Dos niños con el uniforme de uno de los colegios concertados cercanos juegan a la pelota en medio de la calle María Auxiliadora, la arteria principal del Barrio Obrero alrededor de la cual se articulan sus 40 casas, una isla de plantas bajas con tejados a dos aguas rodeada de las modernas urbanizaciones de Vistahermosa, el Garbinet y el Bulevar del Pla, tres de las zonas de mayor expansión de la ciudad. Precisamente por el crecimiento de la zona resulta especialmente curioso este pequeño barrio que mantiene la misma fisonomía que cuando fue levantado en la segunda década del siglo pasado con sus plantas bajas y sus arbolitos en la puerta.

El barrio está limpio y tiene buen aspecto, sobre todo la calle María Auxiliadora, flanqueada de naranjos y mandarinos. Las fachadas de las viviendas están muy cuidadas y en su mayoría mantienen su fisonomía original con su zócalo inferior, la característica greca que circunda las puertas de acceso y las ventanas, y los aleros de sus tejados con vigas de madera y ladrillos de barro cocido pintados de flores. Ahora, con la llegada de la Navidad, muchos vecinos han decorado la puerta y aquí y allá se ven maceteros en las ventanas con flores de Pascua. "Sí está bien. Intentamos mantener las casas en condiciones y las fachadas arregladas", dice Tomás Aliaga, un vecino ya jubilado que vino al barrio cuando tenía 18 años y que recuerda la época en la que en el barrio no había más que las casas, "y todo era campo, las calles estaban sin asfaltar y no había ni agua corriente".

Y es que el barrio ya tiene años. Las primeras casas se construyeron en 1913 y fue posteriormente ampliado por el arquitecto Juan Vidal Ramos en 1929 con la promoción de la Sociedad Cooperativa de Casas Baratas "que aprovechó las infraestructuras existentes anteriormente apoyándose en el tranvía que comunicaba la ciudad con las localidades de la Huerta en su salida Este" tal como se recoge en el Registro de Arquitectura del Siglo XX en la Comunidad Valenciana. La distancia del barrio con el centro de la ciudad hizo que en su planificación se incluyeran equipamientos como una iglesia, escuela, clínica, centro social, horno, economato y casa para el maestro. Las escuelas se ubicaban donde actualmente se encuentra la asociación de vecinos, en el caso de las niñas, y en el centro de convivencia, el colegio de los niños.

Ahora la mayoría de niños que hay en el barrio viven en alguno de los tres bloques de viviendas nuevos. Se trata de edificios de más de diez plantas que contrastan frente a las casitas de toda la vida, ocupadas en su mayoría por los hijos o nietos de los primeros vecinos de la barriada. "Hay gente joven aquí, pero la mayoría es mayor", dice Tomás, quien añade que "vamos envejeciendo. En dos meses han muerto tres personas del barrio". Dado que sólo son 40 casas y tres edificios, todos los vecinos se conocen. "Esto es como una gran familia. En verano nos pasamos la vida en la calle, sacamos las sillas a la puerta como se ha hecho toda la vida, y aquí el ruido y el tráfico de la zona no llegan", dice una de las vecinas. De hecho, aseguran que muchos vecinos están emparentados unos con otros, "Aquí por ejemplo hay un montón de Javaloyes y de Sogorb porque las casas que han ido quedando libres con los años las hemos ido comprando hijos o nietos de otros". ¿Y se llevan bien los vecinos, preguntamos, "como en todas las familias, con algún roce a veces", nos responde un vecino al que encontramos en el bar.

Los vecinos suelen reunirse en las instalaciones de la asociación de vecinos donde se practica gimnasia y yoga, y se organizan las fiestas, viajes y actividades culturales y deportivas, pero el principal lugar de encuentro es el bar del centro de convivencia, frente a la asociación de vecinos en la calle María Auxiliadora. Aquí encontramos tomando "un plato de sangueta" al presidente de la asociación de vecinos, Manuel Ruiz Sogorb junto a Antonio Baeza, José Ruiz y José Llorca, otros vecinos del Barrio Obrero. Manuel se muestra orgulloso de su barrio. "No nos podemos quejar porque somos privilegiados. Es una zona en crecimiento pero nosotros seguimos disfrutando de lo bueno de la vida en un barrio", dice.

Arroces y pescaíto

Otro de los lugares emblemáticos del Barrio Obrero es el restaurante Casa Salvi, conocido en todo Alicante por sus arroces y su pescaíto. "Aquí viene clientes de toda la ciudad y nos va bien. Viene mucha gente a desayunar y a comer, pero la crisis se ha notado" dice Salvador, su propietario, mientras nos muestra la cocina y su comedor, en el que destaca el zócalo de azulejos, sobre el que llaman la atención una colección de figuritas de porcelana y decenas de cuadros de Alicante y fotografías deportivas en la pared. Salvador nació en el barrio e inició su trayectoria profesional en el centro de convivencia. "Luego pude comprar esta casa y estamos abiertos desde hace 14 años".

Otro lugar de reunión, sobre todo de los más pequeños, es el parque ubicado en el extremo sur del barrio. Inaugurado a finales de los años 80 del siglo pasado ha sido restaurado hace poco y se ha visto reducido por las obras del tranvía. Los juegos infantiles se ven nuevos así como sus árboles y sobre todo sus palmeras tres de las cuales destacan en su jardinera al final de la calle María Auxiliadora. Pese a que el parque ese ve cuidado, no vendría mal una mano de pintura para cubrir las pintadas que ensucian los muros que la rodean. Desde aquí se tiene unas impresionantes vistas de parte de Alicante y resalta el tamaño del barrio con sus pequeñas casitas ante los grandes complejos residenciales que lo rodean. Frente al barrio se encuentra la clínica Medimar y el colegio Calasancio, uno de los centros escolares de la zona. También les caen a un paso los Sagrados Corazones, Jesuitas, el colegio Azorín y los institutos El Pla y Jaime II. En cuanto al centro de salud, a los vecinos les corresponde el Perpetuo Socorro. "Tenemos de todo cerca. Esta zona se ha convertido en una de las mejores de Alicante para vivir y nosotros tenemos la suerte de tener unas casas muy grandes de las que ya no hay", dice Tomás Aliaga, que nos invita a conocer la suya.

Los vecinos se muestran especialmente orgullosos de sus viviendas. Levantadas sobre parcelas de casi 300 metros cuadrados, tenían en su origen un patio interior y un huerto exterior que en la actualidad muchos vecinos han transformado en garajes. Además, aprovechando el desnivel del terreno entre la calle María Auxiliadora y su paralela Creu de Pedra, muchos propietarios han levantado una planta y grandes terrazas que no afectan a la fisonomía del barrio desde su calle principal.

Frente a una de estas viviendas encontramos a Vicente, un joven que, con su hermano Francisco, está reparando algunos desperfectos de la casa familiar que compraron sus bisabuelos Nicolás Presentación y Modesta García y en la que actualmente vive su abuela Ana. Vicente y su madre, que también se llama Ana, nos enseñan decenas de fotos familiares en las que se aprecia cómo era el barrio a mediados del siglo pasado. "Este barrio era una gozada, y lo sigue siendo, aunque cuando yo era niña no había nada alrededor del barrio más que campo y matojos", dice Ana mientras Vicente recuerda "cuando se hacían partidos de fútbol entre casados y solteros en lo que llamaban el campo de las cabras" mientras que a espaldas del barrio, en lo que ahora es un aparcamiento propiedad de la clínica Medimar, "estaba la Granja del Tío Rico".

"Las cuatro esquinas"

El barrio no contó con asfaltado hasta los años sesenta; las casas tenían aljibe y no había agua corriente. El alumbrado apenas consistía en una bombilla colgada. Ahora hay unas farolas de forja negras adosadas a las casas que ayudan a mantener la imagen antigua del barrio. Sus bancos, sus jardineras en las aceras y el arbolado hacen el resto. "Aquí todo se hace en las cuatro esquinas como lo llamamos los vecinos", señala Salvador, aludiendo al cruce entre María Auxiliadora y la calle Salvador García Muñoz. En "las cuatro esquinas" instalan el escenario de las fiestas, realizan sus comidas vecinales y plantan la hoguera. Se trata de un rincón especialmente cuidado por los vecinos, con sus jardineras y sus banquitos pese a no ser más que el cruce de dos calles.

A la vuelta, se encuentran las dependencias de la Sociedad Colombicultora Marías Auxiliadora, entidad que en su momento tuvo mucha actividad en el barrio pero que en la actualidad no se utiliza. La afición por la cría de palomos, sin embargo, sigue viva entre algunos vecinos aunque se han trasladado a otras sociedades de la ciudad.

Lo que no hay en el Barrio Obrero son comercios, aunque los vecinos no se quejan porque hay muchas tiendas y centros comerciales cerca. Según señalan, suelen acudir a comprar a las galerías de alimentación de Padre Esplá o a alguna de las grandes superficies cercanas . El barrio está bien comunicado con el resto de Alicante. En la actualidad se están llevando a cabo las obras del tranvía y además cerca pasan tres líneas de autobuses.

Ahora el Barrio Obrero está pendiente de la construcción de una promoción de bungalows prevista entre el barrio y la avenida de Denia en un solar que se utiliza como aparcamiento. Los vecinos no temen que la expansión urbanística acabe con su tranquilidad y su forma de vida. "Al contrario", señala Manuel Ruiz, "estamos deseando que se ocupen los descampados. Es bueno para esta zona".

Ayudando a los más desfavorecidos desde hace 16 años

En dos de las viviendas del Barrio Obrero que han unido y reformado, se ubica la sede de "Pacha- Mama", el Comité de Solidaridad con Perú en Alicante cuyo objetivo es dar a conocer la realidad social, económica y política de Perú y colaborar en proyectos de desarrollo. Pero además, desde esta casa, su propietario Miguel y su mujer, llevan ayudando a inmigrantes llegados a Alicante desde 1994. Tal como se ha indicado desde la entidad, "no es una casa de acogida, sino de amigos" en la que se hecha una mano a personas llegadas a la ciudad y que se encuentran en una situación precaria hasta que consiguen un trabajo y una vivienda y pueden establecerse por su cuenta. Según ha señalado el presidente de la asociación de vecinos del barrio, Manuel Ruiz, "allí realizan una labor muy importante y discreta, sólo pretenden ayudar a otros". Las relaciones de las personas que han pasado por aquí con el resto de vecinos del barrio "es buena, no hay ningún problema. Hay gente que está aquí un tiempo y luego se va, pero luego mantienen el contacto con esta familia. Es buena gente".