POLÍTICAS SOCIALES

La epidemia de la soledad no deseada se agrava en navidades

Una de cada diez personas que se sienten solas padece más aislamiento durante estas fiestas

Una persona mayor camina con ayuda de un andador, sola, en las calles de Zaragoza.

Una persona mayor camina con ayuda de un andador, sola, en las calles de Zaragoza. / ÁNGEL DE CASTRO

R. Martín, C. Gomar

Las convenciones sociales marcan que las navidades se celebren en familia. Los anuncios y las películas han inoculado el estereotipo de que las familias son ideales, felices y bien avenidas y que estas fiestas son el momento de celebrarlo en comunión. Sin embargo, todo lo que se salga de este cliché también puede causar un hondo malestar. Sobre todo a las personas que sufren soledad no deseda, una epidemia de las sociedades modernas que afecta al 13,4% de la población española.

Las más afectadas son las personas mayores que, además, son las que tienen más problemas para poder salir a la calle y relacionarse con más gente.

No resulta nuevo que los mayores padezcan esta epidemia del siglo XXI, el aislamiento y la soledad. Pero resulta preocupante que cada vez más jóvenes también confiesa sentirse así.

Los efectos

De entre los afectados, el 22,9% afirma sentirse solo durante todo el día y uno de cada diez (el 10,2%) indica que acusan más este problema en fechas especiales como en Navidad, cuando imperan las reuniones familiares y sociales, según los datos del Observatorio Estatal de Soledad No Deseada, que muestran también que los afectados llevan, de media, seis años en esta complicada situación.

Los motivos que provocan la soledad no deseada están relacionados con el envejecimiento de la población y las nuevas formas de convivencia y de relacionarse, junto a los cambios en los modelos de familia y de valores.

Cabe decir que, aunque afecta a personas de todas las edades, impacta especialmente entre adolescentes y jóvenes, y entre personas mayores. También tiene mayor prevalencia entre mujeres (14,8% frente al 12,1% de hombres), migrantes y personas con discapacidad. La soledad puede desencadenarse a raíz de experiencias traumáticas como un fallecimiento, desempleo, rupturas, situaciones muy estresantes o de dependencia. La casuística es variada.

"La norma social marca que hay que disfrutar la Navidad en familia; sin embargo, hay personas que no la tienen, otras han sido expulsadas de su núcleo familiar, como miembros del colectivo LGTBI, o se llevan mal con sus parientes", por lo que en estas fechas la soledad no deseada puede causar "ansiedad, estrés, sensación de fracaso y vacío", expone Sacramento Pinazo-Hernandis, coordinadora de la Comisión de Soledad de la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP).

Además, también sucede que muchos ancianos solo pueden ver a sus seres queridos –hijos y nietos– una o dos veces en todo el periodo navideño, "y están bien ese rato, pero mal el resto de días".

También hay personas que han perdido a un ser querido y lo recuerdan especialmente en estas fechas o que están enfermas o en situación de dependencia y que echan de menos cómo celebraban la Navidad antes. "Las fiestas tienen esta otra cara de la moneda", reflexiona Pinazo-Hernandis.

Las repercusiones en la salud mental

La soledad no deseada puede tener repercusiones en la salud mental (tristeza, depresión), afectar al autocuidado (sedentarismo, tabaquismo, dietas poco saludables, horarios desajustados) o generar un deterioro cognitivo, que se agrava en las personas mayores que no tienen tantas relaciones sociales o familiares como desearían. En los mayores, la soledad no deseada causa mayor declive físico y emocional, mayor riesgo de caídas e ingresos hospitalarios.

Frente a ello, los expertos y las organizaciones reclaman un abordaje integral que aúne esfuerzos de diversas instituciones, siguiendo la estela de países como Japón o el Reino Unido.

La soledad no deseada tiene un coste. En concreto, según los datos del Observatorio Estatal de Soledad No Deseada, el gasto en España asciende a 14.141 millones de euros y representa el 1,17% del PIB anual. Esta epidemia afecta de manera negativa a la salud física y mental y a la calidad de vida de las personas.

Según el estudio de este observatorio, los costes directos sanitarios ascendieron a un total de 6.101 millones de euros y se corresponden principalmente con la frecuentación de servicios sanitarios. En cuanto a los indirectos, se estiman un total de 848 muertes prematuras asociadas a la soledad no deseada, lo que genera una pérdida de 6.707 años potenciales de vida productiva a tiempo completo y se cuantifica en 7.848 millones. 

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Se sabe que la falta de relaciones sociales entre las personas de edad avanzada es uno de los factores de riesgo para desarrollar demencia.

Ahora, un nuevo estudio científico ha identificado, además de factores psicológicos, mecanismos neurobiológicos involucrados en la relación ya demostrada entre soledad y deterioro cognitivo en adultos mayores. La conclusión final es que la soledad puede inducir cambios fisiológicos en el cerebro, reduciendo el total de materia gris en este órgano vital.

En otras palabras, la soledad de los mayores no solo les encoge el alma, les encoge el cerebro.

Se sabe poco sobre las condiciones neurobiológicas y psicológicas que vinculan la soledad con el deterioro cognitivo. Este trabajo, publicado en la revista científica Brain, Behavior, and Immunity, y realizado por científicos de la Universidad del Sur de California y de la Universidad Howard (EEUU) investigó los efectos de la soledad en 2.130 mayores, que tenían una media de edad de 80 años. El 73% eran mujeres, y el 93% caucásicas.

Uno de los aspectos que se analizó fue el llamado factor neurotrófico derivado del cerebro, una proteína que desempeña un papel importante en la supervivencia y el crecimiento neuronal, que es esencial para el aprendizaje y la memoria. Niveles anormales de esta proteína particularmente en una zona del cerebro llamada hipocampo se asocian al deterioro cognitivo.

Además, se ha demostrado que los síntomas depresivos son un factor de riesgo para el alzhéimer. Quienes los tienen padecen déficits sociales, por lo que la relación entre depresión y soledad puede ser bidireccional: quien está deprimido tiende a tener menos relaciones sociales, y quien está solo tiene más tendencia a deprimirse.

Los resultados muestran que los síntomas depresivos y el volumen de materia gris mediaron parcialmente la relación entre soledad y deterioro cognitivo. El estudio se añade a la evidencia científica de que niveles más altos de soledad se asocian a mayor incidencia de alzhéimer y otras demencias.