Dominique, de ocho años de edad cuando dejó de existir la tarde del 30 de agosto de 2017, se convirtió ayer en el principal testigo de cargo contra su presunta asesina. Su pequeño cuerpo, diseccionado hasta el infinito por los forenses que le practicaron la autopsia en busca de las circunstancias que provocaron y rodearon su muerte, aportó más datos sobre lo que ocurrió durante la última tarde de su vida que todas las declaraciones desde que comenzó el juicio contra Alejandra García, la pareja de su padre acusada del asesinato y a cuyo cuidado estaba el niño cuando murió.

Aunque más que de muerte habría que hablar de asesinato. Porque en la frágil constitución física del pequeño Domi, como lo llamaban sus padres, cobra especial valor la vieja máxima forense de que los muertos hablan.

Gracias a las marcas que presentaba el cadáver se puede afirmar, sin lugar a dudas, que el niño no murió atragantado, como sostiene ahora su presunta agresora después de haber mantenido en un primer momento que había sido víctima del ataque de dos hombres ataviados con sendos cascos de moto, que también habían abusado de él. Pues ni moteros, ni cascos, ni abusos, ni rastro del jamón de york que, según ella, le habría provocado la muerte mientras merendaba.

La vías respiratorias del crío no presentaban obstrucción alguna mientras sí que eran visibles como dos faros en la noche las marcas que provocó la presión de la camiseta en su endeble cuello, una fuerza que se ejerció por la espalda, desde arriba y hasta que dejó de respirar. En aquel piso de la calle Quijote de Elda solo estaban el menor y la acusada.

Ayer, ante la imagen del niño ya sin vida tumbado sobre la camilla en la que se iba a practicar la autopsia hubo algunos de los presentes en la sala que no pudieron mantener la mirada en el monitor y a quienes los ojos se les humedecieron. No era para menos.

Un cuadro dramático que se completó con las declaraciones de Penélope y Daniel, sus padres de acogida y sobre cuyo común amor hacia el pequeño no creo que haya dudas. Domi había encontrado un hogar después de nacer sin suerte, pero solo le permitieron disfrutarlo cuatro años. Ya que no es justo que al menos se haga Justicia.