Contaba el excelente periodista oriolano y nunca suficientemente añorado Eduardo López Egío que algunas de las grandes convulsiones políticas en Orihuela se habían producido siempre alrededor de una de sus tradiciones más seculares: el traslado procesional de Nuestro Padre Jesús, «El Abuelo», lo que se producirá el Miércoles Santo. Días antes más que días después, porque a partir del próximo jueves Orihuela se transforma para vivir el gran misterio de su Pasión, un acontecimiento cambia el rumbo político de la ciudad y la Semana Santa sirve como bálsamo y penitencia para expiar los pecados que por el poder se cometen. López Egío siempre olía a la legua estas batallas que nos demuestran que los intereses de los partidos y de sus dirigentes están muy por encima de los ciudadanos que les votan y que, por llegar al gobierno, uno es capaz de pactar hasta con el mismísimo Satanás.
Ayer en Orihuela, y tanto da si la moción de censura prospera como si no, el «milagro» se volvió a producir. Y, como ocurre al término de un partido de fútbol y a sabiendas del resultado, todos encuentran una justificación para lo que han hecho o para lo que les han hecho. Pero en esta ocasión, todos han ganado, hasta el alcalde Bascuñana porque dejará de ser rehén de la minoría con la que ha gobernado estos años y no tendrá que plantearse si sigue o si le dejan ser candidato.
De Aix, quien encontrará en el PSOE otra víctima propiciatoria para seguir manejando los hilos del Ayuntamiento, de Gracia porque devolverá (ya veremos a qué precio) a los socialistas a un despacho que no habían pisado desde 1986 (Vicente Escudero) o de Bernabé, quien tendrá la oportunidad de llevar al poder por fin a Cambiemos. Pero también a Mazón, quien tendrá las manos libres para elegir candidato para el PP oriolano en 2023. Así que... ya puede comenzar la Semana Santa.
