Entrevista

La presidenta de la academia española de medicina de familia: “En la atención primaria tenemos presiones de 50 pacientes al día; eso asusta a los alumnos”

Verónica Casado Vicente, reconocida como la mejor médica de familia del mundo en 2018, reflexiona sobre los problemas de esta especialidad médica

La doctora Verónica Casado.

La doctora Verónica Casado. / CEDIDA

Ana Blasco

Médica desde hace más de cuatro décadas, la World Organization of Family Doctors la reconoció como la mejor médica de familia del mundo. Al año siguiente, se puso al frente de la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León. Ahora está de vuelta a su consulta y a la facultad de Ciencias de la Salud de Valladolid, donde es profesora. Responde a esta entrevista tras una jornada con 52 pacientes.

¿Cuál es el principal problema que cree que tiene la atención primaria?

Muchos. Quizá el principal sea la financiación. Dedicamos poco PIB a un sistema sanitario tan potente como el nuestro. El gasto es de 1.800 euros por persona en las comunidades que más dedican, pero es que Alemania, el Reino Unido y Francia no bajan de 4.000. Primaria necesita financiación, planificación, organización y gestión y todo esto ha ido fallando. En un estudio del Observatorio de la OMS de 2015 y España estaba siempre entre los tres mejores países europeos en Primaria. Pero si no financias, si descapitalizas y no la sitúas como eje estratégico, fragiliza todo el sistema. Estamos con profesionales quemados y sobresaturados. Estudios demuestran que una Primaria sólida mejora los niveles de salud, hay menos hospitalizaciones innecesarias, los crónicos o pluripatológicos tienen más esperanza de vida... Las personas que tienen el mismo médico de familia más de 15 años tienen una disminución de la mortalidad de un 25 a un 30%. Una Primaria solvente es invertir en salud.

¿Con más dinero se puede acabar con el déficit de médicos?

Con más dinero se puede conseguir que la atención primaria funcione mejor y podemos dar una perspectiva a los futuros estudiantes para que quieran ser médicos de familia. Escoger una especialidad depende de cuestiones personales, de si hay profesores en la Universidad que son médico de familia o si hay prácticas y el tercer aspecto es la percepción de cómo es la vida de esos profesionales: si tiene prestigio académico y social, si no tiene una sensación de agobio... Los estudiantes se enamoran de la medicina familiar porque es muy bonita, de seguimiento global de las personas, pero ven que tenemos presiones de 40 a 50 pacientes al día. Eso asusta. Si financias bien y planificas, vas a poder organizar mejor la oferta de plazas. Ya van cinco estudios en los que dicen cuál es la situación de las especialidades y cuáles están en precario. Si eso no lo tenemos en cuenta para reconducirlo, tendremos problemas. Vende mucho hablar de trasplantes, pero mejor es tratar a las personas antes para que no lleguen a necesitarlo. ¿Dónde tenemos que poner el foco? En la promoción y prevención de la salud. ¿Quién lo hace mejor? Los que están más cerca de la población, los médicos de familia.

Crearon la academia que ahora preside, en parte, para fomentar vocaciones, ¿no?

Exacto. La creamos en 2005, por diversas razones la hemos relanzado ahora. Uno de los objetivos es fomentar la calidad de la Medicina de Familia, su presencia en la universidad y las vocaciones.

¿Qué puede hacer la Universidad para mejorarlo?

Tiene que entender que no es una competición, que no es unos contra otros, que tenemos que estar juntos para formar alumnos que incrementen el nivel de salud de la población. Hay que organizarla como en el resto del mundo. Aquí hablamos de departamentos de Medicina de Familia y parece que hablamos de cosas muy raras. Se ha avanzado. En un informe de 2015 vimos que un 60% la tenían como asignatura obligatoria y solo 4 profesores titulares. Hoy son el 80%, 4 catedráticos, 13 titulares, prácticas de cuatro semanas... Las facultades de Medicina tienen que formar generalistas y que sobre esa base se puedan construir las diferentes especialidades. Así se hace en el resto de facultades del mundo.

¿Por qué esta visión ha calado en el resto de países y en España no?

Es una gran pregunta. No lo sé. Quizás somos muy tradicionales. En las que tienen una tradición histórica más potente es más complejo el cambio. Se ha avanzado en presencia, pero hayuna enorme heterogeneidad. Es una debilidad y queremos reconducirlo.

¿Es difícil actuar desde la política?

Mucho. La creación del sistema nacional de salud partió bien, pero a lo largo de los años no se ha reforzado. Me he dedicado a la política dos años, cinco meses y cinco días y es francamente difícil cambiar porque hay resistencia. La natural al cambio y la política, mediática, sindical...En mi caso, además, tuve que lidiar con una pequeñita cosa: la pandemia. Nos comió todas las energías. Siempre pedí un pacto político por la Sanidad. No puede ser un arma arrojadiza. En el Consejo Interterritorial, consejeros de diferentes siglas decíamos lo mismo, nos daban las mismas bofetadas con el mismo contenido.

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