Opinión | LA PLUMA Y EL DIVÁN

Culpas y almohada

El ejercicio contra el estrés que te ayudará a dormir mejor.

El ejercicio contra el estrés que te ayudará a dormir mejor. / PIXABAY

No me negarán que desde el «he dormido a la pata la llana» hasta el «no he pegado ojo» hay un largo camino que tiene mucho que ver con los estados de ánimo y, mucho más, con aquello que el profesor Castilla del Pino ilustró con sabiduría y erudición en su obra La culpa.

Cuando replegamos velas, después de una dura jornada de trabajo donde las rutinas, los altibajos y los vaivenes nos han hecho zozobrar o han impulsado el espíritu luchador hasta altas cotas, lo único que buscamos con verdadero afán y anhelo es el merecido descanso, pero un descanso tranquilo, sin sobresaltos, sin pesadillas ni enervaciones.

El de conciencia tranquila tiene muy claro que se someterá a los efluvios de Morfeo sin ningún resquemor, sabiendo a ciencia cierta que será bien tratado a lo largo de esas horas de descanso del cuerpo y del alma.

Coincide que son los que están exentos de culpa por acción y omisión y, por ello, cuentan con el derecho y la recompensa de disfrutar de la máxima relajación en la noche.

También están los que se desmarcan desde el polo negativo, los descorazonados, los psicópatas, los que carecen de conciencia, los que no tienen la capacidad de reconocer la culpa por evidente y flagrante que esta sea, que les permite dormir a pierna suelta, aunque hayan cometido la mayor de las atrocidades.

El asesino ensoñará su asesinato una y otra vez sufriendo el recuerdo de su monstruosidad en la vigilia que se agudizará a la hora de compartirlo con la almohada.

El juez que tiene la certeza de haber truncado la ley con la propia ley perjudicando a terceros, padecerá la tortura silenciosa de ser culpable ante sí mismo, lo que lo llevará al pozo de la noche en vela.

El religioso que esconde pensamientos de descortesía hacia sus creencias y es incapaz de redimirse con cilicios o castigos, penará su culpa en la soledad de la noche, pero con los ojos abiertos al mundo.

El político que camufla sus corruptelas entretejiendo soflamas indescifrables pasará a engrosar la lista de los condenados a penar en la oscuridad, pero sin perder la conciencia.

El arrepentimiento, sea en estado agudo o crónico, no es suficiente para vencer la culpa, normalmente por falta de autenticidad, como aseveraba Castilla del Pino.

Puede que lo más recomendable a la hora de enjuagar errores sea la autocomplacencia, el autoengaño o la reducción de importancia de todo lo que pensemos que pueda generar culpa, como inmejorables inductores del sueño.