La Piedad de Santa Cruz bajará coronada en la Semana Santa de Alicante

La Virgen que protagoniza el Descendimiento de la hermandad recibió esta distinción canónica a finales del pasado año

Será el primer Miércoles Santo en el que se vea su corona

La devoción por Santa Cruz

Rafa Arjones

Alberto Losa

Alberto Losa

El Descendimiento de Santa Cruz es un paso que no necesita presentación. En especial para las cientos de personas que se agolpan en los recovecos del barrio cada año para ver bajar a los cuatro tronos, con la Virgen del Descendimiento, Nuestra Señora de la Piedad, al final de la procesión.

El capataz del Descendimiento, Andrés Mas, asegura que es un momento emocionante, pero que comporta una responsabilidad: «La verdad es que tanto para mi padre —con quien comparte capatacería— como para mí es un momento de nervios. Hasta que no estamos arriba no descansamos. Son nervios. Al final tienes que guiar tú para que las imágenes no golpeen cuando pasan por los balcones».

Un momento especial no solo en la conocida bajada, sino también en la subida, que se realiza «de tirón», como subraya el propio Mas: «Muchas veces lo he dicho, para mí el santacrucino es el que sube. Para bajar, somos mucha gente. Una vez que llegas a San Nicolás te quedas con la mitad de cuadrilla. Lo suben los que lo sienten, es así. Para mí, a partir de San Nicolás y cuando subimos hasta el Carmen, ese momento de adrenalina, de nervios, de que se ha hecho toda la vida así y lo mantenemos, es lo más importante de la procesión».

Algo que también sienten los costaleros, como José Ramón Cruañes, quien también pertenece a la junta de gobierno de la hermandad: «Las dos partes más importantes de nuestro trayecto son tanto la bajada como la posterior subida. A mí me gusta más la subida, que conforme va pasando el tiempo cada vez se puede encontrar a más gente».

Cruañes subraya que «poder ser costalero de la hermandad de Santa Cruz es algo que es muy difícil expresar con palabras» ya que «al final, es un cúmulo de sensaciones, de sentimientos poder llevar a la imagen a la que estás rezando todo el año, a las imágenes a las que les ha rezado tu familia en años atrás».

«La subida y bajada no se ensayan, pero siempre las hacen las mismas personas o su relevo generacional. Lo llevamos muy aprendido y, si no, lo aprendemos de la gente mayor», remarca el costalero.