Francisco Díez fue alcalde entre 1972 y 1979 de una Torrevieja muy distinta a la actual, pero que ya daba los primeros pasos para convertirse en el destino turístico europeo que es ahora. Galardonado ahora con el premio Diego Ramírez, recuerda lo difícil que fue gobernar en una época de cambios.

¿Qué representa para usted la concesión del "Diego Ramírez"?

Una gran satisfacción. Más que nada por el tiempo transcurrido. Han pasado 32 años desde que fui alcalde, nunca pensé en homenajes y menos, ahora.

Dejó la Alcaldía en 1979, con un presupuesto de 80 millones de pesetas y 12.000 vecinos. Torrevieja maneja ahora más de 90 millones de euros y cuenta con cien mil almas. Su mandato fue de plena transición. ¿Cómo lo abordó?

Dialogué con todas las personas que preconizaban el cambio a los ayuntamientos democráticos. La democracia estaba ya en el país, pero las elecciones municipales tardaban en llegar, fueron las últimas en celebrarse. El gobierno en este sentido se olvidó de los ayuntamientos y eso en los pueblos se notaba mucho y creó bastantes problemas.

¿Qué pensaba cuando le gritaban aquello de "alcalde, dimite..."?

Nunca pensé que se dirigieran a mí, lo hacían contra el cargo que desempeñaba. Querían alcaldes elegidos por el pueblo. Después de tantos años pienso que tenían toda la razón del mundo. Aguanté hasta el último minuto, hasta las doce de la noche. Al día siguiente Rosa Mazón, la primera alcaldesa democrática, entró en el Ayuntamiento. No hubo ni traspaso de poderes.

Durante y después de su mandato fue calificado y sigue siéndolo como una persona tolerante. ¿Ha cambiado mucho la política local desde entonces?

La política ahora es mas profesional, más técnica, antes se gobernaba con el corazón. La política de hoy no es ni mejor ni peor, es distinta. Con la agenda de un día del alcalde actual se llenaba entonces la de todo un mes.

De su paso por el Ayuntamiento, ¿qué logros resaltaría?

La llegada del agua potable a la ciudad, agua del Taibilla. Se solucionó un importante problema para una Torrevieja que empezaba a despegar. Fue una gran satisfacción. Después hubo que dotar de la red de aguas residuales.

¿Le generaron muchos problemas estas obras ?

Las del alcantarillado sí. Se paralizaron porque los vecinos se negaron a pagar 1.500 pesetas por la acometida a sus viviendas. Después, con un nuevo gobierno municipal cuando se reiniciaron, tuvieron que abonar 16.000 pesetas pero nadie protestó.

Además de estas infraestructuras bajo tierra que no se ven, ¿qué otras quiere mencionar?

La implantación del instituto de FP, la residencia de la Tercera Edad, construida en terrenos cedidos por el Ayuntamiento o las obras de la Avenida de la Libertad. Con ellas ganamos a puertos 250.ooo metros cuadrados para Torrevieja.

¿Que se quedó con ganas de conseguir?

Un muelle comercial en el Dique de Levante. En aquellos tiempos era la principal aspiración de este pueblo. Hoy quizá ya no tenga sentido. Entonces sí, pero Alicante que gestionaba nuestra dársena no lo apoyó.

En contrapartida sí dieron el visto bueno a la construcción de unas instalaciones para desguazar buques... ¿Qué sucedió?

Hubo muchas presiones a escala superior para que el proyecto se llevase a cabo, pero el pueblo no lo quería. Convoqué una asamblea en el local de la Unión Musical Torrevejense y en ella todos los vecinos rechazaron las obras. Creo que aquella asamblea, convocada desde el Ayuntamiento para dilucidar un tema espinoso, fue el primer acto democrático en este pueblo en el que a sus instituciones no había llegado una Democracia que ya estaba en la calle.

¿Cómo ve el futuro de Torrevieja?

Será brillante cuando acabe la maldita crisis. Ahora deberá conexionar las urbanizaciones con el centro. Tenemos calles peatonales y comercios y la gente no puede llegar a su entorno en coche. A Torrevieja le falta consolidarse como gran ciudad. Rentabilizar todo lo que se ha hecho a lo largo de su historia.

¿Algún recuerdo relacionado con la cultura durante su mandato?

Uno con un sabor muy dulce: La Semana de Cine de Autor, aunque por aquel entonces no se libró de una cierta intencionalidad política, pero atrajo mucho público a ver un cine que había estado prohibido, pero era buen cine, buenas películas. ¡Nunca se volverán a ver colas como aquellas!

Siete años al frente de un municipio genera muchas anécdotas. ¿Podría escoger una?

Me quedo con una que puede abarcarlas todas. Por aquellos tiempos, el alcalde era como el padre del pueblo. Fue muy curioso y gratificante. Los vecinos venían a contarme sus penas y me pedían consejo.

¿Que opinión le merece el nuevo alcalde ?

Es joven. Tiene ilusión ganas y capacidad.