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La verdad no sospechada

Carmen Laforet nos muestra en Nada la posibilidad de elección para lograr una vida más justa y plena

Lola Marcarell.

Seguro que la entrada en un Año Nuevo a cada uno de nosotros nos remite a alguna tradición o imagen en nuestra memoria. En mi caso creo que a muchas. Pero, literariamente, me imagino a Andrea bajando despacio la escalera de la casa de la calle Aribau con la ilusión y la esperanza en el futuro tras dejar atrás, como el verso de Juan Ramón Jiménez, La verdad no sospechada.

Nada, novela escrita por Carmen Laforet en 1945 a la edad de 23 años y que había conseguido el primer premio Nadal en 1944, es sin duda una de las grandes narraciones del siglo XX en español que, junto con La familia de Pascual Duarte de Camilo J. Cela y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, configuran la maestría que supuso la década de los 40 para la narrativa española, a veces un poco olvidada.

Situada dentro de lo que será la novela del realismo social posterior, es heredera de la novela decimonónica, tamizada por las vanguardias, sobre todo por el surrealismo en la descripción de sentimientos, situaciones y objetos («Parecía una casa de brujas aquel cuarto de baño. […] La locura sonreía en los grifos torcidos» p. 17); pero, sobre todo, podría calificarse de novela existencialista, ya que Andrea, una joven de 18 años que llega a la Barcelona de posguerra para vivir con unos parientes que no conoce y poder estudiar Letras, nos cuenta en primera persona sus vivencias durante un año en la ciudad mediante un cúmulo de sensaciones, construido con el conjunto caleidoscópico que configuran todos los personajes y temas de la obra.

En su narración, Carmen Laforet consigue mostrar la desolación moral y humana en la que han quedado muchas personas tras la guerra civil, sobre todo de la pequeña burguesía. La estructura narrativa es clásica: está dividida en tres partes con capítulos numerados que responden a unidades de contenido. Andrea nos cuenta la novela desde el presente mediante el uso de los tiempos de pasado, desde su llegada a la ciudad («[…] llegué a Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado, y no me esperaba nadie», p.11), hasta su salida de ella («Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa en la que había vivido un año. Los primeros rayos de sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí», p.295). La experiencia vivida marcará el antes y el después de lo que debe ser la vida de Andrea en un futuro; en la confrontación entre el universo cerrado familiar y la frescura que supone la universidad y su amiga Ena, Andrea podrá elegir.

La verdad es que tardé en leerla y en la carrera tiré de resúmenes y estudios. Pero me acerqué a ella en un curso que la incluía como lectura y (¡Qué malos los prejuicios!) la descubrí. Disfruté de cada página y creo que conseguí transmitir todos los sentimientos y el arte de la obra casi en primera persona, hasta el punto de que, tras su lectura, cuando fui a Barcelona visité todos los lugares de la novela. Me paseé por la calle Aribau y me imaginé cómo Andrea había estado por allí, junto a Román, junto a Gloria, junto al resto de parientes, con todos los episodios a los que asiste o vive. Al entrar en la Universidad, en la misma puerta, por los pasillos y en el bar, las vi a las dos, a Andrea junto a su amiga Ena, símbolo de una vida mejor. Nada es Barcelona. Con su lectura conocemos parte del centro de esa ciudad que da cobijo y encierra a todos sus personajes, tal y como se puede ver durante un paseo de cinco minutos en https://www.youtube.com/watch?v=fZkI2CLVjcA&feature=emb_logo, en donde se recogen los espacios junto a los textos de la novela que los describen.

Y ¿Por qué deberíais de leer (y en este caso seguro que releer) esta novela? Porque es uno de los hitos narrativos de la lengua española y debería ser considerada como una lectura obligatoria para todos a los que nos gusta leer y, también, para aquellos a los que les gusta escribir, pues aprenderán mucho en ella. Y porque es una narración de mujer que habla de una mujer positiva en plena posguerra con una modernidad excepcional que augura el deseo de vida.

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