Una mujer de 73 años, María Santos Gallardo, se convirtió ayer en la primera víctima de la Comunidad de la violencia machista en 2016 -la sexta en España- tras ser degollada por su marido, Emilio B. A., de 77 años, quien se suicidó con el mismo cuchillo de cocina que empleó contra su esposa. Los cuerpos sin vida fueron encontrados unas 14 horas después del crimen por una de las dos hijas del matrimonio, que acudió al domicilio al ver que ninguno respondía a sus llamadas.

El asesinato se produjo en un piso en el valenciano barrio de Aiora, probablemente pasadas las once de la noche del jueves. La Policía Nacional, que se ha hecho cargo de la investigación, establece la hora a partir del testimonio de una vecina, Rosa, que escuchó una fuerte discusión y que incluso llegó a acercarse a la puerta, pero no hizo uso de la copia de la llave que guardaba ni llamó a la Policía cuando escuchó los gritos de socorro de María. Fue esa vecina quien, ayer por la mañana, alertó a la hija pequeña del matrimonio porque, cuando de nuevo se acercó a casa de María y Emilio, nadie respondió. La hija accedió a la vivienda pasada la una y media de la tarde, pero no pudo pasar de la entrada. En el rellano se topó con los cuerpos sin vida y ensangrentados de sus padres. Su madre era la que más cerca estaba de la puerta. No existen denuncias previas por malos tratos.

A falta de la autopsia, el forense ha estipulado que ambas muertes se produjeron con arma blanca: un cuchillo de cocina. María tenía numerosas heridas en la cara y en los brazos -recibidas cuando trató de defenderse- y, sobre todo, un profundo y letal corte en el cuello. Su presunto asesino tenía decenas de cortes y varias cuchilladas más profundas, al menos una de ellas mortal. El matrimonio era natural de Badajoz, aunque llevaban toda la vida viviendo en Valencia. Dejan dos hijas y dos nietos, de 18 y 14 años. Emilio había trabajado en el Puerto aunque se jubiló joven.

La víctima

El pasado 4 de noviembre María cumplió 73 años aunque «por ella parecía que no pasaban los años», señalan sus amigas, con quienes solía salir a dar una vuelta y a tomar un café con cierta frecuencia. Desde sus visitas semanales a la plaza de la Virgen o incluso alguna escapada a la feria de atracciones, como refleja una fotografía en la que se les ve sonriendo detrás de un fotomontaje vestidas de flamencas, María estaba llena de energía y vitalidad. «Esa misma tarde habíamos estado en la Iglesia de San Nicolás y quedamos para ir al homenaje de Conchita Piquer la semana que viene», relata Emilia. Por desgracia, estos planes se fueron al traste apenas unas horas más tarde.

Rosa, otra vecina con la que tenía bastante relación, escuchó en torno a las once de la noche ruidos «como si estuvieran moviendo muebles» y acto seguido gritos de socorro. La mujer subió a ver si se encontraba bien María, pero cuando se acercó, ya en el rellano, oyó cómo Emilio le ordenaba: «¡No abras la puerta!». En ese momento ambos se encontraban todavía con vida. Rosa se quedó con el móvil en la mano a punto de llamar a la Policía, según le reconoció posteriormente a otras vecinas, pero no lo hizo.

«La escuchó sollozar tras la puerta, pero creyó que se trataba de una discusión más», explicó Emilia.