En octubre de 1968, Antoni Seva publica Alacant, 30.000 pieds noirs. El libro inaugura la colección Tres i quatre, y obtendrá un eco inmediato en los medios intelectuales valencianos y, particularmente, entre los alicantinos. Durante un tiempo, la obra es una referencia al hablar sobre Alicante, y formará parte del imaginario de la ciudad. Con los datos que hoy conocemos, las cifras que manejaba Seva en su libro resultan algo exageradas. El profesor Juan David Sempere, que ha investigado el suceso con detalle, estima que los colonos que se establecieron en la ciudad no pasarían de los seis mil. Si los datos de Alacant, 30.000 pieds noirs pueden estar desfasados, el espíritu de la obra, por el contrario, se mantiene intacto. Seva nunca pretendió escribir un estudio académico, sino llamar la atención sobre un fenómeno que tuvo una gran importancia en la historia de Alicante.

Al cumplirse ahora los cincuenta años de la independencia de Argelia, se han publicado diversos artículos sobre la cuestión. En este mismo diario, el periodista José María Perea ha trazado una detallada relación de los colonos franco argelinos que se establecieron en la ciudad. El artículo de Perea muestra el efecto modernizador que la llegada de esas personas tuvo sobre el comercio de la población. En general, se considera que la influencia de los pieds noirs sobre Alicante, acaba aquí, en el comercio y, más concretamente, en la hostelería. El propio Seva parece ser de esa opinión: "El poble d'Alacant va rebre el seus hostes, com era previsible, am el seu tarannà naïf, liberal i menfotista. Llevat les poques famílies que tenien a l'altra banda del Mediterrani alguns lligams de sang directes, l'arribada dels refugiats a penes aconseguí l'epidèrmica atenció de la novetat perfectament assimilable".

Mi opinión es que la llegada de los pieds noirs tuvo mayores consecuencias de las reconocidas. Para formarnos una idea de lo que debió suponer la presencia de los colonos argelinos entre nosotros, hemos de imaginar el Alicante de aquellos años. La población tiene unos ciento veinte mil habitantes y es una ciudad tranquila, amigable, de un carácter provinciano muy acusado. Aunque el turismo ha dado sus primeros pasos se trata, en su mayor parte, de un turismo nacional. Como en el resto del país, la sociedad alicantina vive ahogada bajo las estrictas normas que impone la Iglesia Católica y la dictadura del general Franco. Pese a estar lejos de la metrópoli, los pieds noirs están influidos por las maneras francesas, más liberales y avanzadas que las nuestras. Este carácter se advierte sobre todo entre los jóvenes, que traen a Alicante unas formas de relación más libres y directas. Su efecto sobre la juventud local será fulminante. Es cierto que, con el tiempo, estos inmigrantes acabarán por integrarse en la ciudad, pero lo harán en una sociedad distinta que ellos mismos han contribuido a transformar. Sus costumbres mostraron a los alicantinos que era posible vivir de otra manera.