Pájaros, tiburones y un poema de Mary Oliver

Si algo tienen en común la nadadora que tan bien interpreta Annette Bening en Nyad y la pensadora CJ Hauser es que, en determinado momento de su vida, se persiguieron a sí mismas para sobrevivir, y lo hicieron porque un verso y Mulder y Scully se lo pidieron

Jürgen Roth/thomas roth  Crítica de las aves  Cielo eléctrico   368 páginas / 30 euros

Jürgen Roth/thomas roth Crítica de las aves Cielo eléctrico 368 páginas / 30 euros / Laura Fernández

Laura Fernández

Jürgen y Thomas Roth nacieron en Bad Berlenurg, Alemania. Son hermanos. Uno es filósofo. El otro, historiador. A los dos les gustan los pájaros. Y escribir sobre ellos. Pero no lo hacen de forma corriente. Su último libro, Crítica de las aves (publicado en España por la siempre interesante editorial Cielo Eléctrico), es quizá el libro más obtusamente genial y divertido del año. Tiene aspecto de algún tipo de manual ornitológico pero es, en realidad, una obra literaria mayúscula, en forma y fondo. Un espejo en el que mirar al ser humano a través de todo aquello que deberíamos aborrecer de los pájaros. O, mejor, de todo aquello que les hace poderosa y abominablemente humanos. No, no es la clase de libro que aparece en las listas de lo mejor del año, pero debería ocupar algún tipo de primer lugar.

¿Y por qué? Porque es un buen ejemplo de aquello que la literatura puede hacer con lo que sea que toque. Transformarlo en otra cosa. Ampliarlo hasta acabar reflejando a cualquiera que se cruce con él. Romper con toda idea de lo preconcebido y propulsar algo tan aparentemente pequeño -o específico- como la vida, relatada, de trepadores azules, gorriones y pájaros carpinteros, a ejercicio estético y reflexión filosófico antropológica, pero de una antropología que elimina la idea de lo humano como centro, o convierte a aquello no humano en el centro. Y lo hace tan lúdicamente -se ríe de todo y de todos- que, por momentos, parece, en esencia, un libro humorístico en el que es el lector quien decide a qué profundidad quiere llegar, y puede llegar a ser mucha.

Pájaros, tiburones y un poema de Mary Oliver

cj hauser La novia grulla Libros del Asteroide 360 páginas / 20,95 euros / Laura Fernández

No ocurre nada parecido a eso con la literatura fragmentaria y adictiva de CJ Hauser, por más que a ella también le interesen los pájaros. Porque su caso es distinto, y sin embargo, igualmente fascinante. CJ Hauser vive en Hamilton, Nueva York. Diez días después de cancelar su boda -de la que huyó amparándose, ridículamente, en algo que dio en llamar el scullymulderismo, una interesante teoría sobre el amor y la vida basada en Expediente X- se embarcó en una expedición a Texas para estudiar la grulla trompetera. La grulla trompetera es una especie de cigüeña altísima. Es, de hecho, el ave más alta de Estados Unidos. Mide más de un metro y medio. Pero no era la altura lo que a Hauser le interesaba de la grulla, sino su propia vida.

Diana Nyad, la nadadora feroz que tan espectacularmente retrata Annette Bening en Nyad, la película dirigida por Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi, se propuso nadar de Cuba a Florida cuando tenía 28 años y era una estrella mundial de la maratón de nado en aguas abiertas. Se metió en una jaula, para evitar acabar comida por alguno de los 49 tipos de tiburones que hay en esas aguas, y emprendió la marcha. Debía estar nadando 60 horas. Sin parar. ¿Lo consiguió? No. Y al poco, dejó de nadar y se dedicó al periodismo deportivo. Se convirtió en comentarista. Un día, estando con su mejor amiga -en la película, una Jodie Foster radiantemente comprensiva-, decidió que tenía que volver a intentarlo. Para entonces, tenía 61 años.

Lo que la hizo ponerse en marcha 30 años después fue la pregunta con la que Mary Oliver cierra su famoso poema El día de verano. La pregunta es la siguiente: «Dime, ¿qué piensas hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?». Nyad se topó con ella hojeando uno de los libros que recogió de la residencia al morir su madre. Lo que empezó siendo un ataque frontal a su madre -«¿De veras ella señaló esta página? ¿Ella? ¿Que no hizo nada con su vida?»-, acabó en una reflexión que la llevó a entender por qué no había cruzado a nado aquella parte del Océano Pacífico -que nadie había cruzado antes ni ha cruzado después- con 28 años. No tenía entonces conciencia de la importancia de lo que esa pregunta de Mary Oliver estaba invocando.

La manera en que CJ Hauser se persigue a sí misma, a aquello que no quería dejar de ser y que salvó in extremis -la mujer que no iba a casarse y, por lo tanto, no iba a desaparecer en una relación que no contenía la clase de fe ciega que se tienen Mulder y Scully, la clase de fe ciega que lleva a uno correr por el simple hecho de que el otro corre, sabiendo que es exactamente eso lo que debe hacer-, en uno de los ensayos de La novia grulla (Libros del Asteroide), tiene algo que ver con la manera en que Nyad empezó a hacerlo a los 61. Ninguna de las dos quería desaparecer y, por suerte, se cruzó en su camino, un bote salvavidas.

La novia grulla tampoco es la clase de libro que aparece en las listas de lo mejor del año, pero, por lo dicho, debería ocupar algún tipo de primer lugar.