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La provincia pierde miles de árboles por la importación de plagas y pinos

La sequía más dura que se recuerda desde hace décadas ha permitido proliferar al «tomicus destruens» que está acabando con ejemplares procedentes de Siria

Las rotondas de la CV-91, de Orihuela a Guardamar, son una autopista para el «picudo». tony sevilla

¿Por qué la provincia está perdiendo miles de árboles y palmeras por las plagas? El fenómeno que se está produciendo durante los últimos años, primero con el picudo y ahora con el «tomicus destruens», es el resultado de muchos factores pero todos relacionados con la acción del hombre, culpable del actual desequilibrio ecológico por medidas que van desde favorecer el efecto invernadero hasta permitir la importación de ejemplares de otros países sin control alguno, lo que ha dado lugar a la introducción de plagas que en el cálido clima mediterráneo (hemos vivido la sequía más dura que se recuerda en décadas) han encontrado un caldo de cultivo para su propagación en un medio que va perdiendo diversidad.

El experto en arboricultura y ecologista, Javier Martínez Orgilés, fundador del Observatorio del Vinalopó, es de los que sostienen que la mano del hombre está detrás de las nefastas consecuencias que han tenido hasta el momento las plagas del picudo rojo y negro y la del «tomicus destruens», que han arrasado miles de palmeras y pinos en los últimos años. En el caso del picudo, Martínez asegura que la llegada de la plaga hasta el territorio nacional se ha producido por la importación de ejemplares de países como Egipto o Túnez sin pasar ningún tipo de control o examen previo. Apunta que cuando se declaró Patrimonio de la Humanidad el Palmeral de Elche, los negocios que se dedicaban a la plantación y comercialización vieron prohibida la venta de ejemplares adultos y empezó entonces el negocio de la compra en países africanos. Martínez mantiene que en España existe una regulación que obliga a que los árboles traídos desde ciertos países se sometan a controles y permanezcan un tiempo en cuarentena para certificar que no están infectados, pero defiende que esos controles se han estado burlando de la siguiente manera: «se formalizaban las compras con otros países para traer los árboles en barco, pero durante el trayecto, por ejemplo, esos cargueros hacían escala en otros países de la Unión Europea que carecen de esa regulación. Y como la procedencia de la carga ya venía desde países comunitarios, al llegar a España se distribuían sin ningún análisis previo».

El ecologista dice que la plaga del picudo que afecta a la provincia ha llegado desde otras, precisamente las que recibían las palmeras que se compraban a países africanos. En su opinión, el motivo real de esa expansión ha sido la falta de coordinación entre administraciones porque «una plaga no se puede tratar desde un punto de vista local o regional. Hace falta una comisión formada por expertos en la materia para gestionar la plaga a nivel nacional. De nada sirve proteger las palmeras de una provincia si por ejemplo en la contigua no se aplica ningún tipo de medida». En ese sentido, echa en falta, asimismo, legislación que prohiba la venta de especies animales que no son autóctonas. «Es un disparate que en un centro comercial puedas comprar una tarántula del amazonas con total normalidad, porque si alguno de esos animales se escapa, puede que en pocos años nos encontremos con que existen miles de ellos, y es algo que inevitablemente trae consecuencias para el ecosistema».

Fulminante

En relación a la fulminante plaga del «tomicus destruens» que ha arrasado miles de pinos en los últimos meses, Javier Martínez cree que las causa es un desequilibrio ecológico por falta de biodiversidad. Para explicar por qué la plaga se ha expandido con tanta rapidez, el ecologista apunta que hay que remontarse a la década de los 70, cuando se llevaron a cabo trabajos de reforestación en muchos montes de la provincia tras unos años en los que se talaron miles de hectáreas de árboles para producir madera, como encinas o sabinas, desapareciendo consigo gran parte de los arbustos que también se localizaban en estos espacios naturales. Pues bien, Martínez apunta a que esa reforestación se produjo sobre todo con pino halepensis, de origen sirio, y que aunque no era una especie autóctona se eligió por su rápido crecimiento. «El problema es que en esa reforestación no se contempló la plantación de arbustos, que sirven para la nidificación de aves que precisamente se alimentan de otros insectos y facilitan el control de las plagas».

Por este motivo, según relata, cuando ha llegado una plaga como la del tomicus, que es un insecto natural de esta zona, se ha expandido con asombrosa rapidez debido en parte a que la fauna que tradicionalmente ha poblado estas áreas ya no existe». El especialista en arboricultura concluye que las decisiones que se toman como la de reforestar un territorio con un tipo determinado de árbol se derivan de las decisiones que adoptan las administraciones, pero las consecuencias que traen esas decisiones «muchas veces no se ven hasta varias décadas después».

Precisamente, la Conselleria de Medio Ambiente ya ha dicho que los miles de pinos que está cortando y que harán desaparecer pinadas enteras serán sustituidos por arbustos autóctonos, una medida que no se entiende por los vecinos que durante décadas han crecido junto a pinos que, falsamente, pensaban que eran propios de la cuenca mediterránea.

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