Cada vez entiendo menos lo que está pasando. Me llama la atención al ir por la calle, ver en la puerta de algunas entidades bancarias colas de personas mayores, aguardando turno ante un cajero, a la espera de que alguien les auxilie con el riesgo que ello supone, para poder saber lo que tienen o extraer de la máquina lo que es suyo. Ahora, hasta para poder ingresar hay que pedir hora y, no digo nada si lo es para otros asuntos como pago de impuestos. Todo está mecanizado, han desaparecido gran cantidad de sucursales y de puestos de trabajo, e incluso todo es una dificultad y, a al final, es como me decía el otro día una anciana después de ayudarla que «lo mío, es mío», y no hay forma de retirar yo sola una cantidad. Esto está ocurriendo en muchas entidades bancarias, aunque todavía y espero que siga habiendo honrosas excepciones en las que se tiene en cuenta a los impositores y se les atiende personalmente.

LO MÍO, ES MÍO

Hace ya casi setenta y tres años, a las veinte horas y treinta minutos se iniciaba el 15 de junio de 1949, un Pleno Extraordinario del Ayuntamiento de Orihuela presidido por el abogado José Balaguer Balaguer, que había tomado posesión el día 29 de mayo de dicho año. En esa sesión, en primer lugar se llevaba a cabo la modificación de la Comisión Permanente, nombrando cinco tenientes de alcalde, recayendo los cargos en Eduardo Almunia y Roca de Togores, Andrés Lacárcel Galindo, Mariano Belda Garriga, Jesús Guillén Carmona y José Mª Franco Galiana. Tras ello, se cambiaba la composición de las comisiones de Policía y Ornato, Festividades, Plaza y Mercados y de Defensa contra inundaciones.

Pero, dentro de los asuntos importantes se hacía constar cuál era el Patrimonio del Ayuntamiento que ascendía a 1.721.675,53 pesetas, en el que se incluían los valores en láminas intransferibles de deuda perpetua con un importe de 394.215,82 pesetas y las fincas que se poseían, por valor de 1.302.459,71 pesetas, entre ellas algunas escuelas en pedanías, y otros bienes mobiliarios existentes en la Casa Consistorial y el reloj municipal que existía en la fachada de la misma, el cual aparecía valorado en 3.000 pesetas. Reloj que fue adquirido a J.G, Girod de Madrid, en 1901, siendo alcalde Pedro Ramón Mesples, por un importe de 2.237,50 pesetas, y que después de algunas vicisitudes, fue emplazado en 1999 en lo que hoy es la Plaza de la Centuria Romana.

Con la relación que comprendía el Patrimonio Municipal, se sabía exactamente las propiedades que tenía el Ayuntamiento, o sea «lo mío, es lo mío». Y dentro de ella se enumeraban dieciocho inmuebles, incluyendo su superficie, ubicación, linderos y valor en aquel momento. Así, en lo que era Plaza del Generalísimo (Plaza Nueva), encontrábamos la Casa Consistorial de planta baja y piso principal, con una superficie de 288 metros cuadrados, valorada en 85.000 pesetas. Inmueble que se había edificado en 1843, tras haberse arruinado la Casa de la Ciudad en la riada de 1834. En él estuvieron las dependencias municipales hasta el año 1967, en que fue declarado en ruina, trasladándose hasta el Palacio del Marqués de Arneva, a excepción del Archivo Municipal que permaneció allí algunos años más. El edificio fue cedido gratuitamente al Ministerio de Cultura y con ánimo de salvarlo de la demolición total, siendo alcalde Pedro Cartagena Bueno se decidió instalar en él una Casa de Cultura. Sin embargo, algunos inconvenientes como la adquisición de algunos inmuebles colindantes con objeto de ampliarlo, al no haberse llevado a cabo el proyecto por el citado Ministerio, a los cinco años revirtió a nuestra ciudad, el 20 de julio de 1976. Tras ello fue derribado y las barandas y rejas pasaron en depósito al edificio de juzgados en la calle Santa Justa. Posteriormente se permutó a la Caja de Ahorros Provincial de Alicante por el Palacio de Rubalcava, durante el mandato municipal de la UCD. Al final, en el solar que ocupaba el emblemático edificio de la Casa Consistorial en la Plaza Nueva se construyó un inmueble de viviendas con bajos comerciales.

Con lo cual, aquel edificio que para la Corporación Municipal de 1949 se podía decir «lo mío, es mío» dejó de pertenecerle, a cambio de una nueva propiedad municipal que, por cierto está clamando su restauración. Por el contrario, otros inmuebles de aquel inventario yacieron derribados y otros rehabilitados o reconstruidos. Pero, dejémoslo aquí y ya seguiremos tratando este asunto.