Elizabeth Taylor al desnudo

Listísima, egoísta, romántica, vulnerable e infantil: la primera biografía autorizada de la actriz disecciona  su accidentada vida personal y su agitada y popular trayectoria cinematográfica

Quim Casas

Elizabeth Taylor. La fuerza y el glamour de un icono, recién publicada por Libros Cúpula, es la primera biografía autorizada de Elizabeth Taylor, de modo que herederos, familiares lejanos o cercanos, han dado el visto bueno a un libro que repasa todos los aspectos de una vida agitada en la amplia extensión de la palabra. Quizás a las nuevas generaciones el nombre de Liz Taylor les diga poco, pero en los años 50, 60 y 70 del pasado siglo no hubo una estrella como ella. En todos los sentidos.

La autora, Kate Andersen Brower, la define así: «Amable, creativa, listísima, autoindulgente, empática, egoísta, codiciosa, romántica, vulnerable e infantil». Un cúmulo de contradicciones. Empática y codiciosa: luchó como pocas celebridades contra el sida durante las tres últimas décadas de su vida -sirviéndose de su relación con el entonces presidente, Ronald Reagan, para que estableciera un plan de contingencia contra el VIH- y, al mismo tiempo, derrochó lujo innecesario, malgastó parte de su patrimonio -a finales de los 60, ella y su entonces marido, Richard Burton, tenían una fortuna conjunta de unos 90 millones de euros actuales- y suministró no pocos escándalos y hechos noticiables a la prensa. Con su último marido, Larry Fortensky, un trabajador de la construcción al que conoció en un centro de rehabilitación, celebró una boda por todo lo alto en el rancho Neverland de su amigo íntimo Michael Jackson, con decenas de helicópteros ocupados por reporteros y cámaras sobrevolando la mansión.

Inteligente y hermosa, consciente del suelo que pisaba y a la vez frágil y desconcertada, poderosa como pocas actrices de su generación: Hollywood la diseñó -puede considerarse la última estrella creada por el sistema de los estudios-, pero ella fue la primera en exigir cobrar un millón de dólares por una película -Cleopatra (1962)- y conseguir que el estudio -20th Century Fox- aceptara sus deseos.

Para la autora de la biografía, solo Jacqueline Kennedy, Marilyn Monroe y la reina Isabel II de Inglaterra pudieron igualarla en popularidad. Con la viuda de John Kennedy la unían lazos más traumáticos: el asesinato de Kennedy y la muerte en un accidente de avión de Michael Todd, tercer marido de Taylor, coincidieron en el tiempo, y esas heridas nunca llegaron a cicatrizar para ninguna de las dos mujeres.

Kate Andersen Brower  Elizabeth Taylor. La fuerza y el glamour de un icono   Libros Cúpula  528 páginas / 22,95 euros

Kate Andersen Brower Elizabeth Taylor. La fuerza y el glamour de un icono Libros Cúpula 528 páginas / 22,95 euros / INFORMACIÓN

Problemas físicos y mentales

Andersen Brower pasa revista a los muchos problemas físicos y mentales a los que se enfrentó la actriz: tratamientos por sus adicciones al alcohol y las drogas, neumonías, trombosis generadas por los productos químicos, tres cesáreas, varios intentos de suicidio, el colon maltrecho, fracturas en un pie, bronquitis aguda, ciática, pulmonía doble… Y el precio (injusto) de la fama: «Un paparazzi le propinó a la actriz un puñetazo en el estómago para causarle una reacción y con ello vender más cara su fotografía».

Nació con escoliosis, se cayó del caballo cuando rodaba unos planos de Fuego de juventud (1944) -su quinta película, y la que la lanzó al estrellato cuando tenía 12 años-, lo que le generó un dolor de espalda crónico que la acompañó durante toda su vida. Se definía a sí misma como la Madre Coraje. En 1961, a causa de una pulmonía doble, tuvo que practicársele una traqueotomía. Ese mismo año recogió el Oscar por su trabajo en Una mujer marcada, título profético, y acudió a la ceremonia sin disimular la cicatriz en el cuello «para que el mundo pudiera ver que había sobrevivido». En las fotos promocionales de Cleopatra, ataviada como la monarca egipcia, también resulta bien visible la cicatriz.

Casada en ocho ocasiones con siete hombres distintos -con Richard Burton, su gran amor, repitió dos ceremonias y, ya divorciados de la segunda boda, seguían llamándose por teléfono cada día: ni contigo ni sin ti-, la vida y fama de Taylor llegó a dejar perplejo al mismísimo Andy Warhol, artista que estudio al milímetro el concepto de celebridad. Su vida personal fue un accidente continuo: a los 26 años se había divorciado en dos ocasiones, había enviudado de su tercer marido, Michael Todd, y tenía tres hijos. En el libro puede leerse esta definición de la actriz que hizo su amigo Truman Capote: «Tiene las piernas demasiado cortas para su torso y la cabeza demasiado grande para el aspecto general; pero la cara, con esos ojos de color violeta, es el sueño de un preso, la fantasía de una secretaria: irreal, inalcanzable y al mismo tiempo tímida, extremadamente vulnerable, muy humana, con una chispa de sorpresa brillando detrás de esos ojos lilas».

Excelentes actuaciones

Una belleza y unas excelentes actuaciones, desperdigadas en blanco y negro o color en filmes como Un lugar en el sol, Gigante, La gata sobre el tejado de zinc, De repente, el último verano, Cleopatra, Castillos en la arena o ¿Quién teme a Virginia Wolf?. En esta última, de 1966, una de las que protagonizó con Burton, Taylor recibía un empujón violento de su pareja en la ficción y en la vida real, estrellándose de cabeza contra una ranchera. Repitieron varias veces la toma con el mismo resultado. «En una de las tomas, el golpe fue tan fuerte y el dolor tan intenso que a Elizabeth se le llenaron los ojos de lágrimas y tuvieron que llevarla hasta la caravana, donde el médico de la productora estuvo atendiéndola durante un buen rato». Parece ser que la peluca la protegió. Al volver, y pese a que el director, Mike Nichols, había dado por buena la última toma, quiso rodar la escena una vez más.