Cuidados intensivos

Estatua del antiguo filósofo griego Sócrates en Atenas.

Estatua del antiguo filósofo griego Sócrates en Atenas. / INFORMACIÓN

Carlos Andrés Romero López

La filosofía agoniza. Es una enferma terminal, abandonada a merced de directrices estatales, confinada al último lugar entre los jóvenes que antaño la buscaban enamorados de la sabiduría. ¿Dónde están los filósofos? ¿Por qué callan ante la avanzada de la ignorancia? ¿Permanecen ocultos interpretando el mundo detrás de la comodidad de sus escritorios?

La muerte de la filosofía, si acaso llega a producirse, significará el más terrible anochecer del pensamiento, oscurantismo de las ideas, estrangulamiento del ser. Quienes amamos la vida y los cuestionamientos que ella plantea a la existencia humana, tenemos el deber de mantenerla viva, acercarla a los que la ven como un asunto aburrido, mostrar que brinda herramientas efectivas a fin de vencer cualquier intento de adoctrinamiento. Es vital ejercer resistencia a los engaños del poder. Pensar, y actuar en conformidad, no es exclusivo de académicos.