Como el lector ya sabe, los premios FAD son uno de los galardones más importantes que se conceden en nuestro país a la arquitectura. Fundados a mitad del siglo pasado por Oriol Bohigas, los FAD han desarrollado una labor admirable de difusión de la arquitectura. Pese a carecer de dotación económica, su prestigio está muy arraigado entre la profesión. A lo largo de su trayectoria, los FAD han premiado las mejores obras que cada año se construyen en el país. Es probable, sin embargo, que fuera del ámbito de la arquitectura los premios pasaran un tanto desapercibidos: hasta fechas recientes, la obra de los arquitectos no ha gozado de un reconocimiento público amplio, como sucede en la actualidad.

Este año, los FAD han recaído en dos obras realizadas en la provincia de Alicante: el paseo marítimo de Benidorm, de Carlos Ferrater y Xavier Martí, y un instituto de enseñanza media, construido en Rafal, que ha proyectado Francisco Leiva, del equipo Aranea. El premio concedido al paseo marítimo de Benidorm no ha sorprendido, pues la obra ya había llamado la atención. Ferrater es uno de los arquitectos actuales más elegantes y galardonados; Benidorm, por su parte, tiene reconocida una tradición de obra pública muy satisfactoria. Menos habitual resulta encontrarnos con un edificio moderno y de calidad en plena Vega Baja, un territorio de arquitectura anodina, cuando no francamente vulgar.

Precisamente, ha sido el contraste de la obra de Leiva con su entorno el motivo que ha destacado el jurado a la hora de conceder el premio. En un espacio donde la especulación inmobiliaria ha destruido en pocos años un paisaje milenario, el arquitecto ha diseñado un edificio volcado hacia el interior, que crea -en palabras del jurado- "un paisaje alternativo, sereno, empático, abierto y confiado, monolítico pero articulado". Con su presencia, el instituto de Rafal refleja la fealdad del entorno que lo rodea y lo denuncia. La buena arquitectura tiene siempre un efecto que se prolonga más allá de la propia obra.

Este edificio de Leiva no es una excepción. Confirma el excelente momento que vive la arquitectura pública del país, un fenómeno sobre el que se habla poco. La presencia mediática de los arquitectos estrella ha hecho que estas obras de menor volumen pasen desapercibidas para el gran público. El hecho es particularmente apreciable en la provincia, donde, en los años recientes, se han construido numerosas obras públicas de interés. Mientras los promotores arruinaban nuestras ciudades con feas construcciones y destrozaban paisajes admirables, los arquitectos demostraban que la belleza y la funcionalidad no son incompatibles. Estas contradicciones señalan muy bien el actual estado de la sociedad. Un rasgo común que podemos apreciar en la mayoría de estas construcciones es su discreción: el calatravismo ha enseñado a los jóvenes el valor de la prudencia.