Entrevista | Jordi Sevilla Exministro y autor del libro "Manifiesto por una democracia radical"

"El personalismo de la política española hace que cualquier discrepancia sea vista casi como la de un traidor"

El exministro de Administraciones Públicas durante el gobierno de Zapatero y autor de «Manifiesto por una democracia radical», Jordi Sevilla, presenta este lunes su libro en la sede de la UA de la calle San Fernando de Alicante (19 horas)

Jordi Sevilla, en un acto reciente.

Jordi Sevilla, en un acto reciente. / FERNANDO BUSTAMANTE

C. Pascual

C. Pascual

PREGUNTA: «Manifiesto por una democracia radical» gira en torno a los actuales populismos...

RESPUESTA: El libro intenta entender por qué se produce el fenómeno del populismo, que está muy vinculado a cabreos ciudadanos, a enfados, a desilusión, al desengancho del sistema. Hemos ido generando un relato, como se dice ahora, sobre la democracia, el capitalismo, la globalización que no ha resultado totalmente real. La globalización ha tenido damnificados, que no nos habíamos dado cuenta y no habíamos previsto. Hay un auge muy importante de los autoritarismos: apenas el 8% de la población mundial vive en democracias plenas. En el libro intento entender por qué de repente Trump ha sido presidente y puede volver a serlo o por qué Europa se encuentra con un ascenso de los populismos de derechas y de izquierdas muy importante, por qué Putin está como está. Lo que vengo a decir es que la solución es más y mejor democracia en un contexto en el que los valores occidentales están siendo muy cuestionados. Y ahora me preocupan las elecciones europeas. Estamos viviendo uno de los momentos más críticos de los últimos cincuenta años de la historia de Europa y tengo la impresión de que nos seguimos mirando el ombligo de manera preferente. 

Habla de las europeas del 9J, que están a la vuelta de la esquina. Se da por hecho que la ultraderecha será protagonista.  

Más que el ascenso, la consolidación. En España, Vox no está ascendiendo, pero tampoco decae. Es evidente que los adversarios de los derechos humanos no están solo fuera, también los tenemos dentro.

Quien no se ha consolidado ha sido Podemos, que está camino de su desaparición definitiva, en contraste con la situación de Vox. 

El populismo se contagia y yo creo que el PSOE se ha contagiado, y hablo de mi partido. Fue un giro a la izquierda que se dio para evitar que le quitaran electores por ahí y ahora se ha instalado una cierta manera con rasgos populistas, entre ellos un excesivo culto a la personalidad. Y en el caso del PP ha pasado lo mismo, cuesta mucho distinguir lo que dice Feijóo de lo que dice Vox. En Madrid es exactamente el mismo discurso. De hecho, una de las características que siempre habíamos agradecido a Fraga en España, que había integrado a la extrema derecha dentro de su partido, ha dejado de ser ya así. La derecha española, como durante todo el siglo XIX y el XX, sigue dividida en una fracción dura y otra más dura todavía.

Habla de construir una nueva alternativa política. ¿Qué papel cree que debe desempeñar el PSOE en la lucha contra los populismos, ahora desde el Gobierno? 

Yo esperaba que después del anuncio de la reflexión de los cinco días famosos, Pedro Sánchez volviera no sólo con una reflexión sobre que ya hemos llegado demasiado lejos, sino con un compromiso de que el gobierno jamás iba a entrar ahí y además pidiéndole a Feijóo establecer unas nuevas reglas del juego. Aunque todo eso son síntomas, pero la enfermedad está por debajo. Y es que de alguna manera el PP considera que cuando él gana las elecciones es a base de desanimar a los votantes del PSOE y el PSOE cree que para movilizar a sus votantes solo lo puede hacer dándole patadas en la espinilla al PP. Y eso es un error. Pero no lo digo desde el buenismo. Si se hace una lista de todos los problemas políticos que están en este momento pendientes en España, todos requieren pactos: desde el Consejo General del Poder Judicial, la financiación autonómica, la gestión integral del agua… ¿Qué ocurre? Que si no hay pactos, se podrán ganar elecciones, pero los problemas no se resolverán. Y eso retroalimenta el cabreo, el enfado y el desánimo de los ciudadanos. Yo creo que el gobierno debería de tomar la delantera y proponer un código de comportamiento parlamentario y político a Feijóo. Y tendría que comprometerse a asumirlo y exigirle a Feijóo que lo asumiera, y a partir de ahí empezar a sentarse en la mesa con una lista pública de diez temas.

El fenómeno del populismo está muy vinculado a cabreos ciudadanos, a enfados, a desilusión, a desengancho del sistema

Cuesta imaginar, en este contexto político, a dirigentes del PP y del PSOE sentados en público en busca de consensos. ¿A usted no? 

Ahí también entra el movimiento de la sociedad civil, que yo creo que en algún momento tendrá que movilizarse, como han hecho las grandes empresas alemanas frente a la ultraderecha. Las empresas también debe comprometerse públicamente por la defensa de los valores democráticos.

¿Ve extrapolable a España ese paso adelante de las grandes empresas alemanas? 

No, pero me gustaría. Y como a pesar de todo yo todavía sigo soñando. No lo veo posible, pero lo veo necesario. Puede ser una utopía, pero merece la pena pelear porque la alternativa es el desastre. 

Como economista, ¿cómo explica que la economía española viva un buen momento, con previsiones en positivo, pese al barrizal en el que habita la clase política? 

Porque afortunadamente hemos llegado a ese punto que hace veinte años envidiábamos de Italia, de que las crisis políticas no se traducen en crisis económicas y crisis sociales. Y porque creo que los gobiernos nacionales influyen mucho menos en el desarrollo económico de lo que les gusta presumir.

Usted, como valenciano que ve la Comunidad con cierta distancia al vivir en Madrid, ¿cómo ve el cambio de ciclo en el PSPV, con la marcha de Puig y la llegada de Morant, aupada desde Ferraz?

Conozco poco a Diana Morant, no tengo opinión, ni buena ni mala. Para mí que haya sido alcaldesa es un valor y además tiene una posición en el Gobierno que le da cierto impulso de conocimiento. Puede reunir los elementos suficientes para ser una alternativa, aunque el hecho de ser nueva con un partido que está todavía con el síndrome ‘post Ximo’ no facilita mucho la tarea.

Estamos en uno de los momentos más críticos de los últimos cincuenta años de la historia de Europa y nos miramos el ombligo

Siguiendo con expresidentes… ¿Le sorprende el papel clave de Zapatero ante el 23J, y que sigue jugando en el tablero político? 

Me sorprende que haya hueco político para que haga ese papel tan relevante. No me sorprende por él, porque es un hombre que cree firmemente en lo que dice. Me gustaría, no obstante, que el país y el liderazgo de Pedro Sánchez no necesitaran ese esa inyección de refuerzo. 

Habla del liderazgo de Pedro Sánchez y del culto a la personalidad. ¿Tiene usted también vértigo ante la falta de alternativa para el día después de la era Sánchez?

Está ocupando tanto espacio el liderazgo de Pedro que pensar en una alternativa produce vértigo. Hemos consolidado un tipo de liderazgo posiblemente mayor que en ninguna otra época, incluso con Felipe González. Hemos generado una estructura interna en la que no hemos sabido acompañar las primarias de mecanismos de control. Y el personalismo en el que está cayendo la política española hace que cualquier discrepancia, como la manifiesta Lambán, García-Page o yo mismo, sea vista casi como la de un traidor. 

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