Siempre recordamos lugares que formaron parte del decorado en algunos momentos de nuestras vidas, e incluso cuando añoramos a éstos últimos íntimamente nos sirven para referenciarlos, incluyendo hasta los amigos que se encontraban alrededor.

Es inevitable, volviendo la vista atrás, ver en imagen la aglomeración de personas que, en las mañanas de los días del mercado de los martes de hace varias décadas como se congregaban a las puertas del Hotel Palas para resolver sus negocios, ya fueran compradores o vendedores, corredores o tratantes, o simplemente curiosos. Es probable que alguno de esos que formaban corrillo ante la fachada de «El Palas», en 1926, aguardaran para acudir a la consulta del dentista Miguel Pardo, en la habitación nº 2, para que le extrajera una muela sin dolor, o le acoplase una dentadura postiza.

«EL PALAS», LUGAR DE ENCUENTRO

Allí, dentro de la vida cotidiana de Orihuela estaba el emblemático edificio que servía de telón de fondo para muchos de ellos en ese momento. Pero, no sólo lo era para esa fecha, sino que aquel lugar, en 1952, se transformaba «en la más fresca terraza de verano» a horas vespertinas cuando la calor iba cediendo en favor de la poca brisa que podía correr junto al cauce del río. Y, en ese lugar, circulaban los «blanco y negro», el «mantecado» y la horchata capaz de contrarrestar la canícula y mantener tertulias de amigos y matrimonios hasta las primeras horas de la medianoche. Y si era a mitad de agosto y se había programado alguna corrida de toros o novillada, después del sorteo matutino de las reses, el tomar un aperitivo degustando su «ensaladilla, croquetas o calamares a la romana» en su barra. Y, momentos antes del espectáculo ver a los toreros subir en una galera que los llevaba hasta la Plaza de Toros.

Pero, el restaurante de «El Palas», servía de marco para homenajes y banquetes. Concretamente de estos últimos, el martes 10 de noviembre de 1926 por el precio de 16 pesetas se pudo disfrutar del siguiente menú: consomé «profiterola», «vol-au-vent» de pollo, pescados, Rabigot, alcachofas a la molinera, solomillo patatas glacé, helado bomba nacional, vino de Rioja, café, coñac y champán. Cuatro años después, una Comisión integrada por Mariano Olmos, José Martínez Arenas, Fernando Plaza, Manuel Vidal, Tomás López Galindo, José Calvet y Fulgencio Ros Alifa, organizaba un homenaje al inspector de Higiene Municipal y novelista, José María Ballesteros con motivo de la publicación de su libro «Oriolanas». Al banquete-homenaje asistieron cincuenta comensales y se celebró el domingo 1 de junio de 1930, siendo, el menú servido a 12 pesetas el cubierto, el siguiente: entremeses genovesa, arroz con pollo, merluza a la Orly, ternera «braisse» con patatas, helado «plarinif», frutas del tiempo, vino de Rioja, champán, café y habanos.

Otras veces, estos homenajes se consideraban como «comida íntima», tal como la cena que le ofrecieron los empleados de banca a Lucio Martín Herrero, en la noche del 9 de noviembre de 1933, con motivo de su traslado a Segovia. En esta ocasión, no faltó cantidad ni variedad, ya que se pudo degustar: entremeses variados, sopa cubierta, pescado, pollo con albóndigas con judías verdes, ternera mechada con ensalada, crema francesa, fruta del tiempo y vinos.

Durante los años de vida del Hotel Palas regentado por los hermanos Miguel y José Antonio Poveda, se sucedieron numerosos homenajes y banquetes, de los que contabilizamos los siguientes: el 10 de octubre de 1955, al alcalde saliente José Balaguer Balaguer, por su actuación al frente de la Corporación Municipal; el 31 de mayo de 1956 el dedicado a José María Alba Silvestre ofrecido con motivo de su jubilación por sus compañeros del Banco Español de Crédito, en que se sirvió de postre «natillas Palace»; el 3 de marzo de 1957, el que le dedicó la «clase sanitaria» al doctor Ángel García Rogel por su jubilación; el 4 de octubre de 1963, el Colegio Provincial de Veterinarios de Alicante conmemoró la fiesta de su Patrón, San Francisco de Asís, y se tuvo un «banquete de confraternidad» en el Hotel Palas, y entre otros platos se sirvió «langostinos con salsa mayonesa» y «pollo a la Broch con champignon».

Así podríamos continuar recordando. Pero, no debemos olvidar otros aspectos en los que «El Palas» servía de punto de reunión tras la retirada de los nazarenos de las procesiones de Semana Santa, con su chocolate con mona, o los bailes de Carnaval, los primeros de Estudiantes y otros con algunas actuaciones de artistas noveles, e incluso celebraciones familiares como cuando aprobé el Selectivo de la carrera de Perito Industrial en la Escuela de Cartagena, con mis padres e Isaías Grao Torres y su esposa.

Todo lo anterior queda para la historia de «El Palas» y para aquellos que la vivieron.