Para mí, sigue siendo una auténtica gozada el leer el periódico las noticias nacionales, internacionales y locales, pero son los artículos de opinión y de los lectores lo que priorizo, ya que me predisponen a pensar, acción que aconsejo a todo el mundo: es económico y nos ayuda a desarrollarnos, por ahora, aunque existe el peligro de que venga una lumbrera, como el que puso un impuesto al sol, y nos ponga otro por poder tener la libertad de pensar.

Viendo el incremento de la subida desmesurada de los precios por la invasión a Ucrania: petróleo, huelga de transportistas, harina y sus derivados, pescado, carne, leche ... y un largo etcétera pensé en hablar con mis amigos del descafeinado y sacarina para contarles un pensamiento. Dice así:

Érase una vez un país donde existía solamente un edificio muy alto, que era el único, donde vendían todos los productos existentes. Allí pagaban a los trabajadores en el único banco que era, como todo, de los dueños del edificio que solamente pensaban en atesorar y atesorar dinero y más dinero que, por ende, les otorgaba poder y más poder. Un día, estos oligarcas y sus rémoras decidieron esclavizar, más todavía, a los que vivían fuera del único edificio subiendo el precio de sus productos. Ante la necesidad de poder alimentarse no tuvieron otra opción que ir al edificio y comprar llegando el día en que se terminó el dinero. Empezaron a pensar y pensar. Uno de ellos dijo: tenemos dos soluciones, no comprarles más o destruir el edificio y empezar de cero.

Probablemente y, con toda seguridad, habrá más soluciones y todas pueden aflorar si nos ponemos a pensar.

De una cosa estoy seguro: es mentira cuando se dice que todo lo que sube baja. Desde antes de la pandemia, durante y ahora, casi todos los productos han subido, y no poco, exceptuando la de los salarios. ¿por qué será? Ejercitemos uno de los pocos derechos que nos quedan: pensar.