Ispahán es una ciudad situada a más de trescientos kilómetros al sur de Teherán, una ciudad en la que Natalia Carbajosa (El Puerto de Santa María, 1971) nunca ha estado, pero a la que ha viajado a través de las historias de un cuentacuentos marroquí, que la trasladó durante una noche de verano a aquel lugar mítico con resonancias de Las mil y una noches. Tu suerte está en Ispahán es un libro que, en cierto modo, nace de aquella experiencia y recrea de forma permanente esa jornada del ciclo La Mar de Letras que tuvo lugar en Cartagena, ciudad de resonancias históricas en la que actualmente reside y trabaja la autora.

No es este el primer libro que Natalia Carbajosa entrega a las prensas, ya que con anterioridad había publicado, además de sus traducciones de Hilda Doolittle, Kathleen Raine y Scott Hightower y algún volumen de relatos, los poemarios Los puentes sumergidos (2000), Pronósticos (2005), Los reinos y las horas (2006) y Desde una estrella enana (2009).

Tu suerte está en Ispahán es, en realidad, un libro-poema que se divide en diecinueve partes, que van precedidas por una composición que actúa a modo de prólogo y otra que hace las veces de epílogo. Dichas piezas sirven para enmarcar la historia, como si fueran ese mínimo hilo conductor que engarza los relatos de El conde Lucanor, el Decamerón o los Cuentos de Canterbury, por no mencionar Las mil y una noches, que es, por supuesto, el referente más inmediato.

Todo comienza en una habitación, donde los únicos compañeros imprescindibles son una mesa, una ventana y algunos libros: Todo el viaje de la vida cabe en los / confines imprevistos de una habitación, // una habitación a la que mesa, ventana y / unos pocos libros bastan. Todo acaba en esa misma habitación, cuando, al pasar la última página del libro, nos quedamos solos con el silencio de las mil aventuras leídas. En ese marco excepcional sitúa Natalia Carbajosa Tu suerte está en Ispahán, que es una reflexión sobre el propio concepto de Ispahán, un nombre que suena lejano y próximo a un mismo tiempo (Nunca has estado en Ispahán. Sabes de bellos / edificios, de un pasado glorioso), pero que es también, y sobre todo, una búsqueda del sentido de la palabra: Dices: Ispahán. Y dices fértil oasis y montañas / desoladas y tesoros persas y el Vestíbulo de las / Cuarenta Columnas. Y torres y palacios y / mezquitas.

Hay en este volumen múltiples referencias literarias, ya que la poeta se ha transfigurado, de alguna forma, en una moderna Sherezade, pero lo más interesante es, sin duda, la reflexión sobre la propia palabra, sobre su poder evocador y su capacidad creadora (y por las palabras sí podemos pasear como si / tuviéramos alas en los pies, // sandalias de oro vivo). Quien viaja busca, en definitiva, nuevas historias: El viajero es un niño que se niega a quedarse / huérfano de cuento. A veces, en los versos encontramos pequeñas enseñanzas, bellas imágenes que nos remiten al desierto y a otros lugares de la soledad: Los habitantes del país sin lluvia no sabrían ya / vivir sin sed, // porque solo la sed enseña // a anhelar la lluvia.

Al cabo, lo que plantea Tu suerte está en Ispahán es una viaje literario a esa ciudad, a la que llegamos tras cruzar un desierto de palabras, un océano de tiempo y, sobre todo, nuestra propia vida. Al final del viaje nos aguarda la ciudad mítica, pero... ¿qué encontraremos allí? Quizás, como afirma Cavafis en Ítaca, solo encontraremos lo que llevamos dentro (A los lestrigones y a los cíclopes, / al fiero Posidón no encontrarás, / a no ser que los lleves ya en tu alma), pero también puede que la muerte nos espere en Ispahán: Un cuento: el hombre al que, en Bagdad, la muerte / le hace un gesto en el mercado y, aterrado, huye a / Ispahán. No comprende que, // esa noche, / la muerte no tiene negocios en Bagdad, // sino en Ispahán. Pronto nos veremos en Ispahán.