Opinión

Se regalan dudas

Abstracción del paisaje

Abstracción del paisaje / Abstracción del paisaje

Cuando se vive instalado en el dogma se corre el peligro de sepultar las preguntas, de aniquilar las dudas, de matar la curiosidad y de olvidar la indagación. Al matar las preguntas, la búsqueda de respuestas desaparece. No es bueno confundir pereza de pensamiento con firmes convicciones. 

Por eso insisto tanto en la necesidad de poner en tela de juicio las prácticas, en la conveniencia de hacernos preguntas sobre ella, en la conveniencia de hacer autocrítica y de abrirse de forma valiente y humilde a la crítica. La duda es un estado intelectual incómodo, la certeza es un estado ridículo.

Escuché a la catedrática María Pla, creo que en una tesis doctoral en la Universidad de Barcelona, que una amiga suya, llamada Patricia Henderson, repetía con frecuencia en sus conversaciones expresiones de este tipo: “porque en mi opinión…”, “desde mi opinión…”, “según mi opinión…”. Un colega, sorprendido por esa costumbre, le preguntó por qué motivo lo hacia. Ella contestó:

- Porque dudo mucho. Me parece tan importante dudar que ya le he pedido a mi familia que, cuando yo me muera, el epitafio que se coloque sobre mi tumba diga lo siguiente: “En mi opinión, aquí yace Patricia Henderson”. Ni de eso siquiera podría estar segura.

Lety Sahagún y Aslhey Frangle, creadoras del podcast más seguido en México y uno de los más escuchados de habla hispana, han escrito un libro titulado “Se regalan dudas”. Habrá comprobado el lector que les he robado a las autoras el título para este artículo. Ellas dedican su obra a plantear preguntas sobre cuestiones relacionadas con el amor, las relaciones, la sexualidad, el cuerpo, la fe, el miedo, el éxito… Sobre dieciocho importantes problemas. Formulan una retahíla de preguntas al abrir cada tema y sobre ellas ofrecen opiniones suyas, de autores y de seguidores de su podcast.

Pondré un ejemplo para que el lector vea cómo se estructura el libro. Luego pondré yo uno de los que podríamos 

plantearnos para la mejora de la práctica docente. A continuación plantearé una notable diferencia entre lo que nos proponen las autoras del libro y lo que yo planteo sobre la mejora de la práctica profesional docente.

He elegido entre las dieciséis cuestiones que plantean las autoras la siguiente: ¿Cómo definirías la felicidad? ¿Y qué te hace sentir vivo o inspirado? Sobre ella formulan un catálogo de preguntas que voy a reproducir: ¿Has cuestionado tu idea de la felicidad? ¿Quién está a cargo de tu felicidad? ¿Existen unos pasos a seguir para ser feliz? ¿La felicidad es diferente para cada persona? ¿Qué te hace reír? ¿Cuándo has experimentado tanta alegría que te dio miedo perderla? ¿Eliges ser feliz o te toca ser feliz? ¿Qué te roba la felicidad? ¿Qué tanto te permites hacer lo que te gusta? ¿Qué has sacrificado creyendo que te iba a dar dicha? ¿Encontraste la felicidad en tu día a día? ¿Qué ilumina tu camino? ¿Qué te hace sentir viva (o)? ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste así? ¿Dónde encuentras inspiración? ¿Cómo se mide la intensidad de la vida? ¿Qué te está faltando hacer? ¿A quién admiras? ¿Cuándo fue la última vez que dijiste sí a una aventura?¿Qué o quién te motiva a crear cosas nuevas? ¿Puedes encontrar inspiración o sentirte vivo en tu zona de confort? 

Después de la enumeración de preguntas aparecen las opiniones de las dos autoras. Después escriben, más brevemente, un médico, una pediatra, una emprendedora, una diseñadora, varios estudiantes, una psicóloga, varias personas anónimas, un dentista, un fotógrafo… Cada uno aporta su experiencia o su opinión al respecto. Y, finalmente, deja una página en blanco para que el lector pueda escribir lo que desee. Las autoras invitan a la participación de los lectores y lectoras con estas palaras: Este libro no estaría completo sin tu respuesta.

Preguntas y respuestas y preguntas. Ese debería ser el subtítulo de cada libro. Trate sobre lo que trate. Porque es probable que ofrezca interesantes respuestas a algunas preguntas pero seguramente en esas respuestas se encuentre el germen de nuevas preguntas.

Voy a elegir una cuestión relacionada con la acción docente. Me refiero a la evaluación. Hace muchos años mi amigo y compañero Juan Manuel Álvarez, catedrático de Didáctica de la Universidad Complutense, elaboró hace años un catálogo de preguntas sobre evaluación, que ahora no tengo a mano. Recuerdo que la lista era larguísima. Creo que sobrepasaba el número de 150... Estoy seguro de que muchas de ellas, despertaron interrogantes en los lectores y lectoras que no se habían planteado anteriormente. Recuerdo que aquella iniciativa me pareció tan novedosa como sugerente.  

Formularé a continuación algunas preguntas sobre la evaluación de los aprendizajes realizados por el alumnado: ¿La evaluación que realizo es educativa para mí y para los evaluados? ¿Las tareas de la evaluación son ricas intelectualmente o son pobres? ¿Participan mis alumnos en la evaluación? ¿Hacen autoevaluación de sus aprendizajes? ¿Los instrumentos de evaluación son sensibles para captar la complejidad? ¿Cuál es la principal finalidad de la evaluación que realizo? ¿A quién atribuyo el fracaso de mis alumnos en el aprendizaje? ¿Conozco los sentimientos que viven mis alumnos antes y después de la evaluación? ¿Dialogo con los padres/madres de mis alumnos y alumnas? ¿Me preocupan los efectos secundarios de los resultados de la evaluación? ¿Realizo alguna vez profecías de autocumplimiento sobre un alumno, sobre un pequeño grupo o sobre toda la clase? 

Hay una diferencia notable entre el planteamiento de las autoras del libro al que he hecho referencia y el que hago respecto a las preguntas o dudas que he formulado. La respuesta no es exclusivamente intuitiva sino que está basada en la investigación, es decir en el rigor. Cuando se habla de investigación se piensa en grandes muestras, en complejos diseños experimentales en los que se controlan las variables y en la que se analizan los datos a través de complejos aparatos estadísticos. No es así. Cuando un profesor formula preguntas y trata de responder con rigor a las mismas, está investigando.

La investigación genera, de manera inexorable, comprensión y la comprensión pone en marcha mecanismos de innovación que mejoran la práctica.

Insisto muchas veces en la necesidad de hacerse preguntas, de cuestionar lo que hacemos, de poner en cuestión los éxitos y los fracasos. Existen diversas causas que bloquean el planteamiento de interrogantes: 

  • La presión de los modelos: cuando los modelos propuestos o impuestos son muy poderosos es difícil cuestionarlos. El comportamiento lleva a reproducir esos modelos sin ponerlos en cuestión. Quien no los imita recibe el rechazo o el castigo de la institución.
  • La influencia de la rutina: si se tiene como criterio de bondad el hecho de hacer las cosas como siempre se han hecho, será muy difícil poner en cuestión lo que se hace. La rutina es el cáncer de las instituciones.
  • La presión social: cuando todos hacen lo mismo resulta muy problemático poner en tela de juicio lo que se hace y quien se sale del patrón de comportamiento es cuestionado. Son muy conocidos los experimentos del sociólogo Asch sobre la influencia de mayorías unánimes sobre individuos discrepantes.
  • Las malas condiciones: cuando no existe tiempo para reflexionar, para investigar, para dialogar, para evaluar lo que se hace, es muy difícil cuestionarse y dudar. Cuando la innovación es menos valorada que la tradición. Cuando quienes se salen de la norma son criticados o perseguidos, se repetirán de forma inexorable las formas de proceder.
  • La comodidad: la pereza intelectual está en el origen del establecimiento de muchas rutinas. Pudiendo hacerlo como siempre ¿por qué nos vamos a tomar la molestia de mejorarlo? ¿pudiendo no hacer nada, ¿por qué vamos a esforzarnos? Algunos confunden pereza de pensamiento con firmes convicciones.
  • La lógica de autoservicio: es un mecanismo intelectual que consiste en hacer hablar a la realidad para que nos de la razón. Es decir, que existen formas ingeniosas de explicar el fracaso de manera interesada. La profesión docente es una de las que más se presta a echar la culpa del propio fracaso a otras personas o a determinadas circunstancias.

Dice un proverbio chino: “El que hace una pregunta es un tonto por cinco minutos, y el que no la hace sigue siendo un tonto para siempre”. Pues nada, a hacer preguntas inteligentes.