Atrapado en el caos que atenaza a una Generalitat en bancarrota y pendiente del goteo judicial que generan día a día las investigaciones por corrupción, a José Císcar, escudero de Alberto Fabra como vicepresidente del Consell y gestor a distancia del PP de Alicante, sólo le faltaba enredarse en otros dos frentes: el malestar de un buen número de alcaldes de la provincia; y el pulso soterrado que mantiene con Serafín Castellano, segundo de a bordo de Fabra en la cúpula regional popular. Sin margen para dejar de lado una labor en el Consell que le absorbe por completo, a Císcar se le ha abierto la brecha de sus cargos locales, que se sienten descontentos con la Generalitat y desprotegidos tanto por el PP como por la Diputación; pero también la de Castellano, una vieja disputa que ahora se retroalimenta con los movimientos del también conseller de Gobernación en la provincia.

Hace una década, José Císcar ni militaba en el PP. Hoy, quizá junto a la consellera María José Catalá, es el principal báculo que sostiene a Fabra. Su dedicación "full time" a la Generalitat ha avivado el enfado de los alcaldes del PP en la provincia, un gremio clave para mantener la calma en las filas populares. Cuando Císcar fue nombrado delegado del Consell en Alicante para horadar desde la Casa de las Brujas el poder de Joaquín Ripoll en la Diputación y en el PP, sus puertas y su teléfono estaban abiertos para todos los alcaldes. Entonces, incluso, podía "tirar" del presupuesto del Gobierno para repartir inversiones locales. Pero ahora instalado en el poder, con las arcas autonómicas arruinadas y concentrado en su rol de vicepresidente con plenos poderes, todo eso, crisis mediante, ha cambiado de arriba a abajo.

Entre alcaldes populares de la provincia, pese al cambio de decorado, se ha extendido una sensación de desamparo. Císcar es ahora número dos de la Generalitat con competencias en Presidencia, Agua y Agricultura, además, de la portavocía; ejerce de presidente "de facto" del Valencia CF, algo que ha deteriorado notablemente su imagen, especialmente, en la capital del Turia y sus comarcas; es el principal paladín de Fabra en los debates de las Cortes; y ahora, por si faltaba algo, es el jefe de la empresa que gestiona el aeropuerto "sin aviones" de Castellón. Enfadados por los impagos de la Generalitat, críticos con una ley impulsada por Rajoy que los coloca en una situación muy complicada y mirando de reojo a una Diputación que, con Luisa Pastor, ha perdido muchísima capacidad de maniobra, a los cargos locales del PP ni siquiera les queda el recurso al partido, gestionado, en la práctica, por un equipo, encabezado por José Juan Zaplana, que ejerce por delegación y trata de tapar las vías de agua de la nave popular. A muchos de los alcaldes, Císcar no tiene tiempo, se quejan, ni de atenderlos por teléfono, en un momento crítico para el municipalismo. "Pepe tiene que mover ficha. Aquí ahora mismo no está. Debe empezar a ejercer", apunta un veterano dirigente del PP que, además, recuerda que la clave del control de la organización popular y de una posible remontada en la cita electoral de 2015 pasa por los municipios.

Pero junto al resquicio, por ahora todavía de impacto moderado, que se le ha abierto a Císcar entre sus alcaldes, ha empezado a tomar cuerpo otra hendidura que alimenta también la eterna brecha con Serafín Castellano, al frente del aparato regional del PP en su condición de secretario general. En la cúpula de los populares alicantinos no agradan ni un ápice las formas de Castellano. Desde que fue elegido secretario general del PP en el congreso de Alicante, hace ahora un año, sus apariciones en la provincia han sido mínimas. Sus visitas a la sede alicantina se pueden contar con los dedos de una mano. Y sobran. Por contra, sin embargo, la asistencia de la cúpula de Alicante al comité de dirección regional -convocado por Castellano todos los lunes- es muy frecuente.

Pero el secretario general del PP también se ha movido en otros frentes. Desde la cúpula alicantina se "quejan" de que Castellano delegue en Miguel Ortiz, uno de los cuatro vicesecretarios y antiguo hombre fuerte de Ripoll, casi toda la representación de la dirección regional del PP en la provincia cuando, sin embargo, el cargo más importante de Alicante en la dirección autonómica es el alcalde de Calp y vicesecretario general, César Sánchez, de la estricta confianza de Císcar. Una maniobra de Castellano que fuentes del PP de Alicante atribuyen casi en exclusiva a un intento del segundo de Fabra en la estructura popular de sumar peones en la provincia entre sus viejos amigos zaplanistas como contrapeso a Císcar con el objetivo de estar bien situado dentro del incierto futuro que se avecina en las filas populares con vistas a 2015.