Opinión

No es un ascenso, es un sentimiento

El día del ascenso del Hércules en un Rico Pérez abarrotado

El día del ascenso del Hércules en un Rico Pérez abarrotado / A.A./J.N./A.D.

Llevamos años escondiendo vergüenzas. Sobre todo, los dos últimos. Reconozco, y no soy el único, que cuando alguien me preguntaba últimamente en qué categoría militaba el Hércules -cuestión, en sí misma, muy insultante- yo salía con un eufemismo que, por nuevo y desconocido, siempre me servía de escape: En Segunda RFEF.

Con ese calculado giro conseguía salir por la tangente y despistar, o al menos así lo creí, y al mismo tiempo, evitaba dar carrete a una conversación que no me interesaba prolongar lo más mínimo y que a buen seguro se hubiera alargado si en lugar de salir por peteneras pronunciando siglas hubiera expuesto la realidad con toda su crueldad: Estamos en cuarta.

Dicho esto, me viene a la mente que siempre sostuve que jamás celebraría un ascenso a Segunda B (ahora Primera RFEF) con una visita a Luceros. Pensaba que ese logro, para el Hércules, no podía ser motivo de festejo sino una obligación. Hasta este domingo. Porque ahora sé que el herculanismo se traduce en pasión, en un sentimiento que va más allá de las categorías. Estuve en el estadio Rico Pérez antes, durante y después del partido, di la vuelta a Luceros en pleno festejo horas después del ascenso, y estoy convencido de que las lágrimas derramadas, los abrazos dados, los besos espontáneos y las sonrisas plenas que vi en centenares de rostros, jóvenes y maduros, no hubieran sido diferentes en caso de que el ascenso hubiera sido a Segunda, a Primera o, incluso, a una clasificación para la Champions. Lo que se ha visto en Alicante se cimenta con orgullo, con pasión, se trata de sentimiento. Puro, purísimo. Y había ganas de expresarlo. Ya tocaba.