Opinión | Análisis

Parque Jurásico

Diana Morant y Ángel Franco, en una visita reciente

Diana Morant y Ángel Franco, en una visita reciente / Alex Domínguez

1. El PSOE. El congreso del PSPV que acaba de concluir con la proclamación de la ministra Diana Morant como secretaria general del partido ha deparado una noticia sorprendente para Alicante, que con razón el director de este periódico, Toni Cabot, decidió llevar a su primera plana: la renovación es Ángel Franco. Mientras el flamante presidente del PSPV, el exalcalde de Elche Alejandro Soler, que antes fue vicesecretario general y aún antes miembro de una de las varias gestoras que penaron la travesía del desierto durante la anterior etapa de gobiernos populares (recuerdo, por seguir hablando de renovación); mientras Soler, digo, declaraba que Alicante tendrá una participación importante en el ¿nuevo? proyecto socialista, en el móvil llovían los mensajes de militantes y votantes resumidos en un «no tienen remedio». Franco vuelve a tener credenciales (el mando, jamás lo soltó) de dirigente del PSPV tres décadas después de salir de la ejecutiva a la que ahora regresa. El secretario general de Alicante, Miguel Millana, no está. La portavoz en el ayuntamiento de la capital, Ana Barceló, tampoco. Sale por la puerta de atrás: de presidir el partido a no tener asiento propio en una dirección en la que sus oponentes internos sí tienen voz y voto, y a pasar por la humillación de que a partir de ahora, de su labor municipal, tendrá que dar cuentas a Franco.

Si algo hay que reconocerle a este prócer socialista es su enorme conocimiento del PSPV y de sus dinámicas. Fue el primero que vio que esto no iba de preparar el partido para vencer a Mazón, sino de imponerse a los rivales dentro de la organización. Y en eso, en ganar congresos a costa de perder elecciones, es un experto, como tantas veces se ha demostrado. Y, además, no engaña a nadie. Ya se lo anticipó a mi compañera Carolina Pascual en la entrevista que publicamos el pasado domingo: «Morant y yo haríamos buena pareja en el futuro del partido». Morant tomó buena nota y el resultado está a la vista. El exsecretario general de la UGT, exdiputado, exsenador y exconcejal ha hecho bueno una vez más el cuento de Monterroso: cuando el dinosaurio despertó, Franco todavía estaba allí. Los militantes tienen todo el derecho a hacer con su partido lo que les venga en gana, para eso abonan las cuotas. Lo malo para ellos es que los electores suelen responder pagando con la misma indiferencia con la que perciben que se les trata. No digamos ya si lo que sienten es que se ríen de ellos. ¿Que Mazón es un hijo de Zaplana? Pero, hombre, ¡si cuando Zaplana llegó, Franco (Almanza, León, 1945) también estaba allí!

2. El PP. Repito la pregunta, tantas veces hecha aquí: ¿Barcala tiene un proyecto para Alicante? Es posible que sí, pero si es así lo sorprendente entonces es su empeño en no desvelarlo, seis años después de acceder a la Alcaldía, que se dice pronto. Hay cosas que se hacen bien, como la peatonalización de la avenida de la Constitución; otras que, siendo una iniciativa necesaria, dependerán de que se escoja a las personas por su capacidad y no por su mayor o menor relación con quienes mandan, como el nombramiento de los directores generales; y otras que siguen siendo, literalmente, de juzgado de guardia, como el abandono de las infraestructuras educativas. Digo por poner algunos ejemplos. Pero el caso es que ni lo que sale bien ni lo que se hace mal se entienden en ningún contexto. ¿Qué política de comunicación tiene la décima ciudad de España? La Asociación de la Prensa podría convocar un concurso para ver si alguien la descubre. El mantra ahora es que «Alicante está de moda». Pero ni sabemos por qué, si es que es así, ni tampoco qué vamos a hacer para aprovecharlo, suponiendo que así sea. Lo curioso es que el gobierno municipal cree que esta situación beneficia al alcalde. Y esgrimen como argumento que sigue al frente del Ayuntamiento. Hombre, también se podría decir que el PP, que desde 1991 nunca ha dejado de ser el partido más votado en Alicante, siempre que gobernó antes de Barcala lo hizo con mayoría absoluta y que Barcala, tras dos elecciones en las que se ha enfrentado a una izquierda rota, sigue sin conseguirla, lo que significa que no amplía su espacio político, se limita a beneficiarse de la vuelta al redil de quienes antes se fueron (Ciudadanos), pero ni siquiera todos: ahí está Vox para recordárselo. Alicante no tiene relato, que dirían los modernos. Pero si Barcala no aprovecha este mandato para construirlo habrá perdido la mejor oportunidad que tendrá nunca como alcalde de inscribir su nombre entre los que transformaron la ciudad o engrosar la lista de quienes simplemente se pasearon por ella. Ya tiene narices que haya que pedirle a un alcalde ambición. Pero, vaya, por mí que no quede.