El presidente de Extremadura explicaba, hace unos días, en la prensa, la importancia que la cultura tiene para la economía de aquella región. Morago -recordémoslo- fue uno de los escasos políticos del Partido Popular que se opuso a la subida del IVA para la cultura. Siendo un político, su actitud, como no podía ser de otro modo, respondía a un interés particular. Morago cree que la cultura es un factor importante en la economía y que merece la pena prestarle atención. Sobre esto, ha escrito: "Fuera del sol y playa, el turismo y la cultura forman parte de un sistema que se sostiene por los espectáculos y acontecimientos culturales [...] Para nosotros la cultura es una plataforma económica regional por su repercusión decisiva en el sector turístico de nuestra Comunidad". No se puede decir de manera más clara.

Entre nosotros, hace tiempo que el profesor Pau Rausell estudia las relaciones entre la cultura y la economía. Sobre este asunto, ha publicado varios trabajos del mayor interés, donde muestra como la cultura puede contribuir a mejorar la economía de un territorio. En otros trabajos, el mismo Rausell ha señalado la importancia que el turismo urbano, el turismo de las ciudades, ha adquirido en los años recientes. La aparición de los transportes baratos, especialmente de los vuelos, ha modificado nuestra manera de viajar, de hacer turismo. Las ciudades -ahí está el ejemplo de Barcelona- se han convertido en un foco de indudable atractivo para los viajeros, con todo lo que ello significa.

Las autoridades de Alicante han expresado siempre su deseo de que la ciudad se convirtiera en un centro de servicios y de atracción para el turismo. Es un propósito que he escuchado formular innumerables veces. Lo sorprendente es que hayan mostrado un interés tan escaso en el asunto, como si formular el deseo ya fuera suficiente para que se realizara. No hablaré de los servicios porque no es ahora el momento de hacerlo, pero me pregunto qué política cultural ha habido en la ciudad. Yo, desde luego, no conozco ninguna que merezca ese nombre. Ello no quiere decir que en Alicante no se celebren con frecuencia conciertos, exposiciones, todas ellas de un indudable interés. En este aspecto, el cambio experimentado en la ciudad, si lo comparamos con la situación de unos años atrás, ha sido notable.

Una política cultural requiere un propósito, unos medios, unos plazos. Si se pretende tener algún éxito hay que disponer de un plan de negocios perfectamente trazado y nadie debe escandalizarse porque hablemos de negocios. De otro modo, la cosa queda en una suma de actos, más o menos interesantes, más o menos brillantes, pero que tienden a diluirse en el tiempo y no cumplen esta finalidad. Si Alicante quiere tener una economía de la cultura, Ayuntamiento y Diputación deberán converger en algún momento sobre este punto.