Torrevieja al principio fue sal y mar, y su puerto es el nexo entre esos dos elementos que se sitúan en su origen, historia y economía, su devenir y valores culturales, antes de poner rumbo a la construcción, el turismo y los servicios. Con la llegada del siglo XIX, fue precisamente la construcción del puerto su necesidad más imperiosa, ya que la población estaba experimentando un constante crecimiento de la flota mercantil y pesquera. El ingeniero Agustín Elcoro fue el encargado en 1860 de la redacción del primer proyecto que debía servir de refugio inicial para 150 barcos. Así, comenzaron las obras, pero se paralizaron muy pronto por falta de escolleras. El ansiado puerto estuvo obstaculizado también por la presión de Cartagena y Alicante al considerar que podía suponer una seria amenaza para sus intereses económicos, ya que aspiraban a beneficiarse por el embarque de sal. 

En 1874, el torrevejense Antonio Mínguez, logró una concesión para construir un muelle de carga y descarga, en la zona del legendario bar La Marina, aunque las obras no fueron autorizadas hasta 1876, convirtiéndose en el primer equipamiento portuario de Torrevieja. Fue el único muelle privado que existió en la localidad durante el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX; el único con el que contaba Torrevieja hasta el inicio de los trabajos de construcción de la primera escollera de levante en 1915. 

Ahora, el Ayuntamiento se ha marcado como objetivo la recuperación histórica y patrimonial del Muelle Mínguez como parte del discurso museístico, cultural y turístico de la ciudad para poner en valor la línea de costa entre las Eras de la Sal y la zona portuaria. La administración local ha adjudicado el contrato para la redacción del proyecto, por un importe de 17.157 euros, que permitirá realizar las excavaciones y diez sondeos transversales que servirán para delimitar el frente oriental de la infraestructura. 

Muelle de Antonio Mínguez, "El turbio" Colección de Francisco Sala Aniorte

El histórico muelle, al menos su "cara externa", está protegido en el Plan General de Ordenación Urbanística, aunque en la actualidad está sepultado por un aparcamiento del Club Náutico, que paga una concesión por su uso a la Generalitat, al igual que las embarcaciones turísticas -los barcos que van a Tabarca atracan en ese punto-. De su estructura solo se ven los sillares de una rampa y el muro sur al cantil de la bahía.

Espacio que ocupaba el muelle de "El turbio", en la actualidad Tony Sevilla

Con todo, para realizar las catas arqueológicas se necesita el permiso del Consell, que es la administración competente en el ámbito porturario. Este proyecto coincide con las actuaciones que se están llevando a cabo en las Eras de la Sal y con la reforma de la zona de ocio del puerto.

Detrás del cartel se aprecian los sillares del antiguo muelle Tony Sevilla

Según el cronista oficial de la ciudad, Francisco Sala Aniorte, Mínguez, al que se le conocía con el apodo de «El turbio», fue un especulador, emprendedor, comerciante e industrial en la Torrevieja de la segunda mitad del siglo XIX que se hizo cargo de los barcos y negocios de su padre, mientras la villa se reconstruía y recuperaba de su total destrucción tras los terremotos de 1829. Fue armador en una época en la que las travesías a Orán eran muy rentables por el contrabando, entre otros negocios. El 29 de junio de 1870 matriculó a su nombre el barco «San Rafael», y el 7 de enero de 1894 perdió el falucho «Virgen de los Ángeles» frente al Cabo de Gata.  

«El turbio» también fue concejal en 1870, cuando fue testigo de la aprehensión de armas y pertrechos a jefes de una conspiración carlista, e incluso ocupó la alcaldía en varias ocasiones. Siendo regidor, en marzo de 1873 presentó la única solicitud para el arrendamiento de la línea telegráfica entre Torrevieja y Orihuela, consiguiendo su adjudicación. Hizo, en suma, múltiples negocios pero con el que obtuvo más beneficios fue con la explotación de su muelle de carga y descarga, proyectado en 1874, que fue informado favorablemente para su construcción y concesión por parte del Ayuntamiento.

Según las cláusulas de la concesión, Mínguez tenía a perpetuidad el uso y explotación del servicio del muelle con libertad de tarifas y facultad de enajenar o ceder sus derechos, y así lo hizo hasta perderlo definitivamente frente al Estado al comienzo de las obras de relleno del puerto, en un pleito que el abogado Chapaprieta intentó que se fallara a favor de la familia Mínguez.

Muelle Mínguez, en 1958, y al fondo las obras de la escollera de levante Colección de Francisco Sala Aniorte

Sala Aniorte recalca que «una vez derribada, a muy buen criterio, el trozo de valla que separaba el bar La Marina del paseo, bien podría ponerse una placa a la entrada del puerto que señalase el ‘Muelle de Antonio Mínguez, El Turbio’». A su vez, el mítico local, que aún se sitúa entre la explanada del Casino y el Muelle Mínguez, lindando por levante con el paseo de Vista Alegre, fue construido solo unos años después -en 1892- por su cuñado, Francisco Moreno Fuentes, mientras los barcos continuaban fondeando en la bahía.

El Muelle Mínguez y el bar La Marina, en los años 40 del pasado siglo Colección de Francisco Sala Aniorte

La resistencia de un local añejo y de gentes de la mar

Entre la explanada del Casino y el Muelle Mínguez, se sitúa el bar La Marina, por el que «han pasado muchos personajes famosos e ilustres», recuerda el cronista Francisco Sala Aniorte, que lo define como un establecimiento «añejo, de gentes de la mar, chanes, residentes de otros puntos de la geografía y de aquí, del pueblo». A punto estuvo de desaparecer el 13 de abril de 1958 por una tromba marina que avanzó por la costa sembrando el pánico y arrasando todo a su paso, y sigue resistiendo como una reminiscencia del antiguo pueblo de pescadores.