Retratos urbanos

El abogado de los lobos

Miguel Ángel Garijo Castelló, letrado penalista, defendió la abolición de la pena de muerte para la especie ibérica, acusada de asesina implacable

El abogado Miguel Ángel Garijo Castelló posa en la alicantina calle de San Francisco.

El abogado Miguel Ángel Garijo Castelló posa en la alicantina calle de San Francisco.

Pepe Soto

Como letrado penalista asumió el reto de participar en el procedimiento de una sentencia absolutoria para el lobo ibérico, que parecía condenado a muerte. Defendió a los lobos ante la acusación de especie asesina implacable. Lo logró junto a otros luchadores en 2021. Colgó su toga de abogado en audiencias y tribunales. Pasó cinco años en la Sierra de la Culebra (Zamora), en el pueblo de Villardeciervos, en defensa de la libertad y la decencia de esta especie animal. Antes del juicio, en España se mataban legalmente a al menos 200 lobos y lobas cada año, a tiros de escopeta o atrapados en trampas canallas. Ahora, parece que están a salvo. Ha conseguido menos sangre en las alturas y sensibilidad social. Y está el hombre, al lado y en defensa de la naturaleza, del medio ambiente. Entre otros lobos. Tiene fama de aventurero jovial entre colegas y vecinos: jugador de rugby, navegante, jinete, piloto por el aire, alpinista y muchas cosas más.

Miguel Ángel Garijo Castelló (València, 1965) es hijo y nieto de ferroviarios. Pedro, su abuelo paterno, fue jefe de circulación de la antigua estación de Benalúa, actual sede de Casa Mediterráneo. La madre, Antonia Castelló, era originaria de Sagunto. El padre, Diego Garijo, nacido en Alicante, se jubiló como jefe principal de la Estación de Renfe de Alicante. Tiene dos hermanas, Alicia y Eva. La mayor dirige el Teatro Arniches y es delegada territorial de la Conselleria de Cultura; la menor casi siempre ha trabajado en el despacho penalista de Miguel Ángel, en un laberinto de pleitos y acuerdos.

Los Garijo siempre han estado vinculados al barrio de Benalúa, donde sus abuelos paternos tenían una casa antigua típica alicantina, justo en la plaza Navarro Rodrigo. Se hizo bachiller en el instituto Figueras Pacheco. Miguel Ángel estudió Derecho en la Universidad de Alicante. Fue compañero de curso de Luis Barcala, el alcalde de la ciudad lucentina, entre muchos. Acabó la carrera en 1990. Se colegió semanas después. Se especializó en Derecho Penal. Fue profesor en la Escuela de Práctica Jurídica. Desde muy joven practicó el rugby. Comenzó como cadete en el equipo del CEU Rugby Club de Alicante y llegó a ser convocado para la selección de la Comunitat Valenciana. Estuvo varios años dando patadas a «la guinda», a la pelota ovalada que persiguen treinta jugadores de dos equipos rivales por todo el campo en una práctica de evasión y contacto.

También ha navegado por el mar en un velero, ha montado a caballo por la huerta alicantina, ha volado por los aires y entre nubes con una avioneta y ha escalado montañas cercanas y lejanas. Fue subvencionado por el Colegio de Abogados de Alicante para participar en la expedición «Aconcagua 94», en un intento de coronar la montaña de Los Andes, situada a  6.960 metros de altitud, junto a miembros de Grup de Muntanya de Calp. Se quedaron con la experiencia, bastante lejanos de la cima.

Una mañana cualquiera un alumno preguntó a Miguel Ángel si era prudente que un abogado penalista defendiera, si así se lo pidieran, al mismísimo diablo. Sin vacilar respondió: «Mientras creyera en su inocencia, por supuesto que sí». Cuando le plantearon que participara y que pusiera su granito de arena en la defensa del lobo ibérico, tampoco vaciló: creía en su inocencia. Ahí empezó la defensa de la causa del lobo ibérico, por la superación de un conflicto ancestral que el animal mantiene con el ganadero por los daños generados en vacas, cabras, gallinas y ovejas. «Como abogado pensé que teníamos que luchar entre todos por cambiar la ley existente, de tal manera que ese cambio protegiera tanto al lobo como al ganadero».

Estamos en 2015. Se marchó a la Sierra de la Culebra, en el noroeste de la provincia de Zamora, al pueblo de Villardeciervos, lugar donde existe la mayor densidad de población de lobos de Europa. En aquel momento el conflicto era intenso y se creó, por imperativo del Decreto 14/2016 de la Junta de Castilla y León, la Mesa del Lobo, órgano consultivo de la Junta, y de la cual Miguel Ángel era miembro, para dirimir los conflictos entre los sectores sociales implicados en la gestión y conservación de la especie. «Durante los cinco años que estuve inmerso en el proyecto, intenté mediar para que la gente conociera mejor al lobo ibérico y que entendiera que no era ninguna amenaza, a diferencia de lo que nos habían contado en todos los cuentos de niños, como el de Caperucita», dice Miguel Ángel. Contribuyó a la creación de una empresa de turismo de naturaleza, dedicada a posibilitar que la gente, siempre manteniendo todas las normas y precauciones medioambientales exigibles, pudiera visionar cómo vivía el lobo ibérico en libertad y que, por supuesto, «llegara a la conclusión de que este no era ningún monstruo del averno».

Recuerda que Félix Rodríguez de la Fuente hizo mucho por la conservación del lobo, entre otras especies de la fauna, y ello fue posible por mostrar imágenes a través de medios audiovisuales, sobre todo por televisión: se comprobó que no era un animal sádico, tan sólo un animal. La Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL) superó los exámenes judiciales y en septiembre de 2021 el lobo ibérico alcanzó la titularidad de animal protegido en España, donde habitan poco más de 2.500 de la especie.

Miguel Ángel Garijo Castelló regresó a su tierra en 2020. Sigue ejerciendo su oficio: la abogacía, el Derecho Penal, en todos los casos en los que cree, con la experiencia de haber participado, durante cinco años, en un ingenioso proyecto para conseguir que el lobo ibérico tuviera su espacio de libertad en un proceso en el que se le pedía la pena de muerte. Antes del juicio, en España se mataban legalmente 200 lobos cada año. Ahora sería un delito, gracias a personas como el letrado Garijo, que ha conseguido menos sangre en las alturas y mayor coherencia social.

Ahí anda Miguel Ángel: tenacidad y honestidad de sobra. Con los lobos a buen resguardo y sorteando pleitos más o menos complicados. Comparte el despacho con su socia, Laura Mira Trives. Y ahí sigue. Con los lobos a salvo. A la espera de otra aventura.