En cierta ocasión, alguien dijo que “El tiempo todo lo borra”. Y, alguien, también, parafraseando la opinión, aprovechó para afirmar que “El pensamiento –que no el cerebro- no olvida nada”. Honradamente, debo inclinarme por la segunda aseveración. Y lo manifestó así, precisamente, debido a que mi edad es bastante considerable y la experiencia me lo va demostrando.

Estas letras son de gratitud, ya que me resultaría imposible realizarlo personalmente con aquellas personas que, a pesar de los años transcurridos, ayer miércoles, en el Ayuntamiento, con motivo de la presentación oficial de la Revista “Noventa años de júbilo y tradición”, en cuyo acto, al que asistí gentilmente invitado, recordaron mi trayectoria de más de veinte ejercicios, en el mundo de las “barracas” y mi paso por la Comisión Gestora que rige los destinos de las Hogueras, desempeñando el cargo de Vicepresidente y, delegado de Barracas, junto al inolvidable y gratamente recordado, presidente, Conrado Albaladejo Tello. En aquellas fechas –década de los 90 del pasado siglo- llegamos a superar el centenar de recintos instalados en calles y plaza alicantinas.

No pretendo alardear de mi época de militancia, interpretando gustosamente el papel de “camarero de la Fiesta”, haciendo honor así, a mi creencia de que el “barraquer” es un “diamante en bruto, en el hermoso y deslumbrante almacén de piedras preciosas”, que conforman las fiestas de “Les Fogueres de San Chuan”. Es que también, ayer, mi corazón se entristeció, al comprobar el alarmante descenso que ha experimentado la participación de las “barracas”, en el conjunto generalizado de la “fiesta del fuego”.

Desde aquí y aunque mi voz no posea el eco necesario, formulo un llamamiento serio y espontáneo, a la par que riguroso y honesto, dirigido a los indecisos, los apartados, los verdaderos gladiadores y paladines de las “Barracas”, al objeto de que vuelvan por sus fueros y apoyen el resurgimiento de esta parcela, tan necesaria en la Fiesta, sobre todo, como soporte y estímulo de la noche alicantina.