Hace 50 años: el Puerto se le queda pequeño a Alicante

La ciudad no tiene espacios libres en los muelles para los contenedores y las autoridades estudian que la ampliación la efectúe un grupo privado

Lleno total en las salas de fiestas para Nochevieja y eclosión de juguetes y niños en la cabalgata de Reyes

La Coral de Crevillente actúa en el Liceo de Barcelona y hace los coros a Montserrat Caballé y Plácido Domingo

El Puerto de Alicante, en la década de los setenta.

El Puerto de Alicante, en la década de los setenta. / Perfecto Arjones

Ramón Pérez

Ramón Pérez

El niño Jesús del belén que Alicante puso en la plaza de Gabriel Miró en las Navidades de 1973 desapareció de la noche a la mañana. La ciudad inauguró 1974 con un revolcón religioso. Los amigos de lo ajeno volvieron de Nochevieja con una de las cinco piezas del nacimiento que había colocado el Ayuntamiento junto con la Caja de Ahorros del Sureste. A diferencia de lo ocurrido esta Navidad en San Vicente del Raspeig, hace cincuenta años no hubo petición de rescate y el alcalde decidió retirar todas las figuras “porque si no hay niño no tiene ningún sentido el belén”.

Más allá de aquella gamberrada, el gran debate que ocupaba las cabezas de los mandamases alicantinos era la situación del Puerto, que bullía en aquel momento con la llegada sin descanso de los containers, que eran de más de seis metros de largo. Tal era el volumen que comenzaba a no haber hueco en los muelles. Jesús Ruiz Navarro, el director, explicaba el problema en las páginas de INFORMACIÓN: “Estamos agotando los espacios libres, la única solución sería ampliar el muelle 14, donde se lograrían calados de hasta 12 metros. Y, según mis noticias, un grupo financiero está interesado en hacerlo. Sería muy beneficioso para todos”. Lo que no decía el director del Puerto era que el Ministerio de Obras Públicas, pese al boom de los contenedores, tenía a Alicante ciertamente olvidada para beneficio de puertos vecinos, que la única grúa Titán de la que disponía tenía cuarenta años y que una nueva valía 30 millones de pesetas y no podían costearla. A insistencia del periodista, el señor Ruiz se mostraba inquebrantable: “La Dirección General de Puertos tiene unos presupuestos que distribuye con justicia”.

Una imagen de la Rambla en aquella época.

Una imagen de la Rambla en aquella época. / Perfecto Arjones

Los alicantinos, para esa primera semana de 1973, dudaban a qué cotillón ir para Nochevieja y a qué fiesta de roscón acudir la noche de Reyes. La oferta era variada; entre las muchas opciones brillaba la actuación de Micky en Il Paradiso o el abanico de posibilidades del Teatro Argentino, ubicado en la avenida Salamanca y que se anunciaba con “potente calefacción”. El cantaor Manolo de Vega era su principal reclamo, entre bailes de plumas y marabúes. Si la elección era la Albufereta, el Chinchorro disponía de un atractivo menú para el último día del año formado por poncho, fritanga colombiana, ensaladilla mejicana, churrasco argentino y champagne Conde de Caralt. En todas estas salas no faltaría el Just you and me, de Chicago, que era número uno en Estados Unidos o La estrella de David, de Juan Bau, que lideraba la lista de Los 40 principales por quinta semana consecutiva.

La Coral Crevillentina, que en 1973 maravilló en el Liceo de Barcelona.

La Coral Crevillentina, que en 1973 maravilló en el Liceo de Barcelona. / Perfecto Arjones

Sin salir de las artes escénicas, aquellos días sacábamos pecho por nuestros paisanos de Crevillente, cuya coral actuaba en el Liceo de Barcelona. Las crónicas fueron excelsas, hicieron los coros a Montserrat Caballé y Plácido Domingo en la ópera Aida, de Verdi. La crítica catalana la catalogó como “una versión jamás igualada”.

Niños entusiasmados en el Cabalgata de Reyes de Alicante de 1973.

Niños entusiasmados en el Cabalgata de Reyes de Alicante de 1973. / Perfecto Arjones

Mientras el mundo miraba al Reino Unido, donde se agravaba la huelga de los mineros de carbón, Alicante contaba horas para la cabalgata de Reyes y se anunció que las tiendas de juguetes y regalos estarían abiertas hasta las doce de la noche del día cinco. Los juguetes preferidos de aquella Navidad fueron la muñeca Marujita, de Famosa, y el Torpedo, Milloncete y la estación de servicio de Airgam. En la cabalgata de la capital desfilarían dos mil figurantes y ocho bandas de música, pero la gente comenzaba a encontrarla corta de recorrido (sólo Altamira y Rambla) y ya se barruntaba extenderla por Alfonso el Sabio. Precisamente la Rambla también era llevada al pleno municipal por su remodelación; la pregunta estaba servida: ¿en la Rambla, palmeras o árboles?

La discorteca Il Paradiso, con el aforo completo.

La discorteca Il Paradiso, con el aforo completo. / Perfecto Arjones

En Elche también preparaban la cabalgata, aunque un día antes el ambientazo estaba con los carteros y pajes reales, donde había un invitado de excepción, Palín, la mascota de Palotes, la célebre chuchería de Damel. Sin embargo, el suceso que más líneas ocupaba en la ciudad vecina era la muerte de un vigilante nocturno en un sótano. ¿Accidente o asesinato?

Preparativos de una actuación en el Teatro Argentino.

Preparativos de una actuación en el Teatro Argentino. / Perfecto Arjones

Los médicos de Alicante también se arremolinaban aquellos días por una adjudicación de plazas; a su parecer, irregular. Muchos de los que eran interinos se quedaron sin trabajo en apenas una semana y decidieron denunciar la situación. Como también lo hizo Remedios Vela, vecina de Benalúa que había encontrado una cucaracha al abrir un botellín de cerveza El Águila. No haría demasiada sangre ante las preguntas del periodista Carlos M. Aguirre y el objetivo de Perfecto Arjones. “Nos hemos cambiado al vino con gaseosa”, decía con mucho arte.