HACE 50 AÑOS
No va más en Alicante
La ciudad brillaba durante el puente de San José mientras se apagaba el humo de los Farias
Una solanera de justicia y un tubo de escape que no cesa de escupir humo. El paraíso, que tiene sus zonas grises. La Rambla, la Explanada y el resto de vías principales de Alicante son un pelotón, pero no ciclista, sino de Renault 5, Seat 127, Simca 1200… Más coches en doble fila que viandantes hay en la calle. Son los efectos del puente de San José. El Ayuntamiento coloca a doce agentes de tráfico ante el Mercado Central para ir descongestionando los atascos, pero no hay manera. Si en la ciudad no había sitio para aparcar, ahora no hay ni para poder cruzar con dignidad. El chascarrillo en la calle es «¿no decían que habría menos tráfico por el precio de la gasolina?».
La cara a, sin embargo, es otra. Alicante tiene el sold out colgado: hoteles llenos, restaurantes hasta los topes. Trabajo. Una avalancha humana en pleno mes de marzo a la que no le ha pesado el aumento de la tarifa hotelera implementada poco antes. La estampa inesperada es una playa con bañistas, no paseantes, bañistas. «La cabeza sí que habrá que mojarla», dicen los más cautos. No hay chaquetas y el periodista que hace el reportaje en INFORMACIÓN escribe que incluso hay vascos sin txapela (sic). Un despiporre, vamos. El sol y Alicante.
Mientras un humo, el de los coches, anunciaba bullicio y éxito hostelero en la ciudad; otro se apagaba. Concretamente, el humo de los Farias. El nuevo director de la Fábrica de Tabacos de Alicante, Juan Batlle, anunciaba que los puros Farias –ya saben, cigarro barato peninsular de tripa de hebra larga (según la RAE)– ya no se producirían más en la ciudad. Se harían en otras ciudades, en las factorías de Gijón, Santander, Cádiz y Logroño.
La fábrica de Alicante se dedicaría a hacer cigarrillos «en plan masivo», según Batlle, y se especializaría en Ducados, Sombra, Celta con filtro… Uno de los titulares de la primera comparecencia de Batlle en su toma de posesión era que iba a convertir la fábrica de Alicante en una «de primera división». ¿Cómo? Con una nueva maquinaria que venía de Alemania, Suecia e Inglaterra, que sustituirían la obsoleta equipación que había en 1974. «Pero las mujeres que hacían los Farias no serán destituidas», se defendía Batlle de las suspicacias. Por aquel entonces se acababa de anunciar que el precio del tabaco subiría entre un seis y un ocho por ciento, lo que se presuponía como un agujero extra para el bolsillo de los alicantinos, que habían gastado más de mil millones en tabaco en 1973. Aunque para agujero en el bolsillo el de un vecino alicantino que acababa de pagar aquella semana 108 multas de tráfico de una tacada: 38.000 pesetas, la mayoría por aparcar mal. No, no había carnet por puntos todavía.
Elche también era noticia porque había duplicado su población en diez años. De 73.000 habitantes en los años sesenta a 122.000. Le llamaban entonces la Alemania del Sureste, meta de muchas familias que buscaban trabajo y mejores condiciones de vida. El punto de partida de esos nuevos ilicitanos era el sur de la península y ya se habían creado en el municipio varias casas: la casa de Jaén, la de Granada y la de Ciudad Real. Aquellos días en los que la provincia rezumaba trabajo y vistas de un futuro mejor, también se conocía el buen momento de la almendra, motor de parte nuestra tierra, que en 1973 había tenido 44.000 toneladas de cosecha. Y también que el salario mínimo interprofesional subiría hasta las 225 pesetas.
El festivo de San José pasaba y se llevaba los coches y el sol. Un par de días después de la eclosión veraniega llegaba la nieve. Onil, Ibi, Villena, Aitana y varios enclaves más amanecían teñidos de blanco. Biar, con medio metro de nieve. Las diferentes precipitaciones dejaban 35,5 litros por metro cuadrado, una lluvia que no había sido atroz y que beneficiaba a la huerta de Orihuela, siempre en vilo por una cosa o por otra.
En Dénia celebraban sus fallas, que cumplían un cuarto de siglo y que estaban entonces repletas de niños. El Distrito Centro se llevaba nuevamente el primer premio tras la elección de un jurado venido de Valencia. Cinco fallas quemadas y unas mascletaes «que daban miedo», según el periodista González Pomata. Imagínense…
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