La joven de San Vicente que sufrió una negligencia médica: "Me siento un mueble en casa, ojalá no me hubiera operado"

Nuria Cuenca narra el calvario que vive día a día después de una cirugía fallida en el Hospital General de Alicante: "Con un dolor insoportable, es horrible, tomo medicación, me han destrozado la vida"

"Me arrepentiré de haberme operado hasta el día que me muera", afirma

Diez años después, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) ha condenado a la Conselleria de Sanidad a indemnizarla con 50.000 euros 

Así es la vida de la joven de San Vicente que sufrió una negligencia médica

Pilar Cortés

L. Gil López

L. Gil López

"A veces la vida te cambia en un instante, a mí me la han destrozado". Nuria Cuenca es una joven de 36 años de San Vicente del Raspeig que en el año 2014 se sometió a una operación de cirugía de espalda para poner fin a unos fuertes dolores que sufría. Desde entonces, tras una negligencia médica, está viviendo un "calvario".

Nuria nos recibe en su casa, de la que apenas sale, en compañía de su marido, Alejandro, y sus dos hijos, de 11 y 3 años. El pequeño tiene un trastorno del espectro autista.

Explica que empezó a tener unos dolores bastante fuertes en la espalda, a lo que se unieron unos cólicos nefríticos y, tras realizarle unas pruebas, vieron que tenía espondilolistesis -una vértebra se desliza sobre otra- y hernias. En ese momento le dijeron que había probabilidades de que con una operación "mi calidad de vida mejoraría y no iba a haber dolor".

Dio el paso y entró en quirófano en el Hospital General de Alicante el 14 de junio de 2014, fecha "que tengo grabada a fuego". Salió "muy contenta pensando que todo había salido bien".

Estuvo 6-7 meses de baja y se reincorporó al trabajo en el Hospital (cruel paradoja), momento en el que empezó su infierno. "Me agaché, escuché un ruido fuerte en mi cuerpo y me meé encima; me asusté muchísimo, empecé a gritar, mis compañeras me bajaron a urgencias, me hicieron radiografías y me dijeron que todo estaba bien, y me fui a casa", explica con emoción.

En casa la intentaron tranquilizar diciéndole que no sería nada, pero ella sentía que algo no iba bien. A raíz de ahí empezó a tener parestesias -trastorno por el que se siente un hormigueo o adormecimiento sin estímulos previos- en la pierna derecha, a orinarse encima sin poder controlarse, a ir a Urgencias cada dos por tres.

En el centro hospitalario le siguieron diciendo que las pruebas salían bien y que lo que le pasaba, incluidos los dolores, era producto "de mi cabeza". Un neurólogo le hizo otra prueba y sí vio que no tenía la sensibilidad que debía.

Nuria, con la medicación que se toma

Nuria, con la medicación que se toma / Pilar Cortés

"Así estuve, ingreso tras ingreso, casi un año entero, casi un año", recalca en uno de los pocos momentos de rabia de la conversación, la mayoría del tiempo la tristeza es la que retumba en la habitación.

Se dirigió a atención al paciente a pedirles que la operaran, pero los médicos "seguían diciéndome que todo estaba bien". Finalmente, entró en quirófano el 17 de junio de 2015 "con mucho miedo" y cuando despertó su madre le comunicó que el cirujano le había dicho "que había dos tornillos rotos, pero que todo se había quedado bien".

"Yo uso todos los días 10-12 compresas, a veces me toca cambiarme el pantalón, mi hijo me ha cogido del suelo meada"

Nuria Cuenca

— Joven que sufrió una negligencia médica

Se quedó conforme porque "no somos médicos y confiamos en ellos"; al principio estaba dolorida y creía que era fruto de la misma operación, pero no era así y el dolor fue en aumento. La enviaron a la Unidad del Dolor y le practicaron varias técnicas como bloqueos caudales y radiofrecuencias, pero Nuria seguía igual y estaba desesperada. Tras pasar incluso por un test psicológico y psiquiátrico, pidió "una segunda opinión para ver si podía mejorar, pero desde el Hospital lo rechazaron".

En el urólogo le dijeron incluso que se orinaba porque había dado a luz a su hijo, pero las pruebas confirmaron que en realidad no era por haber parido sino por el estado de la columna. "Yo uso todos los días 10-12 compresas, a veces me toca cambiarme el pantalón, mi hijo me ha cogido del suelo meada", explica mientras la voz se va haciendo más débil y las lágrimas acaban saliendo.

En ese momento fue cuando contactó con la asociación el Defensor del Paciente y le derivaron al abogado Ignacio Martínez, que cogió el caso. Ahora, diez años después, ha llegado la sentencia: el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) ha condenado a la Conselleria de Sanidad a indemnizarla con 50.000 euros. 

Su día a día es un dolor insoportable, "el cuerpo no te da ninguna señal de que te vas a caer, es horrible, tomo medicación, tengo ansiedad, fumo, duermo muy mal".

Y por si no había suficientes penalidades, a su marido le hicieron un trasplante y le dieron quimioterapia. Su hermana Míriam y su padre Pedro han sido dos pilares fundamentales, la empezaron a cuidar y la siguen ayudando: "Sin ellos no habría podido sacar a mi hijo mayor adelante".

Ahora, Alejandro no trabaja, tiene que cuidar de Nuria, a la que no puede dejar sola, y de su hijo pequeño. "Con el mayor juego al ajedrez, parando cada 5-10 minutos porque no aguanto la posición, pero con el pequeño no puedo, no puedo ayudarlo", afirma hasta que se derrumba y acaba pronunciando una frase lapidaria: "Me siento como un mueble en mi propia casa".

Explica que era una mujer activa, trabajadora, superfeliz, con su marido y su hijo, y ahora saca fuerza todos los días para salir adelante: "Es horrible lo que estoy viviendo y solo tengo 36 años".

Nuria, abrazada por su marido, Alejandro

Nuria, abrazada por su marido, Alejandro / Pilar Cortés

¿Y cómo se siente? "Tengo una impotencia brutal, me han destrozado la vida y no me ayudan de ninguna manera", afirma.

Las pocas veces que sale de casa es para ir a comprar "para que mi hijo pequeño vea que es algo normal"; a la Universidad de Alicante, donde su marido y sus hijos juegan en el césped; a casa de sus padres o de su suegra y al safari "porque le gusta mucho a mi nene y yo me despejo un poco porque me encantan los animales, ya está".

Hay una frase con la que empezó su historia, que ha repetido más veces durante la conversación y con la que finaliza: "Me arrepentiré de haberme operado hasta el día que me muera".