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Sobresaltos, venganzas y calabazas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el líder del PSC, Salvador Illa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el líder del PSC, Salvador Illa. / Manu Mitru

El ámbito de la política española es una carrera de obstáculos en sesión continua. Si no es pito es flauta. Y así suena el desconcierto permanentemente. La cara dura, los puntapiés, el intercambio de golpes y las maniobras de diferente signo están a la orden del día como puede comprobarse. Un sobresalto detrás de otro. La legislatura, eso sí, parece estable a pesar de todos los vaivenes. Los socios del Gobierno se comprometen a que así sea tras aprobar la ley de amnistía, aunque se prorroguen las cuentas públicas y no haya presupuestos.

La convocatoria anticipada de elecciones en Cataluña, el 12 de mayo, trastoca algunos planes después de que el presidente Pere Aragonés no haya sacado adelante las cuentas de la autonomía. Por cierto, las elecciones catalanas pueden alimentar a los socialistas y en particular al candidato del PSC, el líder Salvador Illa. Y algo más. Pasar página con cierta rotundidad y un proyecto que permita pluralidad frente a las «obsesiones identitarias» de otras formaciones políticas.         

Dadas las circunstancias, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, renuncia a los presupuestos del Estado para 2024 y la oportuna prórroga está servida. Ahora se trata de que la hoja de ruta económica, sin actualizar, perjudique lo menos posible a nuestro país. Mermará el gasto público y no hay que olvidar el impuesto a la banca y las energéticas. A ello se suma el cumplimiento del 3 % de déficit asumido con la Comisión Europea, que esgrime las reglas fiscales y los tiempos de exigencias. El Eurogrupo camina en esa dirección hacia 2025 con la idea de establecer una política presupuestaria ligeramente contractiva, evocando la receta de 2010-2012. Apretar los cinturones de unas economías que apenas crecen en la eurozona. Es decir, austeridad destinada a los sobresaltados de siempre.

El sobresalto en esta ocasión lo ha tenido Díaz Ayuso con la espinosa cuestión de su pareja. Cargar las tintas y echar balones fuera si es necesario son prácticas que domina bien la presidenta de la Comunidad de Madrid. Fraude fiscal, sociedades pantalla o estupendas comisiones por la compraventa de mascarillas durante la pandemia, entre otras lindezas. Dos pisos de lujo donde ella reside al parecer. Uno encima del otro y plaza de garaje. Y una bandera de España en el ático para redondear la jugada. ¡Todo por la patria! Amor fraudulento, claro, al igual que el de tantos otros de idéntica especie. El abogado de ese señor ofreció a la Fiscalía un pacto. Asumir la culpabilidad de los delitos contra la Hacienda pública a cambio de no acudir a juicio.

El caso Koldo aparte, que deberá ser investigado en profundidad, hay que ver cómo saltan las mentiras de algunos que pretenden transformarlas en verdad sistemáticamente. La corrupción ha sido el santo y seña de la derecha según lo que todo el mundo sabe, pero se permiten la osadía de apuntar masivamente con el índice acusador. Ahora resulta que lo del novio de Ayuso es una conspiración en toda regla contra él. Ya hubo un complot anti-PP en las falsas palabras de M. Rajoy sobre la Gürtel en 2009. Lo que tenemos actualmente es que la Agencia Tributaria, mejor o peor, funciona y pone en conocimiento de la Justicia esta clase de conductas que nada tiene que ver con el ejercicio de la libertad tan cacareada por la lideresa madrileña, cuya pareja está acusada de dos delitos fiscales y uno de falsedad documental.

Ella no es culpable, no, pero mentir a sabiendas es pecado. Las explicaciones dadas la ponen en evidencia. Alguien ha debido de filtrar la información, si bien no es ese el principal asunto. ¿Es veraz o no? ¿Es un defraudador fiscal? ¿Cómo se pagó el hogar, dulce hogar en el que vive la presidenta de Madrid? Dos años después del supuesto cobro fraudulento y de las denuncias por las mascarillas del hermano de Ayuso, hecho que puso de patitas en la calle al anterior presidente nacional de su partido, Pablo Casado, por obra y gracia de meter la nariz en el tejemaneje que se archivó, llega la venganza popular utilizando al exasesor del exministro Ábalos, Koldo García, en jaque, y extendiéndola a Pedro Sánchez.

Ya sabemos que la surrealista Ayuso afirmó, antes de que estallara lo de su pareja, que le daba asco que alguien se pudiera enriquecer en el peor momento de la pandemia. A esta señora, indudablemente, le «gusta la fruta». Pues sí. Le han dado calabazas.