Entrevista | Greta García Escritora y artista

Greta García: «En el arte hago lo que me da la gana»

Greta García

Greta García

Inés Martín Rodrigo

Una tiene la sensación, por los muchos años de oficio lector, parte inherente y esencial del periodismo cultural y, sobre todo, literario, de que los periodistas nos pasamos la vida, profesional y personal, hablando de los mismos libros escritos por los mismos autores. Y, al hacerlo, estamos faltando a uno de nuestros deberes más básicos, el del descubrimiento, al que se llega siempre gracias a la curiosidad. Por eso es tan reconfortante, dichoso, encontrarse con voces disruptivas, dispuestas, precisamente, a provocar un socavón en el estable suelo de las letras españolas. Voces audaces, provocadoras, desinhibidas, espontáneas y valientes como la de Greta García (Sevilla, 1992), que con su primera novela, Solo quería bailar (Tránsito), da una patada a los convencionalismos sociales y literarios, también. Lo hace a través del personaje de Pili, una joven bailarina de origen humilde y andaluz, acento que marca el estilo de la novela hasta definirla, pues además de leerse se escucha, que está en una prisión sevillana después haber cometido un delito. Puede que el desparpajo narrativo de García tenga que ver con sus orígenes creativos, vinculados a las artes escénicas, del teatro al circo, o puede que su talento para la escritura estuviera ahí, aguardando a ser liberado. El tiempo lo dirá.

¿De dónde sale la novela?

Se juntan muchas cosas. Nunca he tenido vocación de escritora, nunca pensé que escribiría. Tenía la necesidad de seguir explorando y liberando unas ganas de crear insaciables. Y empecé a escribir. También un poco como terapia de sacar el churro mental. Me fui apuntando a talleres y me encantó. Fui escribiendo más… Y la novela empezó como un reto. Empecé a tirar de recuerdos, a plantearme cómo de larga tendría que ser… Así de básico fue el arranque de todo.

Es decir, comenzó probándose.

Sí, ver hasta dónde podía llegar y si era algo que podría hacer. Y la escritura fue de yo pasármelo bien, y sacando mierda o morralla.

¿A modo de terapia?

Terapia total, sí. Siempre he tenido mucha ansiedad de no estar bien en un sitio, quererme ir, como que no es suficiente… Y con el acto de escribir me quedo vacía y mucho más feliz. Me lo he tomado todo desde el juego, no he tenido ninguna presión de: soy escritora, llevo toda la vida formándome, tengo que hacer un gran libro… Esa presión la he sentido en las artes escénicas, pero la escritura siempre ha sido una cosa en la que yo me libero y me lo paso bien.

¿Y cómo se logra el equilibrio entre el drama que narra en la novela y el disfrute de escribirla?

Lo veo muy similar a cuando estoy en la escena. Yo puedo hacer escenas súper dramáticas o representar cosas realmente fuertes, pero en la realización hay un placer. Y el libro ha sido muy liberador. Hay cosas personales o que he ficcionado… No es autoficción, el libro es ficción, pero ha sido como una manera de vengarme, y en la venganza he encontrado mucho placer. Yo en mi vida diaria soy muy buena persona, nunca me peleo, no entro en discusiones, evito ese tipo de cosas, y a través de Pili he podido hacer todo lo que me hubiese gustado en la vida, he podido explorar otros sitios.

A veces los personajes reflejan nuestros instintos más perversos.

Sí, claro. Yo creo que todo el mundo es muy perverso y quien no es porque se lo calla. Todos tenemos nuestra gama de colores.

Pero, ¿por qué esa historia?

Fue viniendo sola. Fui encontrando una voz y de ella fue saliendo todo. Quería un personaje que pudiera escribir desde la rabia absoluta.

¿Quizá porque sentía rabia?

Sí, muchísima rabia.

Y la voz, ¿cómo la encontró? Porque no es un libro fácil de leer, es un libro que se escucha.

Todo lo que escribo lo leo en voz alta y tiene que tener sentido y fluir. Por eso potencié el andaluz, que fue difícil medir hasta dónde, fue un trabajo muy minucioso. Ha sido como un vómito, una verborrea, y no me he cuestionado demasiado. Si leyéndolo en voz alta me sonaba bien o me provocaba una risa, iba por el buen camino. Me he tomado la licencia de hacerlo como me ha dado la gana y como sentía que mejor se entendía la voz de Pili.

¿Qué importancia tiene el humor para contar cosas que de otra manera no se podrían decir?

Para mí el humor, desde que soy cría, ha sido la clave de todo. Siento que a través de la risa se llega a sitios mucho más fuertes que si solo tiramos de una emoción, con el humor se llega mucho más lejos que con cualquier otra cosa. Si yo esto lo hubiese contado sin ningún tipo de ironía, de comedia o de burla, hubiese sido un libro aburridísimo.

Menos digerible.

Sí. Pero, realmente, lo que es muy crudo y muy honesto. No es tanto buscando el chiste, sino a través de una honestidad tan bestia que te provoca la carcajada. Pili es una persona que dice lo que piensa y no estamos acostumbradas a eso.

Tal vez ahora haya demasiados filtros, también en las artes.

Yo intento que no los haya. Ahora hay como muchas corrientes de corrección política, que en muchas cosas estoy de acuerdo que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, pero si estamos haciendo ficción, fantasía o un trabajo artístico, tiene que haber una libertad absoluta, siempre teniendo cuidado. Yo he tenido cuidado en muchísimas cosas. El libro no pretende dañar, al contrario, pero esa honestidad, que siento muy humana, me agrada.

Greta García  Solo quería bailar   Tránsito  200 páginas / 18 euros

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¿Teme que la corrección política pueda coartar su libertad creativa?

No me lo planteo, sé que está ahí e intento estar al día de la terminología para, según qué contexto, hablar con el mayor respeto posible. Los nuevos lenguajes o las nuevas maneras... me parece todo estupendo.

¿Y le da miedo cómo sea recibido el libro, que no se entienda?

Miedo no, me divierte muchísimo. Como el mundo de la literatura es para mí nuevo, todo lo que está viniendo es alegría, y lo que venga malo también va a ser divertido. No me esperaba nada, no he tenido ninguna pretensión, para mí ya ha sido un éxito que se publique y lo que venga ahora va a estar todo bien.

O sea que está preparada para entrar en el ecosistema literario...

Espero que sí. Desde que empecé con este proyecto, un montón de mujeres me están queriendo apoyar y ayudar en todo a tope. Con este recibimiento y este cariño, pues a mí ya me ha ganado este universo.

De esa manera, la crítica menos constructiva también se asimila mejor, ¿no? Si es que la hay...

Y, si la hay, yo me voy a tronchar de risa, es que me da igual, vamos.

Al terminar su novela, lo primero que pensé es que era una patada a los convencionalismos literarios y sociales. ¿Cómo ve esa lectura?

Me gusta, la patada, el puñetazo.

¿Era lo que buscaba?

No buscaba un resultado. Para mí fue un vómito y la misión de conseguir, yo Greta, escribir un libro. Y ahí sí que eché todo lo que tenía dentro. ¿Propósito? Que me encantara. Una de las cosas por las que empecé a escribir es porque siento que no sé hablar a veces o que tengo dificultad de comunicarme, no por el andaluz, porque no tengo esa costumbre.

Todo lo hace a través del cuerpo.

Exacto. Mediante el cuerpo puedo expresar millones de cosas, pero hay ciertas cosas que solo puedes a través de las palabras. Entonces, había unas ganas de conseguir articularse mejor o de ordenar pensamientos. Siempre he sido muy lectora, pero veía que leer era totalmente diferente al acto de escribir.

Y lo respetaba mucho.

Pues quizá no tanto, quizá por eso me he atrevido. Quizá el exceso de respeto es lo que hace que mucha gente tenga miedo. Yo este libro lo he hecho sin miedo. Obvio que hay respeto, pero no un respeto que me bloquee, sino a algo inalcanzable, que no se me pasaba por la cabeza. Nadie en mi familia se hubiese imaginado en la vida que yo escribiría un libro.

¿Y está orgullosa?

Súper orgullosa, estoy contentísima. Y es muy fuerte porque, a raíz de escribir el libro, noto que mucha gente me trata de otra manera, en plan: esta niña es más lista de lo que creíamos. Estoy viendo que escribir es una fantasía que tiene mucha gente, pero, a lo mejor, el exceso de respeto o el miedo les bloquea. Yo tiro para delante, me lanzo.

¿Y qué Greta salió de este libro?

Suena como de terapia, pero yo me noto mejor conmigo misma, más en paz. Hay algo que estaba bullendo dentro de mí que ha sido defecado y estoy más tranquila.

¿Se parece escribir a bailar?

Es muy liberador, muy liberador. En la escritura, por ser más ignorante, he podido llegar a sitios que en la danza tardaría más.

¿Y qué lecturas la llevaron a escribir, referentes?

Pues son muy random. Mi madre es sueca, así que Astrid Lindgren, Pipi, Pipi Långstrump, Pipi a tope. Me marcó muchísimo Claus y Lucas, de Agota Kristof. Soy muy fan de Angélica Liddell. Quise imitar Molloy, de Beckett. Brenda Navarro… Leo mucho de todo, muy variado. Intento leer de sitios muy diferentes y pensamientos muy dispares para no creerme que todo lo que se escribe o todas las voces son lo mismo. Pero mis referentes son, sobre todo, mis compañeras de profesión. He bebido tanto de las historias de gente que me rodea, del cine, de la danza y del circo, como de la literatura. No sé separar una cosa de la otra.

Ha dicho que, de momento, le han arropado solo mujeres. ¿Por qué cree que ha sido así?

No sé si es que hay más mujeres en el mundo literario, puede ser… 

Uy, creo que no...

Ya, hay mucho señor... Pues porque me he ido conectando por ahí.

¿El mundo de las artes escénicas es machista?

Dentro de las artes escénicas hay muchísimas ramas y vertientes. Dentro del teatro sí hay una cosa mucho más casposa y machista. Es que, al final, el machismo está en todos lados... El ambiente en el que yo me muevo es más queer y feminista. Sí veo más un machismo desde las instituciones o las programaciones que desde las compañías o lo creativo. Aunque nos creamos que estamos mejor, ves la realidad de muchos teatros o de programaciones culturales y sigue habiendo muchísimo machismo.

Lo queer está también en el libro.

Sí, pero quería evitar todo lo didáctico o explicativo, quería que las cosas simplemente ocurrieran.

Como la vida.

Exacto. Pero escribiendo tienes como el poder o la capacidad de ponerte a aleccionar con las palabras. Obvio que estoy opinando sobre un montón de cosas, pero no quería que eso fuera aleccionador en un sentido de colegio.

A lo mejor me equivoco, pero tengo la sensación de que las nuevas generaciones sois más libres, creativamente, que nosotros.

O que cada vez hay más referencias… Mis padres son artistas y me han inculcado desde pequeña que en el arte tengo que hacer lo que me da la gana. Pero tienes que comer, y hay ciertas cosas que no puedes hacer en la calle, no porque el público no las vaya a entender, sino por el programador de turno. He ido huyendo de gente tóxica o de formaciones más cuadriculadas.

¿Y qué piensa de la autocensura?

La autocensura vendrá más por si no tengo pasta y tengo que hacer un espectáculo. Pero intento igualmente conseguir hacer lo que quiero. Pero no lo he pensado como un temor de que me vaya a pasar, a lo mejor a partir de ahora sí…

¿A partir de la novela?

No creo, no... Quiero que la escritura siga siendo algo que me de paz y placer, no quiero que se convierta en algo que me genere demasiada presión, porque entonces ya no lo voy a disfrutar. Disfruto de todos mis trabajos, tengo esa suerte gordísima, aunque tengo la cara b horrible de ser autónoma, por eso siempre intento que en los trabajos haya placer, porque, si no, no hacemos bien lo que estamos haciendo.

¿La precariedad va siempre asociada a la creatividad?

Yo veo a gente artista que es súper rica (ríe). Sobre todo en las artes escénicas hay un lado muy precario.

En la literatura ni le cuento…

No me he metido en la literatura pensando en ganar dinero (ríe). Tenía pensado subirlo a internet, imagínese. Como no tenía ninguna conciencia de cómo funcionaba este mundo, que ahora me estoy enterando de las cosas, pues nada.

¿Es un poco clown, como Pili?

Yo sí, yo sí, yo soy súper payasa, me gusta ver el mundo desde la inocencia del clown, tirar hacia delante.