Hace pocos días, leyendo el libro «Esta España nuestra» de Inocencio F. Arias (Chencho Arias), su título inspirado en una canción de Cecilia me situaba en el mosaico de celebraciones festivas de carácter religioso que, alrededor de una fecha muestran cómo se viven en distintos lugares de «la piel de toro». Dicho esto con perdón de los anti taurinos que, aunque les pese, no tiene nada que ver con la Fiesta Nacional, sino con la descripción que el geógrafo griego Estrabón del siglo I a.C. daba a la vetusta Península Ibérica al situarla en un mapa.

EL VIERNES DESPUÉS...

Entre dichas celebraciones pongamos nuestros ojos en la del Corpus Christi que, a pesar de que se ha visto trasladada al domingo más próximo, en algunos lugares se mantiene en ese día de los tres que «brillan más que el sol». Así sucede en Granada, Sevilla y Toledo en la que con las calles entoldadas, y después de ser comprobado en la víspera por el pertiguero la altura del sombraje; transcurre sin problemas la Custodia trabajada por el orfebre alemán Enrique de Arfe, entre 1515 y 1524, que acoge el Ostensorio de Isabel la Católica ejecutado a finales del siglo XV por el artesano Almerique, con el primer oro que el almirante Cristóbal Colón trajo del Nuevo Mundo. Pero, no sólo son estas joyas eucarísticas las que desfilan en esa mañana en el Corpus toledano, ya que la procesión la encabeza la Cruz del siglo XV obsequiada por Alfonso V de Portugal al arzobispo Carrillo de Acuña, adornada con la Manga que, en 1510, se bordó en época del cardenal Cisneros. Por otro lado, precede al Cabildo Catedralicio la Cruz del cardenal Mendoza, también de la época de la Reina Católica.

Regresando al día de celebración del Corpus en otros lugares, no debemos dejar a un lado a Valencia con sus «rocas» y danzantes, ni a nuestra ciudad con el desfile de la custodia y andas (1716-1717) del artífice Juan Antonio Domínguez. Desde hace unos años se han rescatado las danzas y los altares, y en Orihuela, en la octava de la fiesta también se celebraban hace años las procesiones de las parroquias de las Santas Justa y Rufina y de Santiago.

Y, hablando de fechas de celebración de la procesión eucarística, en Burgos en el viernes después de la festividad del Corpus Christi (este año el día 16 de junio), se lleva a cabo uno de los acontecimientos más arraigados en dicha ciudad: «El Curpillos», en que después de dicha procesión las gentes burgalesas se congregan en el Parque del Parral para convivir en comensalismo fraternal.

«El Curpillos» está arraigado en la zona del Monasterio de Santa María La Real de las Huelgas, que acoge a las religiosas cistercienses de San Bernardo, fundado en 1187 por Alfonso VIII de Castilla, para que reposasen sus restos y los de su esposa Leonor de Inglaterra.

Es una corta procesión que sale con el fuerte repique de campanas del Monasterio y a través de la calle Alfonso VIII se dirige a la Iglesia de San Antón a unos doscientos metros del mismo, donde hace estación para regresar después al punto de salida. Previamente, un grupo de danzas populares va calentando el ambiente, y, nunca mejor dicho pues aquella mañana del 17 de junio hubo que soportar 41º a la sombra. Tras esas danzas una Compañía del Regimiento «San Marcial» del Ejército de Tierra se dirigía para rendir honores. Pronto vimos aparecer a una pareja, no sé si llamarlos cabezudos, pero creo que es más correcto utilizar el argot burgalés y denominarlos «gigantillos» ataviados con ropas serranas y a diez gigantones que representan a los Reyes Católicos, El Cid y Doña Jimena, una pareja de caciques amerindios, Califas y los Emperadores de China. Creo interpretar que nos sitúa en las cuadro partes del Mundo conocidas en aquella época (Europa, América, África y Asia). Tras ellos los danzantes: doce niños vestidos de paje de Corte dirigidos por el Tetin Mayor y tres Tetines auxiliares tocados de mitra, acompañados de dulzainas y tambor. El militar de más graduación en Burgos es el encargado de portar la réplica del Pendón de las Navas de Tolosa (joya textil tejida en oro, plata y seda con alusiones a la figura de Alá), que se conserva en el Monasterio. El original fue tomado por Alfonso VIII al califa almohade Muhammad ben Yaqud tras vencerlo en dicha batalla el 16 de julio de 1212, que fue un punto de inflexión en la Reconquista, iniciándose así la decadencia de la dominación musulmana. La copia que se procesiona corresponde a los años cincuenta del pasado siglo. Después: clero, custodia bajo palio portada por el arzobispo burgalés, timbaleros y trompeteros, maceros, guardias de gala, infanzones y las Corporaciones de la Diputación Provincial y Municipal, y cerrando el cortejo la Compañía de Honores.

Al llegar al Monasterio, danzantes, gigantones y gigantillos bailaron para las religiosas que observaban tras la celosía y unas novicias se asomaban desde una escalera, bajo la cual en un altar adornado con un tapiz se encontraba entronizada una imagen de Ntra. Sra. del Remedio.

Es para recordar, ese día del viernes después del Corpus en la buena compañía de nuestro anfitrión René Payo, Martha, Carmen y Lola. Valió la pena, a pesar del calor, estar en Burgos y vivir «El Curpillos» de las Huelgas.