Enjuta y consumida por el dolor. De negro riguroso, Maruja Cuenca acudió el miércoles, como una oriolana más, al acto organizado por el Ayuntamiento de Orihuela para sensibilizar a la sociedad sobre el maltrato. Acompañada de su familia, en el grupo no se veía casi las dos pequeñas cabezas que cerraban el cortejo. Un niño de diez y una niña de tres. Los dos son pequeños de su hija, Yolanda Aniorte, asesinada el 4 de agosto a manos de su pareja, que confesó el crimen días más tarde.
Del pasado miércoles recuerda los abrazos y los besos que muchos le dieron, incluido el concejal de Bienestar Social, Emilio Zaplana (PSOE), mientras su cabeza estaba en otro sitio porque está a la espera de que la Conselleria de Bienestar Social decida a quién le otorga el acogimiento permanente de la pequeña. La Administración, como en todos los casos, declina cualquier declaración al respecto de un asunto que se notificará a las dos personas que se han interesado por quedarse a la pequeña: a la abuela Maruja y la madrina, Mari Carmen, tía de la niña y hermana del detenido, con la cual el diario no logró ayer contactar.
La decisión no será fácil y tendrá mucho que decir los informes elaborados por los Servicios Sociales de los dos candidatos. El letrado Guillermo Jiménez-Conde ya ha informado a la abuela que, a falta de la reunión de la junta de evaluación, todo hace indicar que la pequeña acabará en Murcia, con la tía, después de que en estos cuatro meses haya entrado al colegio de Orihuela junto a su hermano, de diez, fruto de la fallecida con una relación anterior. «Nos llama la atención que ni tan siquiera se haya realizado un informe del propio centro escolar por los Servicios Sociales», explica el letrado que ya anuncia que sus clientes pelearán para que la pequeña siga en Orihuela. El edil Emilio Zaplana no quiso pronunciarse sobre este delicado informe y aseguró que los técnicos trabajan siempre con la máxima objetividad e independencia.
Mientras, Maruja lleva a los dos nietos juntos al colegio y se va al trabajo pensando que sólo quiere que su nieta crezca sabiendo la verdad de lo que pasó. «Haré lo que tenga que hacer pero he perdido a mi hija y no puedo perder también a mi nieta», asegura la abuela que ha recibido y recibe cada día el apoyo de muchos vecinos en una lucha callada.
