Flor Hoyos, educadora social de Alaquàs y codirectora desde hace una década del Diploma de postgrado de la Universitat de València en Mediación en la Intervención Socioeducativa, es una de las voces más autorizadas en la mediación familiar y escolar. Alerta del agravamiento de la conflictividad en los procesos de separación y divorcio al señalar que "entre el 30 y 40% de casos" que lleva "no son familias con menores en situación de riesgo por falta de recursos, sino procesos de separación o divorcio mal resueltos que acaban afectando a los niños".

Sostiene que el colegio "es uno de los pocos espacios donde los niños aún son anónimos, donde todos son iguales, reciben el mismo trato y formación y pueden jugar libremente". Por tanto, recalca, "hay que impedir que los conflictos familiares por divorcios entren en la escuela". Para ello recomienda que los equipos directivos tengan clara toda la información sobre la disolución matrimonial (convenio regulador, quién tiene la guardia y custodia y qué personas pueden recoger al niño, quién ostenta la patria potestad...). Además, aconseja que si no hay convenio regulador, los directores medien con los padres "hasta conseguir un acuerdo firmado por ambos".

En los divorcios conflictivos, apostilla, los centros "deben conocer la situación de sus alumnos, protegerlos y apostar por la mediación". Por otro lado, incide en que los colegios e institutos "han de adaptarse a esta nueva realidad, pues no suelen hacer dobles convocatorias y no informan a ambos padres".

Aumento de la conflictividad

Hoyos destaca que en la crisis económica actual hay dos factores que contribuyen a que muchos divorcios sean "especialmente turbulentos". El primero, explica, "es la posibilidad que tienen los jueces de aplicar por defecto la guarda y custodia compartida y las consecuencias que ello tiene sobre el patrimonio y las obligaciones de los cónyuges, lo que lleva a establecer guerras entre los progenitores en las que no siempre se atiende a las necesidades del menor ni se respeta 'su interés'". Aclara que esto no significa que rechace la custodia compartida, "pues es algo en lo que creo y defiendo", pero matiza que "si no hay un mínimo entendimiento de los padres, esta modalidad aún es mucho más guerra".

El segundo efecto de la crisis que, a su juicio, enquista los divorcios es "la falta de capacidad económica de los no custodios para pasar la pensión de alimentos, que lleva a la precariedad del núcleo convivencial del menor, condiciona las relaciones entre la expareja, interfiere en la relación del hijo con el progenitor no custodio y judicializa los procesos, ya que incluso aunque quien ha de recibir la pensión tenga buena relación con su 'ex' y se haga cargo de su situación, para acceder a ayudas necesita demostrar el impago con una denuncia".