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Una prueba de fe cada semana

Un guardamarenco con un 58% de discapacidad coge el autobús cada martes a las 6 de la mañana para abrir la Capilla de la Adoración en Orihuela

Una prueba de fe cada semanaLOINO

Ramón Soler Andreu (Guardamar, 1961) es una persona especial. Se diferencia del resto no por haber sufrido dos accidentes de tráfico que le llevaron a tener en la actualidad una incapacidad del 58%, ni por sufrir un infarto o por haber perdido su negocio en una expropiación. Este guardamarenco dice que ha superado todas las adversidades que le ha planteado la vida a base de fe. Una confianza ciega en la Iglesia Católica que le ha llevado a ser uno de los voluntarios de la Capilla de Adoración Permanente en Orihuela, que abre sus puertas las 24 horas del día todo el año gracias a la predisposición de personas como él.

Ramón Soler se levanta todos los martes a las 4 de la madrugada para coger a las seis el autobús hacia la "capital" -como él dice- de la Vega Baja. "Para mí el único inconveniente era no ser de Orihuela y tenía miedo a no poder cumplir con mi deber de acompañar al altísimo", asegura. Hace 19 años que sufre la minusvalía -una discapacidad física y pulmonar- a raíz de dos accidentes de tráfico. Lo que podría pensarse que fue una barrera se ha convertido en un reto.

Ramón tiene horario en la Capilla de 7.30 a 9.30 horas cada martes y esa jornada transita entre estaciones y autobuses. De invierno a verano, de primavera a otoño. "Si me comprometía, debía cumplirlo. Nadie me lo exigió, me lo exigí a mí mismo. Es el momento más anhelado de la semana. Un servicio a la comunidad".

Entre abogados

En una vida que en muchos aspectos ha ido de mejor a peor, ha sabido capear cada momento. Perdió su negoció y estuvo diez años pleiteando para quedarse sin indemnización, tuvo dos accidentes y "me quedé sin salud y sin medio de poder generar ingresos que aportar a mi hogar".

Ramón recuerda que Cáritas de Orihuela abrió sus puertas para ayudar a personas como él. Se hizo voluntario y rehizo su vida. Ahora se siente agradecido. "La minusvalía no me ha impedido nunca viajar en autobús hasta Orihuela" para acudir a cumplir su horario en la Capilla de la Adoración.

Ramón Soler siempre tuvo una vinculación con la Iglesia muy estrecha. Cuando contaba con 10 años sus padres decidieron llevarle a estudiar como interno al Colegio de Santo Domingo en Orihuela. Ahora cada vez que vuelve al municipio se reencuentra con antiguos compañeros y recuerda a los que fueron sus profesores, como el padre José Luis Arnal Pérez.

Está casado y tiene dos hijos, uno de 26 y otro de 22 años, y una nieta de 5 añitos. Su familia y varios cargos eclesiásticos le echaron una mano para levantarse en un momento de su vida, a la que ahora ve desde otra perspectiva, y que ahora se ha convertido en la referencia de este guardamarenco para creer en un mundo mejor.

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