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Tatuajes: Una decisión que ya no es para siempre

El tatuaje se ha convertido en una opción estética tan popular y válida como cualquier otra; ha derribado viejas barreras y protagoniza incluso programas de televisión. Su extensión, en los últimos veinte años, ha sido imparable. Más grandes, más elaborados, más colores y muchísimas más personas. Pero también, una necesidad cada vez más común: eliminarlos.

En Centro Dermatológico Estético, y en la Unidad de Láser de Pigmentos en concreto, somos testigos de este interés. A medida que el tatuaje se popularizaba aumentaban las preguntas de los pacientes por conocer el proceso para eliminarlos. ¿Los motivos? De todo: por cuestiones laborales, jóvenes para los que el tatuaje ya no les representa, etc. Las motivaciones para eliminarlos son tan variadas como los diseños o razones para hacérselos.

Sin embargo, sí que existe una constante: el cómo. A día de hoy, la mejor opción para eliminar un tatuaje por completo es recurrir al tratamiento láser. Se trata de láseres tipo Q-Switched que producen un efecto de fototermólisis. Esto significa que la luz del láser impacta sobre la tinta, sobre los pigmentos exógenos de la dermis, y la destruye, la fragmenta y divide en partículas más pequeñas. Parte de estos fragmentos sube a la superficie de la piel en forma de unas pequeñas costras y otra parte es absorbida por nuestro propio cuerpo a través de unas células llamadas macrófagos. De este modo, la tinta se degrada poco a poco, pierde su color, pero no quedan manchas residuales.

Este tratamiento es válido incluso para tatuajes grandes o a color. Es cierto que cuánto más elaborado esté un tatuaje (tamaño, objetos, variedad cromática, etc.) más complicado será eliminarlo. A más tinta, mayor dificultad. Sin embargo, y al igual que los diseños se han complicado cada vez más, también la tecnología ha evolucionado. Con las sesiones suficientes y gracias a láseres específicos podemos eliminar la mayor parte de tatuajes, incluso aquellos que contienen colores rojos y amarillos que son los más difíciles. El resto de tintas rara vez presenta mayor complicación.

Este método sirve para todo tipo de tatuajes, incluidos los caseros o los médicos ya que al final también están producidos por tintas. Es el caso de por ejemplo los tatuajes clínicos que se utilizan para marcar los puntos de la radioterapia. Son muchos los pacientes que, en cuanto han terminado el tratamiento, buscan, desean, eliminar esa marca y con ella cualquier recuerdo de la enfermedad.

Por lo tanto, sí. Es posible eliminar por completo un tatuaje. Además, hoy en día tenemos un índice bajísimo de cicatrices. El principal efecto secundario es la posible aparición de lesiones hipopigmentadas -falta de color en la piel- en la zona del tatuaje. No obstante, existen recursos para solucionarlo. Dentro del propio Centro Dermatológico Estético y en consonancia con nuestro enfoque médico global, los pacientes pueden acudir a la Unidad de Fototerapia donde cuentan con los conocimientos necesarios para intentar dar color a esas «manchitas» que pueden aparecer tras eliminar la tinta.

Aunque si existe una clave para el éxito al «borrar» un tatuaje esa es la constancia. Es un proceso largo. Entre cada sesión de láser debe transcurrir un periodo de entre seis y ocho semanas. Siempre depende del tipo de tatuaje, pero aproximadamente para poder borrarlo por completo se requiere de un año y medio. Es un resultado a medio plazo y por eso considero que es fundamental informar correctamente al paciente, tanto del coste como del tiempo. Porque si bien es un proceso lento, los resultados -a la vista está- merecen la pena.

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