El mal patrón: Otro testigo avala la declaración del joven que está en silla de ruedas por un siniestro laboral

El inquilino de local donde Diego Méndez se precipitó desde tres metros mientras instalaba un aire acondicionado ratifica que el empresario investigado por este accidente acudió «en compañía de un chico que traía como ayudante»

Diego en el Hospital de Parapléjicos de Toledo el pasado noviembre.

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

«El señor E. C. se personó en el local para iniciar el trabajo en compañía de un chico que traía como ayudante manifestándole que tardaría aproximadamente una semana en montar la instalación». El inquilino del inmueble en el que Diego Méndez, de 22 años, sufrió un accidente laboral que desde el pasado mayo le mantiene atado a una sillas de ruedas declaró con esta precisión en la Comisaría y lo ha ratificado con idéntica firmeza esta semana ante la magistrada que instruye las diligencias por este asunto.

Un proceso en el que fueron detenidos y figuran como investigados un empresario y su mujer, a quienes se les imputa un delito contra la seguridad de los trabajadores y otro de lesiones graves. La Policía concluyó que la mujer se dedicaba a captar mano de obra barata entre colectivos vulnerables, como son los inmigrantes sin papeles, a los que el marido empleaba por jornadas, sin contrato y sin ningún tipo de formación en riesgos laborales. 

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Diego con su amigo Felipe, su único apoyo en España en una imagen del pasado verano. / G. PALOMO

Así ocurrió con este joven venezolano, quien detalló ante la misma jueza este modus operandi y relató cómo cuando se encontraba en el suelo, tras precipitarse desde lo alto de una escalera y sin sentir las piernas, su «patrón» le dio unas friegas con algo que olía a mentol y, en vez de llamar a una ambulancia, lo que hubiera evitado agravar la lesión medular que le provocó la caída, lo cargó en brazos hasta su furgoneta y lo dejó en las puertas del hospital. No sin antes pasar por el piso en el que vivía el chico para que cogiera el pasaporte. 

En el camino hasta el centro sanitario, el empresario le indicó que dijera que había sufrido un accidente doméstico mientras colocaba un televisor en su casa y no uno laboral si no quería tener problemas por la situación irregular en la que se encontraba. Y que no se preocupara que él se ocuparía de todo. Desde que el investigado dejó al joven en manos de un celador en el Hospital Doctor Balmis de Alicante no ha vuelto a saber de él. 

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Diego en el Hospital Doctor Balmis de Alicante nada más ser operado en mayo. / INFORMACIÓN

En su declaración en el juzgado, la primera que prestaba porque declinó hacerlo en comisaría, el encausado dijo que ese día se encontró a Diego junto a su furgoneta y que la lesión que presentaba se la había producido en una caída en la calle. 

En cuando a su relación con él, negó que fuera su empleadory la atribuyó a la ayuda que le prestaba presentándole a clientes y proveedores para que pudiera trabajar. El joven, casi recién llegado a España y sin papeles, no tiene conocimientos ni experiencia en instalación de aparatos de refrigeración, como también declaró ante la magistrada.

Diego fue operado en el Hospital Doctor Balmis de Alicante antes de ser trasladado a Parapléjicos de Toledo.

La cicatriz de la operación la liberar la presión en la médula. / INFORMACIÓN

A preguntas de la acusación particular, que ejerce el letrado José Bonet, el responsable del local agregó que cuando solicitó en el establecimiento donde compró los aparatos un instalador, le dieron el nombre del investigado y de otro profesional que no pudo asumir el trabajo pero no el de Diego, a quien supuestamente E.C. le estaba abriendo mercado. 

Tras esta declaración, la instrucción está solo a falta de otra testifical y del informe forense que detalle el alcance de la lesiones que padece Diego. Después estará en disposición de, si así lo estima, enviar el procedimiento a juicio.

Pese los intentos del investigado por desvincularse del joven, decenas de whatsapp constatan la relación entre ambos. 

Del hospital a un piso sin acceso a rehabilitación

En un piso de una entidad benéfica compartido con otros cuatro chicos solicitantes de asilo, al igual que él, vive Diego Méndez desde que el 14 de diciembre recibió el alta definitiva en el Hospital de Parapléjicos de Toledo tras estar ingresado allí seis meses, máximo tiempo de permanencia en este centro.

Ahora, en su nuevo hogar del barrio toledano de Santa Bárbara, y con la ayuda de sus compañeros (un ucraniano, un colombiano, un peruano y un africano del que desconoce su país de procedencia), este venezolano que llegó a España con la intención de comerse el mundo, tiene que sobrevivir con los 170 euros mensuales para comida y los 50 para el resto de gastos que le asigna la entidad que gestiona la vivienda. 

Una cantidad con la que lejos está de poder pagarse unas sesiones de rehabilitación como a las que se sometía en el hospital, que ya no tiene y que precisa como agua de mayo para no perder lo conseguido durante su estancia en el centro hospitalario, vital en su recuperación. 

Diego con su madre poco antes de partir hacia España.

Diego con su madre poco antes de partir hacia España. / INFORMACIÓN

La fractura de vértebra con invasión medular que le provocó el impacto contra el suelo desde los tres metros de la escalera de tijera en la que estaba encaramado le ha dejado prácticamente sin movilidad de cintura para abajo, con fuertes dolores neuropáticos que requieren una ingesta casi continua de analgésicos y una incontinencia urinaria y fecal que agrava aún más su dependencia. 

Pero, con todo, el daño físico y la condena a una silla de ruedas a sus 22 años no es la única batalla que a diario tiene que librar este chico. El desánimo y los momentos de abatimiento, como el que sufrió nada más dejar el hospital, son igual o, si cabe, más duros. 

Situaciones a las que tiene que enfrentarse a miles de kilómetros de su familia, su madre y de su hermana, a las que no ve desde que en diciembre de 2021 se vino para España y quienes de momento no tienen posibilidad de viajar para visitarle.  

Solo cuenta aquí con su amigo Felipe, con quien voló desde Venezuela y que se ha instalado en una localidad del cinturón urbano de Madrid para estar más cerca de su amigo y poder visitarle al menos una vez a la semana.