La dramática huella que deja a su paso la meteórica propagación del coronavirus es solo la punta de un iceberg que, en tiempos de confinamiento y miedo, está despertando toda clase de iniciativas solidarias que ayudan a reconfortarse con la sociedad. No curan el Covid-19 pero ayudan a combatirlo; no cubren todas las necesidades de los enfermos y sanitarios pero les dotan de más y mejores instrumentos para hacer frente a una pandemia de dimensiones desconocidas que está poniendo en jaque al sistema sanitario español.

Los devastadores efectos que está causando el Covid-19 en las pequeñas y medianas empresas, la mayoría de ellas obligadas a bajar las persianas y a enviar a casa a sus trabajadores con Expedientes de Regulación de Empleo Temporal (ERTE), no nubla la vista de muchos empresarios que, aún viéndose abocados a un cese temporal de sus compañías, están decididos a poner su músculo productivo al servicio de las necesidades de España. Este es el caso de una fábrica de colchones de San Vicente del Raspeig que, ya sin empleados en sus instalaciones, ayer donaba todo el stock que tenía en su almacén al hospital de campaña que se está levantando junto al Hospital Severo Ochoa de Leganés, con capacidad para 70 camas ampliable a 150 y que en breve estará en funcionamiento.

Empresa familiar especializada en productos de descanso y salud, a principios de semana se vio obligada a realizar un ERTE para poder sobrevivir a estos tiempos de incertidumbre para los que no hay fecha ni plazos y preservar, por encima de todo, la salud de sus empleados. La diversificación en otros mercados le permite seguir latiendo y no bajar la persiana por completo. Ya sin más mano de obra que la que emerge de sus propios orígenes, y pese al vuelco sufrido en sus cuentas en apenas dos semanas que pesan como dos lustros, ayer no dudó en destinar a uno de los hospitales de campaña que levanta de la nada la Comunidad de Madrid para evitar su colapso sanitario todos los colchones y almohadas de pequeñas dimensiones que almacenaba en su centro logístico de San Vicente para las camas habilitadas en el hospital de 80, 90 y 1,05.

"Ayer nos enteramos viendo las noticias que hacían falta colchones y hemos llamado por teléfono para ver cómo podíamos hacerle llegar los que teníamos almacenados en la fábrica", asegura uno de los cinco hermanos que trabajan codo con codo en la empresa. "Lo vimos por la mañana y por la tarde fuimos al almacén a enrollarlos y a enviarlos por mensajería de urgencia para que esta mañana estuvieran allí a primera hora", añade.

"Es una gran satisfacción tener la oportunidad de poder ayudar un poquito, en la medida de las posibilidades de cada uno, sin necesidad de tener que involucrar a los trabajadores y poner en riesgo su salud", desgrana. "Hay mujeres cosiendo mascarillas en sus casas una a una, sanitarios dejándose la piel y arriesgando su salud por nosotros, millones de españoles confinados en casa para evitar que se propague el virus. Es tiempo de mirar al frente, no ponerse de lado, y trabajar todos a uno por un objetivo común. Ya habrá tiempo de echar cuentas de pérdidas económicas, días encerrados y de si las cosas se podrían haber hecho mejor", sentencia.

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