Opinión

Total, es gratis

Alumnos en el aula de un colegio.

Alumnos en el aula de un colegio. / Agencias

La realidad de la EGB enseñaba que, si no estudiábamos, no aprobábamos, o que, si olvidábamos una fecha de entrega importante, aquel tren no volvía a pasar. En definitiva, y aunque nuestros padres y abuelos podrían considerarse espartanos a nuestro lado, debíamos conocer desde bien temprano y de primera mano lo que valía un peine. Hoy, muchos de nuestros alumnos no saben lo que cuesta nada de lo que portan en sus mochilas.

La gratuidad de los libros en la Enseñanza Obligatoria figura en el Estatuto de Autonomía de Andalucía como derecho para todos los alumnos matriculados en centros docentes sostenidos con fondos públicos. Ello se materializa mediante el ‘Programa de Gratuidad de Libros de Texto’ de la Consejería de Educación. No habría ningún problema en este sistema de préstamo, si cuantos se benefician de él fuesen conscientes de que dichos manuales no caen del cielo. Seguramente, aumentarían la preocupación por y el respeto hacia unas guías que, si se abren y se ventilan de vez en cuando, ofrecen vistas de incalculable valor.

Es obvio que este uso compartido supone un importante ahorro económico para aquellas familias que, de otro modo, no podrían legar a sus hijos la mejor de las herencias. Sin embargo, tras observar el comportamiento de quienes, en el mejor de los casos, pasean los libros, creemos que este sistema provoca que lo que no se ha sudado deje de ser valorado. Una prueba sería el siguiente caso real: ‘Por la mañana tengo clases de lujo gratis, pero no atiendo; por las tardes pago y me entero mejor’. Sigan ignorando la película matutina: total, es gratis.

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