Este ha sido el eje de una conferencia impartida en un seminario sobre "La inteligencia emocional en el ámbito de la salud" organizada por la Fundación Mutua Madrileña y que ha reunido a expertos nacionales e internacionales para abordar estos asuntos a medio camino entre la filosofía, la psicología y la sociología.

En la primera jornada del seminario también ha participado el psicólogo e investigador de la Universidad de Yale (Estados Unidos), quien ha subrayado la importancia de las emociones y su reconocimiento y gestión en las relaciones sociales y laborales.

En su intervención, Marina ha planteado que "la felicidad es la armoniosa satisfacción de tres grandes necesidades": el bienestar personal, la vinculación social y la sensación de progreso.

El bienestar es la satisfacción por cada individuo de sus propias necesidades personales, ha argumentado Marina, quien ha advertido de que un excesivo énfasis en este aspecto deriva en hedonismo, egocentrismo y el aislamiento de la sociedad.

"Y ese es el principal problema actual de los jóvenes, que hemos insistido tanto en la idea de felicidad personal que les estamos intoxicando de comodidad", ha dicho.

La vinculación social es la necesidad de vincularse afectivamente con otras personas, un aspecto "que casi siempre implica perder algo de bienestar", como en el caso de tener que ceder a los deseos o necesidades de la pareja como forma de mantener una convivencia agradable.

En tercer lugar, Marina ha señalado la necesidad de "sentir que progresamos, de que merece la pena lo que hacemos, de sentirse satisfecho de participar en un proyecto más grande que nosotros", un fenómeno que, por supuesto, también implica una pérdida de bienestar personal.

Fue entonces cuando Marina advirtió de que el culto a la felicidad entendida como bienestar personal se está convirtiendo en un problema para la sociedad al fracturar las relaciones entre personas.

"Quien se centra sólo en su propio bienestar no es capaz de mantener una relación con otra persona y saldrá corriendo ante cualquier situación complicada", ha subrayado.

"Sólo el uso racional de la inteligencia, la búsqueda de valores que salgan de los límites de la privacidad y puedan considerarse universales, nos pone a salvo del enfrentamiento", ha planteado Marina, para quien "más allá de la inteligencia emocional, deberemos hablar de la inteligencia ética, que será un paso muy importante".

También Brackett ha planteado la importancia de la inteligencia emocional como herramienta de interacción social; el valor de las emociones y la capacidad de reconocerlas y de adaptar nuestro comportamiento consecuentemente.

Para este investigador estadounidense, las emociones son "un valioso recurso de información en cualquier relación interpersonal", tanto las que sentimos nosotros como las que percibimos de los que nos rodean.

Brackett ha apuntado también el "valor adaptivo" de las emociones y cómo afectan nuestro entorno y actitudes. Así, las emociones positivas facilitan la creatividad y la construcción de relaciones fuertes y sanas, ha argumentado.

Pero las emociones negativas también permiten comportamientos adaptivos, ha subrayado este psicólogo quien ha puesto como ejemplo las emociones negativas de los estadounidenses con la Administración republicana de Bush, que les ha hecho reaccionar escogiendo a un presidente demócrata.

Brackett también intervendrá en la jornada de mañana, que analizará la posibilidades de mejora de la inteligencia emocional tanto personal como de las organizaciones.