Análisis

Boeing: crónica de una despresurización anunciada

El accidente del 5 de enero con un avión 737 Max 9 refleja fallos en la gestión de la seguridad aérea que podrían evitarse

Un técnico investiga la puerta de emergencia que se desprendió del vuelo  Boeing 737-9 MAX.

Un técnico investiga la puerta de emergencia que se desprendió del vuelo Boeing 737-9 MAX. / NTSB HANDOUT

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe

El modelo económico que rige nuestras economías está detrás del accidente del Boeing que perdió una puerta de emergencia nada más despegar el 5 de enero: la compañía ha priorizado los beneficios sobre seguridad, el Estado no ha asignado suficientes medios para supervisar la navegación aérea, y el peso de la deuda ha impedido despegar al fabricante de aviones, sumido en una profunda crisis desde los mortales accidentes de 2018 y 2019 por un mismo fallo informático.

El accidente del vuelo Alaska Airlines de Portland, Oregón, a Ontario, California, que perdió una parte del fuselaje poco después de despegar el 5 de enero, no solo provocó la pesadilla de los pasajeros, todos ilesos tras un aterrizaje de emergencia.

También ha provocado serios problemas a Boeing, que no levanta cabeza con los aviones de la serie 737 Max:  dos de la serie 8 tuvieron accidentes mortales en 2018 y 2019 que costaron la vida a 346 personas y 20.000 millones de dólares de indemnización a la compañía. Además, la variante Max de la serie de aviones más vendida de Boeing tuvo prohibido volar en todo el mundo desde marzo de 2019 hasta noviembre de 2020. Todo por un mismo defecto informático que no se atendió debidamente.

Accidentes en serie

El vuelo accidentado el 5 de enero era un Boeing 737 Max 9, que en vuelos recientes había encendido la luz de advertencia de presurización. Ante esos avisos, lo único que hizo Alaska Airlines fue restringir cautelarmente los viajes largos con esos aviones Boeing.

El vuelo del 5 de enero era un viaje corto (poco más de 2 horas) y, aunque todavía está abierta una investigación técnica para aclarar lo sucedido, todo indica que fue también debido a un problema de presurización: la presión en la cabina aumentó en relación con la presión exterior a medida que aumentaba la altitud después del despegue. En 10 minutos se desprendió parte del fuselaje, provocando el caos entre los pasajeros.

Die Welt aclara un detalle importante: lo que se desprendió del avión es una puerta de emergencia en desuso que parece una ventana. Los pasajeros desconocen que están ante una puerta de emergencia desactivada y no siguen los protocolos propios de esas vías de escape en caso de emergencia.

Explicaciones

Y en el vuelo del 5 de enero, afortunadamente ningún pasajero estaba sentado junto a la puerta camuflada. Aquí tenemos una primera explicación de por qué esta experiencia no costó vidas humanas.

Si profundizamos un poco más nos topamos con el problema de fondo: Boeing ha estado recibiendo críticas en las últimas décadas por priorizar los beneficios de sus accionistas sobre la seguridad de los pasajeros, denuncia The Atlantic.

Un segundo factor es que la Administración Federal de Aviación (FAA) que controla el tráfico aéreo en Estados Unidos, por falta de recursos, ha dejado que Boeing revisara sus aviones por su cuenta, sin supervisión independiente. Ahora ha reconocido su error y no permite esas revisiones incontroladas.

Por último, hay que añadir que Boeing cayó en su peor crisis después de los accidentes de 2018 y 2019: quedó en números rojos y acumuló una deuda importante que ha lastrado su despegue.

Tres pilares en cuestión

Es decir, tres de los pilares del modelo económico que sustenta nuestras economías “desarrolladas” están detrás de esta despresurización anunciada: la obsesión por el máximo beneficio, la descapitalización del Estado a favor de las empresas privadas, y el peso de la deuda en la gestión de las empresas a las que las personas confiamos nuestras vidas.

Y, si sirve de consuelo, la autoridad europea de seguridad EASA asegura que ninguna aerolínea de la UE utiliza el modelo Boeing en la variante del accidente del 5 de enero. Tranquilidad relativa, pues, aunque la flota del último accidente esté inmovilizada.