estereotipos de género que suponen la base de la discriminación estructural hacia las mujeres.

Aún existen muchísimas mujeres sin la posibilidad de tener una "habitación propia", muchas otras han conseguido esa habitación, no sin dificultades. Han accedido al edificio de la política, la economía, el derecho, cuentan con una habitación propia, pero subir las diferentes plantas del edificio les resulta más difícil que a los hombres, chocan constantemente con los techos de cristal.

La política, la economía o el derecho, como muchos otros ámbitos, son espacios que han sido conformados por hombres y han sido ellos los que han ido determinando la manera de entrar, relacionarse, permanecer y progresar. Estos son espacios a los que las mujeres nos hemos ido adaptando pero que, una vez allí, tenemos que intentar transformar. Cambiar el uso de los tiempos, racionalizar las dinámicas, visibilizar referentes, atajar la brecha salarial, apostar por la corresponsabilidad, que la igualdad no sea únicamente una política social, sino una perspectiva transversal a todos los sectores de la sociedad son algunos de los retos que tenemos por delante.

El uso de la inteligencia artificial va a marcar la sociedad del futuro, como ya lo está haciendo con la del presente. Los algoritmos no son neutros y pueden reproducir, e incluso agravar, los sesgos existentes en la sociedad. El principal problema es que, a pesar de intentar que en el proceso de diseño de un algoritmo no se contemple la variable género, es decir, sea neutro, el resultado final puede ser sesgado. Si las bases de datos con las que se entrena el modelo están sesgadas, el resultado final también lo estará. Los algoritmos reproducen los sesgos de género presentes en nuestra sociedad, incluso los ya superados si utilizamos datos históricos.

Con las leyes pasa algo similar, pero tenemos mecanismos para controlarlo. Una ley puede haber estado redactada de una manera aparentemente neutra, pero en su aplicación, y debido a los sesgos existentes en la sociedad, puede existir una discriminación hacia las mujeres. Del mismo modo que en su momento se implementó para las leyes un informe de impacto de género que mira más allá de la norma observando el impacto de la misma, en el ámbito de la IA debería implementarse algo similar: el impacto algorítmico de género. Para detectarlo es necesario que todas aquellas personas que participen en alguna parte del diseño y desarrollo conozcan cuales son los sesgos y discriminaciones presentes en la sociedad para observar si se reproducen e intentar eliminarlos o minimizarlos al máximo.

La transformación digital de nuestra sociedad no puede estar al margen de las mujeres. Necesitamos conquistar también este campo en dónde encontramos pocas mujeres que se dediquen al diseño, implementación y desarrollo de productos y servicios de IA.

Las estructuras patriarcales presentes en nuestra sociedad (como ese edificio en el que muchas de nosotras ya contamos con una habitación propia desde la que estamos llamadas a transformar la realidad) deben cambiar y ser espacios que permitan la igualdad. Del mismo modo, el futuro que estamos construyendo no puede estar basado en todo aquello que intentamos superar o incluso en cuestiones ya superadas. Los sistemas basados en IA no pueden reproducir y amplificar estereotipos de género que puedan provocar discriminación en las mujeres, reforzando y perpetuando aquello que no permite alcanzar la igualdad real.

El Estado social y democrático de derecho ha permitido realizar grandes avances en materia de igualdad, no podemos permitir retrocesos. Estamos en plena transformación de ese edificio compartido, en el que los ascensores deben funcionar igual para todas las personas, un espacio en el que todas y todos podamos tener las mismas oportunidades y en el que además de poder transitarlo libremente podamos tener una habitación propia.