Revisando la historia

Lezo y Soy la Malinche, dos desiguales aproximaciones a nuestro pasado «imperial»

Alicia Jaraba Abellán  Soy la Malinche   Nuevo Nueve   224 páginas / 30 euros

Alicia Jaraba Abellán Soy la Malinche Nuevo Nueve 224 páginas / 30 euros

Florentino Florez

Desde la Transición, los dos grandes temas del tebeo histórico español han sido la Guerra Civil y las diferentes historias regionales que convenían a los mitos nacionalistas. Por eso sorprende el renovado interés por ciertos personajes de nuestro pasado imperial. Lezo se construye desde la épica. Blas de Lezo es un superviviente de mil batallas a quien ya habrían dedicado unas cuantas películas en cualquier otro país. Aquí seguimos con Lope de Aguirre y la cólera de Dios. Los autores -Ángel Miranda, Guillermo Mogorrón, Ramón Vega y Miguel Ángel Abad- han saltado por encima de los prejuicios y han visto la gran aventura que podía contarse a través de su biografía. Resulta refrescante ver las clásicas batallas navales contadas al revés. Ya no son los bravos marinos de la Armada inglesa los buenos, con los inquisidores españoles como taimados enemigos. Aquí se explica cómo la pérfida Albión luchó para arrebatarnos nuestros dominios. O se intenta, ya que los resultados no están a la altura. El dibujo tiene fuerza, pero le falta cuidado en los detalles, las actuaciones y la composición. En muchas escenas cuesta entender lo que pasa, imperdonable con coreografías bélicas tan complejas. La descripción de los personajes se esfuerza con los principales, pero muchos de los secundarios, que habrían aportado una dimensión más humana, quedan desdibujados.

Soy la Malinche está mejor acabado. Si en Lezo esa aproximación casi reverencial a una figura militar heroica es casi inaudita en el panorama del cómic español, el enfoque de Alicia Jaraba es el habitual, desde una perspectiva de género, poscolonial y con un gran respeto hacia los indígenas. El principal problema al trasladar la vida de la Malinche al cómic es que ya existe una obra maestra al respecto, el Quetzalcoatl de Jean-Yves Mitton. Obviamente los constantes hallazgos arqueológicos permiten siempre ofrecer nuevas interpretaciones de hechos históricos. Pero el relato de Mitton tiene una fuerza arrolladora, construye un personaje femenino poderoso, una superviviente que se enfrenta a las mayores atrocidades en el centro mismo del infierno, con escenas de una ferocidad abrumadora, como cuando escapa de la matanza en la gran pirámide o su huida hasta encontrarse con Hernán Cortés. Más allá de su veracidad histórica, era un relato fascinante, una narración difícil de superar.

Ángel Miranda, Guillermo Mogorrón, Ramón Vega y Miguel Ángel Abad  Lezo   Espadas del Fin del Mundo   224 páginas / 19 euros

Ángel Miranda, Guillermo Mogorrón, Ramón Vega y Miguel Ángel Abad Lezo Espadas del Fin del Mundo 224 páginas / 19 euros / INFORMACIÓN

Aquí el enfoque es muy diferente. Primero, se evita la épica y las situaciones excesivamente violentas o dramáticas. Se ajusta a lo poco que se sabe de la Malinche: que fue la hija de un cacique, que la vendieron como esclava y que acabó como regalo para Cortés y sus hombres. La premisa es que toda relación con otra cultura puede ser violenta o amigable, intercambiamos hostias o palabras. Y cuando no conocemos las palabras, lo más habitual son las hostias. De ahí la importancia de los traductores, aquellos capaces de entender al otro. Toda esa parte está realmente bien escrita, no en vano la autora es una licenciada en filología. Tanto la forma en que expresa los lenguajes que se conocen y los que no, o a medias, como la progresiva toma de conciencia de la protagonista respecto a sus poderes como «la señora que habla» son perfectos, conmovedores y muy creíbles. En otros pasajes la aproximación se queda blandita, un tanto Disney. Sobre todo, la relación con la abuela, como transmisora de la tradición y los sabios consejos, que acaba resultando predecible. También echo en falta ciertos matices en la relación con la madre, resuelta con trazo muy grueso.

Que una historia tan llena de grandes sucesos como esta se esfuerce por evitarlos, acaba siendo un tanto decepcionante. Con todo, el balance es positivo. El grafismo es mínimo y tembloroso, sirve de vehículo a la narración y diferencia bien los personajes. Viene acompañado por un color espléndido, muy climático. Ninguna pega en el apartado gráfico. En cuanto al guión, acierta al presentar a la Malinche más interior, al prestar atención a su recorrido personal, a sus dudas, pero también a sus certezas. Especialmente bien escrita me parece la escena en que discute con Cortés la importancia de sus dioses, que valen tanto como el de los cristianos. Y no es el único momento en que se aprecia la calidad de la escritura. Un trabajo muy respetable y recomendable.