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Encalao en el terrao

Blanca Paloma

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No, no me estoy refiriendo ni Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII, ni tampoco a la ayamontina Virgen del Rocío. En Torrevieja, de siempre la «Paloma», la «Blanca Paloma», es una bebida a base de anís, agua y mucho hielo ingredientes esenciales para la elaboración de esta tradicional bebida. Una tradición que lleva refrescando a los torrevejenses, y sus visitantes, en los días más calurosos del verano, desde el siglo XIX.

El origen de la destilación de los anisados parece ser el constante paso migratorio entre los alicantinos y los habitantes del norte de África -Orán, Argel y Mazalquivir-, entre los cuales y debido a la afinidad de gustos hubo un importante intercambio cultural y gastronómico entre franceses que bebían «pastis» y alicantinos con su refrescante «paloma». De vuelta a tierras alicantinas trajeron consigo la apetecible bebida y los secretos para su elaboración. El anís seco o anís de «paloma» se fabrica con anís verde o matalauva de donde se obtiene una esencia, el enetol, que sirve de base este aguardiente

A lo largo del siglo XIX los anisados desempeñaron en España un papel al de la ginebra en Inglaterra victoriana, tomándose generalmente en la provincia de Alicante blanqueados con agua y en diversas combinaciones, cada una de ellas típicas de una población. La «paloma» refrescaba los días calurosos y se tomaba en calidad de aperitivo con el rango de refrigerio.

La fiebre de los anisados aun conocería un último y definitivo estallido, cuando a mitad del siglo XIX una epidemia de cólera irrumpió en la península. El desconocimiento de las causas que generaban el terrible síndrome gastrointestinal –el «comma vibrio» causante de la enfermedad fue descubierto por Koch en 1863- se intentó paliar con el consumo de anisados.

Unas supuestas propiedades anticoléricas de la refrescante bebida se debieron al fervor popular, ya que las poblaciones de Torrevieja, aficionada a beber «palomas»; y Monóvar, donde la bebida adoptó el nombre recortado de «un mono» –refiriéndose al su gentilicio: «monovero»- que adoptó José Boch en Badalona, registrando la marca el anís «El Mono». Fueron décadas de grandes marcas de anisados de alta graduación que ya anteriormente Alfonso XII autorizó a fabricar con una graduación de hasta 68º de alcohol.

En esta época, los vinos y aguardientes fabricados en Torrevieja por Pedro Casciaro Lobato –gibraltareño afincado en Torrevieja en el «Cerco de San José»-, fueron premiados en las Exposiciones Universales de Barcelona, en 1888, y París, en 1889, destacando el «Anisado Suave» como su producto estrella.

Todas las viviendas de Torrevieja disponían de aljibe, donde eran recogidas las aguas pluviales de arrastre y las procedentes de los tejados. Cuando se extraía un pozal de agua del aljibe, se llenaba un jarro, un cántaro o un botijo, se añadía un chorro de anís seco –de «paloma»-, convirtiéndose en una deliciosa bebida refrescante y, al tiempo, medicinal, no cayendo pesada en el estómago y, al mismo tiempo, matando los gusarapos que tantas enfermedades producían. Dicen que éste fue el motivo por el que Torrevieja no fuera atacada por el cólera ya que el agua utilizada para beber no procedía de acequias, ni del río Segura, no estando contaminadas por el vibrión colérico contenido en esas contaminadas aguas que habían estado en contacto con heces fecales portadoras del patógeno microbio.

Aquella fue una época de verdadera extensión y apogeo de la «paloma». Sus botellas de vidrio blanco y puntas de diamante, inspiradas en algunos envases de perfume francés o en los frascos utilizados en las boticas para la contención de los jarabes, terminando imponiéndose este tipo de botellas como el distintivo de las de anís.

En Torrevieja se abrieron diversos establecimientos especializados en anís de «paloma»: el de Manuel Pérez Aniorte «el Pinta», en la calle Quiroga, número 10 –actual calle Ramón Gallud-, esquina con la calle Empecinado –actual calle Patricio Pérez-; en de Antonio Lorquí, en la plaza de Isabel II –actual mercado central-; el de Jesús Villena, en la calle Lacy, número 6 –actual calle Chapaprieta-; el de Nicolás Blanco, en la calle Quiroga; y la bodega de Fulgencio López, en la esquina de la calle Chapaprieta con la plaza de Isabel II.

Se llegó a tomar la «paloma» como bandera de ideales políticos entre los dos bandos irreconciliables de Torrevieja: Los «Trinistas» –seguidores de Trinitario Ruiz Valarino- y los «Chapistas» –incondicionales de Vicente Chapaprieta Torregrosa.

Francisco Torregrosa y Cª. fabricó en Torrevieja el anís «Torregrosa» y el coñac «Maciá», bebidas que se distribuían por los bares de la localidad y por toda la comarca de la Vega Baja. Vicente Moscardó Barceló representaba en su bodega la marca de anís «Colosal»; José Ballester Costa era el distribuidor en Torrevieja del anís «Salas»; destacando también por su frecuente consumo el anís «Candela», todos fabricados en la alicantina población de Monforte del Cid. Los tres productos competían en superarse en sus ventas en la localidad cooperando en las fiestas patronales, las hogueras de San Juan y otros festejos populares. Los tres anises se caracterizaban por ser de sabor más suave y fino, a diferencia de otros anises secos, en los que destacaba más el sabor a las plantas empleadas en su elaboración.

A partir de los años sesenta del pasado siglo, la costumbre de beber la frescachona y típica «paloma» fue disminuyendo; hizo entrada el «pastís» francés, las marcas «Pernod» y «Richard», hiriendo gravemente a la «paloma» torrevejense que agónica terminó perdiendo casi todo su plumaje con la entrada en los bares otras modas: whisky, ginebra, cubalibre, gin-tonic, San Francisco, Bloody Mary, etc., y últimamente con el cubano «mojito» u otras mezcolanzas con extraños nombres.

No por ello algunos torrevejenses han dejado de tomar de cuando en cuando la típica «Paloma» acompañada con unas finas rodajas de hueva, mojama, pulpíco seco, gato o capellanes, aunque sólo sea en alguno de los abrasadores y caniculares días de verano. ¡Prueben «la Paloma»! ¡Les gustará!

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