Opinión | Crítica de teatro

Oscura sonoridad

Toni Acosta y Omar Ayuso en una escena de El sonido oculto

Toni Acosta y Omar Ayuso en una escena de El sonido oculto / Teatro Principal

El modo narrativo es un recurso eminentemente teatral, de ruptura de las leyes clásicas, que se basan en la ilusión y la identificación, y que tiene lugar en los varios planos de la representación. Dramatúrgico, interpretativo, en cuanto a que los personajes se muestran y no se viven exactamente, y el diseño simbólico de la escenografía. Todo ello se deja ver en El sonido oculto (2019), del estadounidense Adam Rapp. Adaptada y dirigida por Juan Carlos Rubio, uno de los nombres frecuentes en la programación del Principal. Esa argucia escénica es el elemento más notable de una obra de suspense, muy sombría y con un lenguaje que se recrea en lo oscuro de una grave enfermedad y en la idea del suicidio asistido. Una profesora de escritura y un estudiante, que busca inspiración para su novela, hablan y hablan, y ella le solicita un singular favor. Cada uno tiene sus propios obstáculos. Y se presenta un homenaje a la literatura como vehículo de revelación de experiencias, sentimientos, sensaciones o descripciones, con evocación de escritores y títulos literarios. La espesura verbal fatiga durante unos 80 minutos. Porque todo es una acumulación de palabras en forma de monólogos, narración y diálogos con la meticulosidad que impone la dirección de Rubio. Sí. Esto es lo que hay. ¿Gusta e interesa? Cada espectador tendrá su criterio. La actriz Toni Acosta expone. Relata al público y Omar Ayuso queda inmóvil. Y actúan. Ella lleva en sus hombros el peso de la interpretación muy correctamente, sin que eso estimule el interés del texto. El joven actor se muestra seguro, dentro del carácter de las escenas donde interviene. Los dos establecen ese vínculo emocional en un ambiente apropiado con el destartalado espacio escénico de Curt Allen y Leticia Gañán. El diseño de iluminación de Nicolás Fishtel y la música original de Mario Marín contribuyen a lo que pretenden la pieza de Adam Rapp y la puesta en escena de Juan Carlos Rubio. ¿Cómo termina la historia? Dejemos el misterio sin resolver.